En las entra?as de C¨¢diz
La capital guarda en su subsuelolos secretos de una mara?a de t¨²neles cargados de historia
Hay dos C¨¢diz. La primera es la postal m¨¢s visible: la playa, la catedral, el barrio de la Vi?a, las Puertas de Tierra. La otra ciudad no se ve. Se esconde varios metros m¨¢s abajo, agujerea las entra?as del subsuelo con t¨²neles, pasadizos y pozos. Una ciudad paralela, cargada de leyenda, pero accesible por multitud de puertas, algunas situadas en viviendas particulares, bajo una losa, en una iglesia, o en la calle. Esas entradas pasan desapercibidas aunque puedan localizarse a simple vista. Esa otra C¨¢diz existe aunque, hasta ahora, recorrerla es una aut¨¦ntica aventura cargada de riesgos.
Detr¨¢s de una de las puertas que permiten acceder al subsuelo de C¨¢diz, la luz se pierde, el olor del mar desaparece, no sopla el viento de levante. El subsuelo huele a humedad, a aire viciado.
Una empresa pretende abrir al p¨²blico las galer¨ªas subterr¨¢neas
La plaza de la Catedral est¨¢ atravesada por un pasadizo
Germ¨¢n Garbarino, el gerente de la empresa Monumentos Alavista, uno de los impulsores de la investigaci¨®n de estos conductos, explica que es el metano el que provoca esa sensaci¨®n de dificultad al respirar en los t¨²neles. En sus incursiones m¨¢s arriesgadas, su equipo lleva siempre consigo un detector de gas para saber cu¨¢ndo deben abandonar el viaje. Al menos, el metano ha ahuyentado a las cucarachas y ratas que pueblan otros pasadizos: aqu¨ª no hay vida.
El camino asciende por una rampa amplia y escarpada, pero a los pocos metros se abre un t¨²nel. Resulta c¨®modo discurrir por este pasillo recto, de algo m¨¢s de 1,70 metros de alto y con techos abovedados construidos en ladrillo. Los soldados que defend¨ªan C¨¢diz pasaban muchas horas de guardia en estas estancias, y ten¨ªan que hacerlas c¨®modas. Su presencia pasada se intuye tambi¨¦n en otros detalles: en los huecos para colocar los ca?ones, en la gran c¨²pula desde donde lanzaban aceite a los enemigos si eran capaces de acceder al pasadizo, o en las bifurcaciones que nacen a uno y otro lado.
No todas las galer¨ªas son practicables. El crecimiento urbano del siglo XX ha hecho que los cimientos de los nuevos edificios hayan bloqueado la ventilaci¨®n de los t¨²neles, y las fugas de las tuber¨ªas provocan peque?as inundaciones. El suelo y las paredes del t¨²nel muestran marcas del agua, que se acumula en algunas zonas y obliga a caminar sobre el barro. Hay momentos en los que hay que agacharse, casi gatear.
Jos¨¦ Berasaluce y Enrique Lozano investigaron en los a?os noventa estos t¨²neles cuando eran estudiantes de Historia en C¨¢diz. Consiguieron permisos para recorrer las galer¨ªas y pasadizos y cerraron, tras un a?o y medio, las conclusiones a este estudio que persegu¨ªa dar categor¨ªa hist¨®rica a la leyenda del subsuelo gaditano.
Distinguieron tres tipos de t¨²neles. Los m¨¢s destacados son los llamados glacis, galer¨ªas subterr¨¢neas que formaban parte del sistema defensivo para el que se prepar¨® la ciudad a partir del siglo XVII frente a los posibles ataques angloholandeses. En una ciudad rodeada de mar y protegida por baluartes, el punto m¨¢s vulnerable era por tierra. As¨ª que se abrieron grandes grietas en el suelo para evitar esa invasi¨®n. Estaban preparadas para explotar en caso de la llegada de enemigos pero, al no sufrir ninguna invasi¨®n, permanecen casi intactas. Se encuentran en los alrededores de las Puertas de Tierra.
El segundo tipo de t¨²neles lo compone el avanzado alcantarillado habilitado en el siglo XVIII, cuando en otras grandes ciudades como Par¨ªs o Barcelona todav¨ªa se utilizaba el popular "?agua va!" para arrojar los residuos de las casas. Se encuentran bajo algunas conocidas plazas del centro hist¨®rico. El tercer grupo lo componen algunos curiosos t¨²neles como el del arroyo de El Salado, formado por la escorrent¨ªa, o los que abr¨ªa la Iglesia para sus propios intereses.
A pesar de su enorme inter¨¦s hist¨®rico y su atractivo aventurero, en su estado actual, los t¨²neles no son un reclamo tur¨ªstico. Germ¨¢n Garbarino pretende que esto cambie. Adecuar algunos pasadizos, limpiarlos, ponerles luz, y permitir que los visitantes conozcan un trozo de la historia de C¨¢diz a trav¨¦s de ellos.
Para llevar a cabo el proyecto ya tiene prevista una inversi¨®n de seis millones de euros. "Tendr¨ªamos que hacer primero un estudio, un inventariado de los elementos arqueol¨®gicos que conservan, desarrollar planes de seguridad, y poner accesos en puntos estrat¨¦gicos. En nueve meses podr¨ªamos abrirlo al p¨²blico", asegura.
Los nueve meses cuentan a partir de que Monumentos Alavista disponga del permiso municipal para realizar estas obras. Hasta ahora la empresa se ha topado con la negativa del Ayuntamiento de C¨¢diz. Actualmente la mantiene un contencioso-administrativo con el Consistorio para hacerse con la posibilidad de explotar los t¨²neles. Germ¨¢n Garbarino est¨¢ convencido de que finalmente ganar¨¢n el litigio: "La ley nos ampara, porque da este derecho a quienes hayan hecho un descubrimiento despu¨¦s de una investigaci¨®n".
Seg¨²n fuentes jur¨ªdicas, el subsuelo es competencia del Estado pero los titulares de los lugares donde se encuentran las puertas, muchas en suelo p¨²blico municipal, pueden restringir los accesos. Tambi¨¦n la Consejer¨ªa de Cultura puede actuar al tratarse de restos del patrimonio hist¨®rico.
Para demostrar la existencia de los t¨²neles, la empresa de Garbarino encarg¨® incluso pruebas gavim¨¦tricas: an¨¢lisis sobre el terreno que indican si hay elementos huecos en el subsuelo y que, en este caso, probaron que la plaza de la Catedral est¨¢ atravesada por un pasadizo situado a m¨¢s de cuatro metros bajo el suelo.
Su trazo coincide con el que aparece en un mapa del siglo XIX, firmado por Seraf¨ªn Manzano, que se?ala un t¨²nel entre las Puertas de Tierra y el castillo de la Villa, de ah¨ª al muelle, a la iglesia de Santiago y al otro lado del casco hist¨®rico.
La teor¨ªa de Garbarino y su equipo es que estos t¨²neles corresponden a la red de cloacas de la Gades romana. "Es l¨®gico si pensamos que une lo que entonces fue el anfiteatro con el teatro, atraviesa la necr¨®polis romana, y llega hasta el antiguo poblado fenicio. El conducto hacia el puerto ser¨ªa la evacuaci¨®n", explica.
Estos pasadizos son los m¨¢s amplios, con m¨¢s de dos metros de alto, y los que Monumentos Alavista conf¨ªa en explotar en un futuro bajo el nombre de Las cuevas de H¨¦rcules.
El historiador Jos¨¦ Berasaluce duda del origen romano de los t¨²neles y ve poco viable la explotaci¨®n tur¨ªstica de las galer¨ªas. "Hay demasiadas dificultades y riesgos", advierte. S¨ª ve posible algunos tramos concretos para permitir visitas puntuales o reconstruir algunos episodios del pasado.
"Aprender de los t¨²neles permite conocer que mucha mitolog¨ªa de la ciudad tiene una autenticidad hist¨®rica", apunta el investigador. De momento, las dos C¨¢diz seguir¨¢n sin mirarse las caras. Una abierta al sol y al viento. Otra escondida bajo el suelo.
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