Los europeos quieren m¨¢s Europa
Hay momentos en los que uno encuentra tan embarazosas las declaraciones p¨²blicas de los l¨ªderes pol¨ªticos de su pa¨ªs que se averg¨¹enza de ser ciudadano de ¨¦l. Es lo que me sucedi¨® al conocer la reacci¨®n del ministro esloveno de Asuntos Exteriores el viernes 13 de junio, despu¨¦s de que los irlandeses hubiesen votado no en el refer¨¦ndum sobre el Tratado de Lisboa. Afirm¨® sin reparos que la unificaci¨®n europea es demasiado importante para dejarla en manos de la gente (corriente) y sus referendos. La clase dirigente tiene m¨¢s visi¨®n de futuro y sabe m¨¢s, y, si siempre sigui¨¦ramos a la mayor¨ªa, nunca conseguir¨ªamos grandes transformaciones ni har¨ªamos realidad visiones genuinas... Esta obscena exhibici¨®n de arrogancia tuvo su c¨¦nit en la siguiente frase: "Si hubi¨¦ramos tenido que esperar, por ejemplo, a alg¨²n tipo de iniciativa popular, seguramente los franceses y los alemanes seguir¨ªan mir¨¢ndose hoy a trav¨¦s de las miras de sus fusiles".
No se ha votado contra Europa sino contra sus ¨¦lites pol¨ªticas y medi¨¢ticas
La acumulaci¨®n de resentimiento puede conducir a oscuros estallidos
Hay cierta l¨®gica en el hecho de que fuera un diplom¨¢tico de un pa¨ªs peque?o el que lo dijera; los l¨ªderes de las grandes potencias no pueden permitirse el lujo de mostrar abiertamente el cinismo de los argumentos en los que se basan sus decisiones, y s¨®lo las voces ignoradas de los pa¨ªses peque?os pueden hacerlo con impunidad. ?Cu¨¢l fue su razonamiento en este caso?
El no irland¨¦s es una repetici¨®n del no franc¨¦s y holand¨¦s de 2005 al proyecto de Constituci¨®n Europea. Se han ofrecido muchas interpretaciones del voto irland¨¦s, algunas de ellas incluso contradictorias: fue una explosi¨®n de nacionalismo estrecho y de temor a la globalizaci¨®n, encarnada por Estados Unidos; Estados Unidos est¨¢ detr¨¢s del no porque teme la competencia de una Europa unida y prefiere tratar de forma bilateral con unos socios d¨¦biles... Sin embargo, esas interpretaciones ad hoc no tienen en cuenta una cosa m¨¢s importante: este nuevo rechazo quiere decir que no nos encontramos ante una casualidad, un simple fallo, sino ante una insatisfacci¨®n que viene de atr¨¢s, que persiste desde hace a?os.
Ahora, tres semanas despu¨¦s, podemos ver d¨®nde est¨¢ el verdadero problema: mucho m¨¢s siniestra que el propio no es la reacci¨®n de la ¨¦lite pol¨ªtica europea. No ha aprendido nada del no de 2005, no se ha enterado. En una reuni¨®n de dirigentes de la UE celebrada el 19 de junio en Bruselas, despu¨¦s de mencionar, para cubrir las apariencias, el deber de "respetar" las decisiones de los votantes, se apresuraron a ense?ar su verdadero rostro y a hablar del Gobierno irland¨¦s como de un mal maestro que no hab¨ªa sabido controlar ni educar como era debido a sus alumnos retrasados. Dijeron que le daban una segunda oportunidad: cuatro meses m¨¢s para que corrigiese su error y volviera a meter en cintura a los votantes.
A los votantes irlandeses no se les hab¨ªa presentado una elecci¨®n sim¨¦trica, porque los propios t¨¦rminos del refer¨¦ndum daban preferencia al s¨ª. Las autoridades propusieron a la gente una opci¨®n que, en la pr¨¢ctica, no era tal, sino que consist¨ªa en ratificar lo inevitable, el resultado de la experiencia ilustrada. Los medios y la ¨¦lite pol¨ªtica plantearon el refer¨¦ndum como una elecci¨®n entre el conocimiento y la ignorancia, entre la experiencia y la ideolog¨ªa, entre la administraci¨®n post-pol¨ªtica y las viejas pasiones pol¨ªticas. Sin embargo, el mismo hecho de que no hubiera una visi¨®n pol¨ªtica alternativa y coherente que sirviera de base al no constituye la mayor condena posible de la ¨¦lite pol¨ªtica y medi¨¢tica, una prueba de su incapacidad de expresar, de traducir en visi¨®n pol¨ªtica, los anhelos e insatisfacciones de la poblaci¨®n.
En otras palabras, este refer¨¦ndum tuvo algo peculiar: su resultado fue al mismo tiempo el que se esperaba y una sorpresa, como si uno supiera lo que va a ocurrir pero, en cierto modo, no puede creer verdaderamente que ocurra. Esta discrepancia refleja una divisi¨®n mucho m¨¢s peligrosa entre los votantes: la mayor¨ªa (de la minor¨ªa que se molest¨® en ir a votar) se manifest¨® en contra del tratado a pesar de que todos los partidos parlamentarios (con la excepci¨®n de Sinn Fein) estaban decididamente a favor.
Lo mismo est¨¢ sucediendo en otros pa¨ªses, como el vecino Reino Unido, donde, justo antes de ganar las ¨²ltimas elecciones, Tony Blair fue escogido por una gran mayor¨ªa como la persona m¨¢s odiada del pa¨ªs. Esta divergencia entre la elecci¨®n pol¨ªtica expl¨ªcita que hace un votante y su insatisfacci¨®n ¨ªntima deber¨ªa hacer sonar la se?al de alarma: significa que la democracia de partidos no logra captar el humor de la poblaci¨®n, el hecho de que se va acumulando un vago resentimiento que, sin una debida expresi¨®n democr¨¢tica, no puede m¨¢s que desembocar en oscuros estallidos "irracionales". Cuando los referendos transmiten un mensaje que contradice directamente el mensaje de las elecciones, nos encontramos con un votante dividido que, por ejemplo (cree que), sabe muy bien que la pol¨ªtica de Tony Blair es la ¨²nica razonable pero, aun as¨ª... (no le puede ni ver).
La peor respuesta es despreciar esa resistencia como simple expresi¨®n de la estupidez provinciana de los votantes normales, que no necesita m¨¢s que mejor comunicaci¨®n y explicaci¨®n. Y eso nos remite de nuevo al desafortunado ministro de Exteriores esloveno. No s¨®lo su frase se basa en unos datos que no son ciertos -los grandes conflictos francoalemanes no estallaron debido a las pasiones de la gente corriente, sino que fueron resultado de las decisiones de las clases dirigentes a espaldas de la gente normal-, sino que adem¨¢s se equivoca sobre el papel de esas clases dirigentes: en una democracia, su funci¨®n no es s¨®lo gobernar, sino convencer a la mayor¨ªa de que lo que est¨¢n haciendo es lo apropiado, hacer que la gente pueda reconocer en la pol¨ªtica de su Estado sus m¨¢s ¨ªntimas aspiraciones de justicia, bienestar, etc¨¦tera. La apuesta de la democracia es que, como dijo Lincoln hace mucho tiempo, no es posible enga?ar a todo el mundo todo el tiempo. Es verdad que Hitler lleg¨® al poder de forma democr¨¢tica (aunque no del todo), pero, a largo plazo, a pesar de todas las oscilaciones y confusiones, hay que confiar en la mayor¨ªa. Esa apuesta es la que mantiene la democracia viva; si renunciamos a ella, ya no estamos hablando de democracia.
Y es en ese aspecto en el que los dirigentes europeos lo est¨¢n haciendo rematadamente mal. Si verdaderamente estuvieran dispuestos a "respetar" la decisi¨®n de los votantes, tendr¨ªan que aceptar el mensaje de la persistente desconfianza del pueblo: el proyecto de unidad europea, tal como est¨¢ formulado hoy, tiene defectos fundamentales. Lo que perciben los votantes es la falta de una aut¨¦ntica visi¨®n pol¨ªtica bajo la trampilla de los expertos; su mensaje no es antieuropeo, sino una exigencia de m¨¢s Europa. El no irland¨¦s es una invitaci¨®n a entablar un debate aut¨¦nticamente pol¨ªtico sobre el tipo de Europa que deseamos.
En los ¨²ltimos a?os de su vida, Freud hizo la famosa pregunta Was will das Weib?, "?Qu¨¦ quiere la mujer?", con la que reconoc¨ªa su perplejidad ante el enigma de la sexualidad femenina. ?No creen que el embrollo de la Constituci¨®n Europea es prueba de esa misma confusi¨®n? ?Qu¨¦ quiere Europa? ?Qu¨¦ Europa queremos?
Slavoj Zizek es fil¨®sofo esloveno y autor, entre otros libros, de Irak. La tetera prestada. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.