Dos inmensos pares de banderillas

Gustavo Garc¨ªa, subalterno a las ¨®rdenes del colombiano Luis Bol¨ªvar, llev¨® a cabo lo m¨¢s torero de la tarde. Ocurri¨® en el ¨²ltimo toro. Dados los m¨ªtines que iban ofreci¨¦ndose en los toros anteriores (la capea en banderillas en el quinto fue que ni pintada por Uccello), de pronto un torero de plata prendi¨® dos pares de banderillas inmensos. Fue visto y no visto. Dos fulgores relampagueantes. En sus manos sali¨® a relucir la tauromaquia de siempre: el instante fugaz y sublime -las flores y la ocasi¨®n son de corta duraci¨®n.

Los toros de Cebada Gago no estuvieron a la altura que merece tan buen ganadero. Ganadero cuyo valor se lo ha ganado a pulso a lo largo de los a?os. Apuntaron detalles. Algunos acudieron al caballo con alegr¨ªa, aunque sin entregarse del todo. Alguno que otro se doli¨® en banderillas. Galoparon en ocasiones, mas nunca acabaron por humillar: la lidia que recibieron fue horrorosa, impropia de matadores de nombre Urdiales y S¨¢nchez Vara. Los toros por lo general llegaron a asustar a los toreros.

El que m¨¢s despunt¨® de los espadas tiene nombre colombiano. Estuvo valiente y pundonoroso. En todo momento con buena disposici¨®n. Los pases de muleta de m¨¢s enjundia los traz¨® Luis Bol¨ªvar.

Diego Urdiales pod¨ªa haber hecho m¨¢s en su primer toro. Ten¨ªa faena porque era el m¨¢s potable de todos. El torero ni se enter¨®. A sus derechazos y naturales les falt¨® temple, mando y todo lo que debe tener un pase en condiciones. En su segundo, su muleta no par¨® de saludar a las palomas con tanto trapazo al aire de la tarde.

Lo de S¨¢nchez Vara result¨® penoso. Es posible que la tarde se le ennegreciera cuando los tres pares que puso a su primer toro se le cayeron, los tres, en los costillares: uno, otro y otro. Aquello, al parecer, lo descompuso. Estuvo en ese toro con la muleta a merced del animal. Entre dudas recibi¨® un pitonazo en el cuello. Despu¨¦s de matar feamente mal al toro pas¨® a la enfermer¨ªa. Sali¨® para matar su toro correspondiente, quinto de la tarde. Seamos benevolentes: una tarde aciaga la tiene cualquiera, ?o no?

Quiz¨¢ convendr¨ªa recordar, para terminar, que cuando los toros no se dejan torear con holgura, existe eso que se ha olvidado con demasiada facilidad. O sea, esas palabras usadas por los revisteros de la mejor ¨¦poca del toreo cuando apuntaban que tal o cual maestro desarroll¨® una lidia muy aseada, faena de ali?o, pudiendo dominar al toro, machetearlo, hacerse con ¨¦l, dominarlo para despu¨¦s matarlo por arriba como es preceptivo entre los toreros que se llaman a s¨ª mismos matadores de toros.