Europa mira hacia el Mediterr¨¢neo
Este viejo mar necesita una utop¨ªa constructiva que tienda puentes entre sus orillas. Sarkozy intent¨® ofrecer una con su Uni¨®n Mediterr¨¢nea, convertida finalmente en una puesta al d¨ªa del Proceso de Barcelona
Si hubiese que reconocer un m¨¦rito a la idea de Nicolas Sarkozy sobre la Uni¨®n Mediterr¨¢nea -mencionada por primera vez en febrero de 2007 y reiterada en varias ocasiones desde su elecci¨®n-, ser¨ªa el de haber reactivado el debate sobre la centralidad del Mediterr¨¢neo en la geopol¨ªtica francesa y europea, as¨ª como el de la adecuaci¨®n de las pol¨ªticas europeas a los desaf¨ªos, de todos los ¨®rdenes, a los que est¨¢n confrontados tanto los pa¨ªses ribere?os como los dem¨¢s.
Y, sin embargo, al principio esta idea suscit¨® cierto asombro y suspicacia, por no decir una oposici¨®n frontal. Lo cierto es que tanto el momento escogido para proclamarla como la imprecisi¨®n de su contenido, sus objetivos, sus v¨ªnculos con las pol¨ªticas europeas en curso, su financiaci¨®n, su valor a?adido, su puesta en marcha y la delimitaci¨®n del espacio que se supon¨ªa hab¨ªa de cubrir, as¨ª como el hecho de que se presentase como un sustituto de la adhesi¨®n de Turqu¨ªa y una alternativa a la pol¨ªtica ¨¢rabe de Francia, constituyeron un problema.
Espa?a e Italia corrigieron el rumbo del proyecto inicial del presidente franc¨¦s
Dur?o Barroso: "El Mediterr¨¢neo es la regi¨®n m¨¢s cr¨ªtica para el futuro de Europa"
Pero m¨¢s all¨¢ de la oposici¨®n turca al proyecto -en su primera formulaci¨®n- y de las reticencias ¨¢rabes, fueron sobre todo los socios europeos los que se mostraron circunspectos o incluso hostiles. A espa?oles e italianos les preocupaba el activismo diplom¨¢tico que Francia estaba desplegando por su cuenta en una zona en la que ellos tambi¨¦n tienen intereses mayores. Polonia y ciertos pa¨ªses de Europa oriental temieron que la atenci¨®n de la UE se apartase de otros problemas igual de acuciantes, especialmente los de Ucrania. Los alemanes vieron en esta idea un factor de divisi¨®n en el seno de Europa y una competencia desleal, en la medida en que Sarkozy limitaba el per¨ªmetro de su Uni¨®n Mediterr¨¢nea a los pa¨ªses ribere?os.
Fueron espa?oles e italianos los primeros en convencer al presidente franc¨¦s de la necesidad de rectificar. En el Llamamiento de Roma, lanzado el 20 de diciembre de 2007, la denominaci¨®n "Uni¨®n Mediterr¨¢nea" fue sustituida por la de "Uni¨®n por el Mediterr¨¢neo", que despejaba cierta ambig¨¹edad: no se trataba de un proyecto de uni¨®n, sino de una uni¨®n de proyectos. Adem¨¢s, ya no era una iniciativa del El¨ªseo, sino una iniciativa tripartita -Espa?a, Italia y Francia- que no iba contra el Proceso de Barcelona, ni se inscrib¨ªa en ¨¦ste, sino que era un "complemento" de las pol¨ªticas europeas, a las que se supon¨ªa habr¨ªa de dar un nuevo impulso. El proyecto quedaba asimismo desvinculado del debate sobre la candidatura turca.
Esto no fue suficiente para apaciguar a los alemanes. Las relaciones franco-alemanas estaban al borde de una crisis abierta, que fue desactivada a principios de marzo pasado durante el encuentro de Hannover entre Sarkozy y Merkel. Eso s¨ª, a costa de una importante concesi¨®n francesa: el proyecto pasaba a manos del conjunto de la UE y se integraba en el marco general del Proceso de Barcelona. ?sta era la modificaci¨®n que avalaba el Consejo Europeo del 13 al 14 de marzo de 2008. En adelante, el proyecto de Sarkozy pasaba a ser un proyecto de la UE con el marbete "Proceso de Barcelona: Uni¨®n por el Mediterr¨¢neo". Adem¨¢s, la Comisi¨®n Europea quedaba encargada de preparar la hoja de ruta. Su Comunicaci¨®n de mayo de 2008 ven¨ªa a confirmar rotundamente la validez del "marco de Barcelona".
A decir verdad, la Comisi¨®n despoj¨® a la iniciativa francesa de su "fuerza simb¨®lica" y la redujo a una simple "actualizaci¨®n del Proceso de Barcelona". Pese a que le reiteraron su apoyo formal, eso no gust¨® en absoluto a los franceses. As¨ª, el nuevo proyecto implica a "todos los Estados de la UE y a los Estados ribere?os". En cuanto a Francia, podr¨¢ aspirar a la copresidencia, por la parte europea, pero s¨®lo hasta el 1 de enero de 2009.
Sobre la cuesti¨®n de la financiaci¨®n, la UE descarta destinar recursos a los nuevos proyectos en detrimento de sus compromisos con los programas indicativos regionales. Qu¨¦ duda cabe que ciertos proyectos que "responden a los programas regionales de la UE" podr¨ªan ser tomados en consideraci¨®n. Pero la UE no ir¨¢ m¨¢s all¨¢. Por lo tanto, hay que buscar otras fuentes de financiaci¨®n. Pero, si un proyecto disfruta de varios tipos de financiaci¨®n, ?qui¨¦n garantiza su funcionamiento? ?No existe el riesgo de una superposici¨®n de procedimientos?
Tal vez haya que pensar en una instituci¨®n financiera. Pero las propuestas tropiezan con m¨¢s dificultades que soluciones: ?Un banco de desarrollo para el Mediterr¨¢neo? ?Un BEI mediterr¨¢neo? ?Simples agencias de asesoramiento, garant¨ªa y aporte de fondos propios (como suger¨ªa la propuesta italo-espa?ola)? Finalmente, si hay que recurrir al sector privado, a los fondos soberanos de los Estados del Golfo, a las contribuciones de los Estados mediterr¨¢neos, al BEI y a las instituciones internacionales para garantizar la financiaci¨®n esencial de los proyectos suscritos, ?cu¨¢l ser¨ªa el papel de la UE? ?Qui¨¦n seleccionar¨¢ los proyectos? ?Qui¨¦n se encargar¨¢ de las auditor¨ªas financieras? Y, en otro orden de cosas, ?ser¨ªa posible impedir que norteamericanos, chinos, rusos y otros respondieran a la llamada a licitaci¨®n?
Es demasiado pronto para responder estas preguntas. En realidad, a la Comisi¨®n le preocupa sobre todo evitar la divisi¨®n de la UE, por lo que ha desmochado y revisado a la baja el proyecto inicial. Lo que propone se parece muy poco a la idea que se hac¨ªa Sarkozy de la Uni¨®n Mediterr¨¢nea. As¨ª, a instigaci¨®n de Alemania, la UE ha conseguido marcar su territorio magistralmente. Jos¨¦ Manuel Dur?o Barroso no se anda por las ramas: "El Mediterr¨¢neo es sin duda la regi¨®n m¨¢s cr¨ªtica para el futuro de Europa... Francia debe, pues, respetar las reglas del juego europeas, sin arrogancia y sin pretender la hegemon¨ªa. ?ste es tambi¨¦n su inter¨¦s nacional".
En lo que respecta a la arquitectura institucional, se comprende f¨¢cilmente que la copresidencia, en la parte meridional, se elija "por consenso", pues, en el contexto actual de los pa¨ªses en conflicto, una copresidencia rotativa ser¨ªa un rompecabezas infernal. Pero si Egipto asume la primera copresidencia (como est¨¢ previsto), ?d¨®nde establecer la sede de la Secretar¨ªa? El Parlamento Europeo estima, en su resoluci¨®n del 5 de junio de 2008, que la nueva secretar¨ªa "deber¨ªa estar integrada en los servicios de la Comisi¨®n y estar compuesta por funcionarios procedentes de todos los pa¨ªses participantes en el Proceso". En el Sur no parecen compartir esta opini¨®n; no en vano, ciertos pa¨ªses del Magreb ya han propuesto su candidatura para acoger la sede. Si tal opci¨®n prosperase, ?aceptar¨ªan T¨²nez, Marruecos o Argelia que los funcionarios israel¨ªes fuesen a trabajar en una secretar¨ªa situada en uno de estos pa¨ªses? A¨²n no hay respuesta para esta pregunta, pero ya dice mucho sobre los problemas futuros.
Y no es el ¨²nico problema sin respuesta: si se integra el proyecto de Uni¨®n por el Mediterr¨¢neo en el marco de Barcelona, ?c¨®mo tratar a los pa¨ªses ribere?os del Mediterr¨¢neo invitados a la Cumbre de Par¨ªs pero que no son miembros del Proceso de Barcelona (Croacia, Montenegro, Bosnia y Libia)? La Comisi¨®n no responde a esta pregunta, pero el Parlamento Europeo lo hace en su resoluci¨®n del 5 de junio de 2008. En efecto, el Parlamento Europeo "pide a los pa¨ªses que no forman parte del Proceso de Barcelona que den su apoyo al acervo de Barcelona para avanzar hacia las mismas metas". Pero ?se ha consultado a esos pa¨ªses y sondeado sus intenciones sobre la adopci¨®n del "acervo de Barcelona"? La reacci¨®n negativa de Libia es muy reveladora sobre la resistencia de ciertos pa¨ªses del Sur.
Quedan muchas cuestiones en suspenso, particularmente la presencia en la nueva estructura de miembros que no forman parte del Proceso de Barcelona, lo que no deja de plantear serios problemas institucionales y financieros. Pero existe una convicci¨®n com¨²n: hay que revisar las pol¨ªticas europeas sobre el Mediterr¨¢neo sin tardanza, pues la acumulaci¨®n de retos en esa regi¨®n y su marginalizaci¨®n en la econom¨ªa mundial no aconsejan ni las pol¨ªticas de espera ni el adormecimiento. Necesitamos una utop¨ªa constructiva, ox¨ªgeno del futuro, sin la cual el Mediterr¨¢neo corre el riesgo de convertirse en un abismo que separa y no en un puente que une.
Bichara Khader es director del Centro de Estudios e Investigaciones sobre el Mundo ?rabe Contempor¨¢neo de la Universidad Cat¨®lica de Lovaina. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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