Camille deslumbra en La Mar de M¨²sicas con su voz de mil recursos
Es el concierto que hay que ver. Viste una capa naranja con capucha que le cubre el rostro. "Cuac, cuac", canta en Les canards sauvages mientras sus acompa?antes hacen sonar el papel de un peri¨®dico y un balde de pl¨¢stico con agua. Ella es Camille. Su nombre no lo va a olvidar nadie que la haya visto (y o¨ªdo). Aspira hondo, repite palabras, golpea el paladar con la lengua, susurra, grita... Utiliza el cuerpo como ya no sabemos hacerlo. Pasa del franc¨¦s al ingl¨¦s sin problemas y hasta suelta una parrafada sobre lo mucho que le gusta el espa?ol: lo utiliz¨® para explicar una canci¨®n dedicada a un ex que hablaba de su ex todo el d¨ªa y toda la noche. Luego berre¨® Too drunk to fuck, de Dead Kennedys, que tradujo amablemente Demasiado borracha para follar, y que cantaba cuando era una de las voces falsamente ingenuas de Nouvelle Vague. Va desgranando una letra surrealista con el tono neutro y mon¨®tono de quien da la informaci¨®n meteorol¨®gica por la radio. Cada canci¨®n es un hallazgo, una sorpresa, trae lo inesperado. No hay c¨®mo aburrirse con ella: el remedio natural para una tediosa tarde de domingo. Y todo con apenas voces -dos beat-boxers...-, palmas, golpes y un piano. Lo de Camille no es la vana exhibici¨®n de los mil recursos posibles de una boca a un micr¨®fono pegado. En disco, canciones como Au port o Ta douleur la han convertido ya en alguien muy especial. Pero nada como su asombroso directo.
El fot¨®grafo Bernard Plossu, que no quiso perderse el fant¨¢stico concierto de Camille, expone sus obras en blanco y negro en el Palacio Consistorial: Francia, 1963-2007, y Murcia y Cartagena in¨¦ditas, 1989-2006. Sobre la pared puede leerse una frase suya: "No hay azar para un fot¨®grafo, le pasa lo que est¨¢ buscando". Plossu es "el fot¨®grafo viajero por excelencia", escribe el comisario de su exposici¨®n, Paco Salinas. Tambi¨¦n trabaja en blanco y negro "para diferenciarse de la publicidad y porque en la calle causa mayor impacto" J. R., que firma con iniciales como forma de guardar su anonimato y trabajar libremente en lugares complicados. Este franc¨¦s veintea?ero ha empapelado con sus gigantescas fotograf¨ªas varias fachadas y paredes del centro de Cartagena. Son retratos de ancianos de la ciudad que estar¨¢n dentro de unos d¨ªas en un cat¨¢logo: Los surcos de la ciudad. No s¨®lo ha burlado la vigilancia de los dep¨®sitos de Valle de Escombreras para entrar a empapelar tanques de combustible, sino que ha realizado incursiones nocturnas por los barrios perif¨¦ricos. "Ya descubrir¨¦is por casualidad esos trabajos", dice sonriendo. Sus actividades comenzaron de forma ilegal -por ejemplo, en el muro que separa a Israel de los territorios pales-tinos-, pero en Europa ha conseguido ya el benepl¨¢cito de las autoridades y el reconocimiento de museos como la Tate Modern de Londres.
Dec¨ªa Pessoa que "lo que vemos no es lo que vemos, es lo que somos". La m¨¢xima se aplica al marsell¨¦s Antoine D'Agata, fot¨®grafo de Magnum, que insin¨²a estas palabras para su arriesgada exposici¨®n: "La noche, el sexo, el deambular...". Una nota del Ayuntamiento de Cartagena avisa en la entrada de la galer¨ªa de arte de que las im¨¢genes pueden herir la sensibilidad. En el Palacio Molina, Pierre Gonnord ha colgado sus retratos de gitanos en color con metacrilato. Ah¨ª est¨¢n, ?desafiando a Berlusconi?, la se?ora Isabel, el ciego Abel o el ni?o del gallo. Estas exposiciones pueden verse hasta el 29 de agosto.
En La Mar de M¨²sicas hay im¨¢genes y letras. Se proyectan pel¨ªculas recientes de Jacques Doillon, Claude Chabrol, Jacques Rivette o Eric Rohmer. Y los escritores, como Andre? Makine, Eliette Ab¨¦cassis y Philippe Claudel, ir¨¢n llegando la pr¨®xima semana. El lunes 21 est¨¢ anunciada la presencia del siempre pol¨¦mico Michel Houellebecq. Si reparte, como es su costumbre, comentarios amables sobre su madre o los islamistas, el l¨ªo medi¨¢tico est¨¢ pr¨¢cticamente asegurado. En Cartagena se vive estos d¨ªas con sabor a Francia.
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