La ¨²ltima par¨¢bola del ni?o predicador
Dec¨ªan que el ni?o no era humano. Entonces ¨¦l ten¨ªa seis a?os, una Biblia gruesa en las manos peque?itas, un traje oscuro que le quedaba enorme, y dec¨ªa en plazas p¨²blicas, al norte del Per¨²: Cristo viene y qu¨¦ cuenta le vas a dar al Se?or. O se arrodillaba en p¨²lpitos de iglesias evang¨¦licas, levantaba ambos brazos para luego sacudirse al ritmo fren¨¦tico de su propia voz impostada, grave y gutural. A veces daba miedo: nunca se hab¨ªa visto algo igual. Hab¨ªa gente que lo tocaba s¨®lo para cerciorarse de que fuera un ni?o, y su madre dice ahora, ocho a?os despu¨¦s, en la sala de su casa: "Hay gente que ignora el poder de Dios". Ya ha pasado mucho tiempo desde esos d¨ªas, pero una vez, recuerda ella, hasta dijeron que Nezareth Casti Rey era un ni?o que hab¨ªa regresado de entre los muertos.
El ni?o creci¨® escuchando esas historias sobre su grandeza y fue criado a imagen y semejanza de las visiones de sus padres
En Lima hubo en 2007 un Festival Evang¨¦lico de Ni?os Predicadores al que asistieron m¨¢s de mil ni?os del continente
Nezareth Casti Rey es el primog¨¦nito de una pareja de cristianos evang¨¦licos, pastores misioneros que caminaban con sus Biblias y sus guitarras por la ciudad de Trujillo, en la costa norte del Per¨², y por los pueblos que la rodean. Si hay nombres que predisponen un modo de vida, ellos decidieron ponerle a su hijo el m¨¢s ambicioso: Nezareth Casti Rey Castillo Valderrama fue concebido casi como una profec¨ªa b¨ªblica. En sus recuerdos m¨¢s precoses, aparece mam¨¢ ley¨¦ndole los salmos como si fueran cuentos de cuna y pap¨¢, Andr¨¦s Castillo, carg¨¢ndolo en un p¨²lpito mientras cantaba. La leyenda personal de su padre dice adem¨¢s que a los diecisiete a?os tuvo una revelaci¨®n: Dios se le habr¨ªa aparecido en sue?os para decirle que le iba a dar un hijo que ser¨ªa poderoso y que viajar¨ªa por el mundo predicando el Evangelio. Le dijo adem¨¢s que deb¨ªa llamarlo Nezareth, porque Nezareth quiere decir El enviado de Dios. Su madre, cuando ten¨ªa tres meses de embarazo, tambi¨¦n habr¨ªa so?ado con Dios. En aquel sue?o, Dios le habr¨ªa confirmado que su hijo iba a ser un instrumento en sus manos. Nezareth Casti Rey creci¨® escuchando esas historias acerca de su grandeza, y fue criado a imagen y semejanza de esas visiones de sus padres. No se trata de una leyenda, dicen ellos: es la promesa que les hizo Dios.
Hoy es un jueves de abril y el calor es tan fastidioso que Marisela Valderrama se abanica con la mano. Su casa es la m¨¢s llamativa de la calle Santa Rosa; es la ¨²nica con dos pisos terminados en toda la calle, con vidrios polarizados en las ventanas y con acabados de madera barnizada en los balcones. El resto del barrio parece pobre. Hace unos minutos, toda la familia ha regresado a casa luego de comprar cojines de colores para unos sillones nuevos de colores, porque el color es vida y glorifica. Eso se cree aqu¨ª. Nezareth Casti Rey entr¨®, salud¨® con demasiada educaci¨®n para ser un ni?o, "buenas tardes, cu¨¢nto gusto", pero subi¨® corriendo por una escalera caracol con cierto apuro. Pronto cumplir¨¢ catorce a?os. En realidad, ya no parece un ni?o. Es flaco y alargado. Tiene algo de acn¨¦ y un bigotillo auroral sobre los labios. No se ha engominado el pelo como en sus m¨¢s famosas presentaciones en p¨²blico. En zapatillas y camiseta, ni siquiera parece un elegido de Dios. Suda. Su madre, igual, lo presenta as¨ª: "?l es, pues, el Ni?o Predicador"
El Ni?o Predicador no da tiempo de preguntas. Llega y se va. S¨®lo su madre se ha quedado en la sala y toma asiento. "Nezareth predic¨® por primera vez cuando ten¨ªa tres a?os", recuerda. Fue en una iglesia escondida en el escondido pueblo de Paij¨¢n, al norte de Trujillo, un camino de tierra y casas de adobe a los lados. Hab¨ªa unas treinta y cinco personas all¨ª reunidas cuando el ni?o se levant¨® de su banca y habl¨® por primera vez: "Paz y gracia, buenas noches hermanos, en el nombre de Jes¨²s".
-Hasta su voz era diferente -dice Marisela Valderrama-. Todos estaban llorando, mudos y llorando. Cuando en eso termin¨®, or¨®, se despidi¨® y me entreg¨® el micr¨®fono. Hizo todo lo que yo hac¨ªa.
Hizo todo lo que ella hac¨ªa. Despu¨¦s de esa primera pr¨¦dica, Nezareth Casti Rey fue invitado a otra iglesia en Paij¨¢n, y los pastores que lo vieron quisieron tenerlo en sus propias iglesias. Un ni?o predicador genera, por lo menos, curiosidad, y es una buena noticia para alguien cuya misi¨®n es llamar la atenci¨®n sobre su propia fe. Se oy¨® acerca del Ni?o Predicador en pueblos cercanos y hasta ellos fue a predicar Nezareth Casti Rey. Cumpli¨® cuatro a?os y empez¨® a escribir canciones. Llen¨® plazas donde muchos lo aplaudieron y otros se divert¨ªan como en un espect¨¢culo freak. Hay quienes cre¨ªan que no era humano.
A los seis a?os, la portorrique?a Wanda Rol¨®n, una famosa pastora evang¨¦lica, lo llev¨® a Puerto Rico. En San Juan, Nezareth Casti Rey predic¨® dos d¨ªas en un coliseo con miles de fieles. Hay un famoso video en YouTube visitado por casi un mill¨®n de curiosos. Corresponde al segundo d¨ªa de pr¨¦dica en Puerto Rico. All¨ª, Nezareth se mueve con la elocuencia de un cantante de heavy metal en estado de ¨¦xtasis. Lleva un terno oscuro, una corbata gris y se le ve tan peque?o que parece una parodia de algo: exhorta a la gente se?al¨¢ndola con el dedo; habla con cari?o y se pone una mano en el coraz¨®n. Sabe cu¨¢ndo arrodillarse y cerrar los ojos y gritar y guardar silencio, y cu¨¢ndo decir: Dicen que somos de la evoluci¨®n, dicen que somos parientes de mono. Hay aplausos. Hay quienes se ponen de pie.
La voz de Nezareth Casti Rey es aguda pero en¨¦rgica, y en esa energ¨ªa est¨¢ el mayor histrionismo. Pero quiero decirles a todas esas personas que est¨¢n pensando as¨ª, o que est¨¢n diciendo as¨ª, que el mono y la mona producen monitos, hasta hoy. Es gracioso o¨ªr a un ni?o despotricar contra la evoluci¨®n. Ning¨²n evang¨¦lico cree en ella, pero no es tan gracioso o¨ªr a un adulto dici¨¦ndolo. Los creyentes lo siguen aplaudiendo, pero entre los visitantes de YouTube no ha tenido la misma suerte. Existen videos que ridiculizan ese mensaje bajo los t¨ªtulos "Ni?o predicador payaso", "El puto ni?o predicador", "Mutilando al ni?o predicador", "Anticristo Superstar", "Nezareth Castillo, el ni?o predicador, es Satan¨¢s".
-En internet le dicen de todo -dice Marisela Valderrama-. Tenemos a Satan¨¢s en contra nuestra, a demonios en contra nuestra, tenemos enemigos de la cruz de Cristo.
Nezareth Casti Rey la escucha desde el segundo piso de su casa. Detr¨¢s de una puerta, no se le puede ver, pero debe estar asintiendo con la cabeza porque todo eso que dice su madre, ¨¦l lo sabe, es parte de la promesa de Dios.
* * *
- ?Qu¨¦ pasa cuando alguien te dice que no cree en Dios? -le pregunto antes de ir a su clase de f¨²tbol.
-Cuando yo choco con muchas de estas personas yo les digo as¨ª: ?T¨² ves el aire? No, no lo veo. ?Pero lo sientes? Claro que lo siento. As¨ª es Dios.
Es viernes, cinco de la tarde, y en El Milagro, a quince minutos de Trujillo, hace suficiente fr¨ªo como para querer apurar la clase de f¨²tbol. Los otros ni?os tambi¨¦n se sientan a un lado del campo pero, a diferencia del predicador, forman grupos y bromean entre ellos, huev¨®n, huevada, conchetum¨¢quina, dicen, te meto un combo, huev¨®n y se r¨ªen y Nezareth, que ahora mismo est¨¢ solo, no. Pero ¨¦sta es su clase de f¨²tbol y ¨¦l ha dicho, camino a la cancha:
-Soy un ni?o normal, tan igual como cualquier ni?o del mundo.
El predicador, sin embargo, ya ni siquiera es un ni?o y menos es uno m¨¢s. Su mayor normalidad quiz¨¢ consista en hacer dos cosas t¨ªpicas de un chico de su edad, y eso puede confundir a quienes lo ven desde arriba: ir al colegio (por evidente obligaci¨®n) y jugar al f¨²tbol (porque su padre dice: "Es bueno que Nezareth juegue con ni?os que no tienen su creencia"). El tama?o es enga?oso y Nezareth Casti Rey, cuando no est¨¢ predicando, parece disfrutar de esa relativa normalidad hablando con su propio tono de voz, dejando a un lado la Biblia, y movi¨¦ndose con tanta lentitud que parecer¨ªa que le pesara la vida. El escenario lo transforma en Ni?o Predicador con man¨ªas de adulto.
Sus compa?eros de aula, en el colegio, saben que Nezareth Casti Rey se ausenta de clases cada cierto tiempo para cumplir con una agenda de presentaciones en Venezuela o M¨¦xico o Chile o Estados Unidos o Ecuador o Bolivia o Rep¨²blica Dominicana o Puerto Rico, pa¨ªses que la mayor¨ªa de ellos apenas conoce de o¨ªdas. Saben que Nezareth est¨¢ exonerado del curso de Religi¨®n, que por suerte no debe memorizarse el Catecismo, y que no le reza a la gu¨ªa y protectora de la instituci¨®n, la Virgen del Carmen. Sus compa?eros saben sobre todo que Nezareth Casti Rey estudia all¨ª, en un colegio cat¨®lico y c¨¦ntrico de Trujillo, porque antes, cuando estudiaba en otro colegio, trataron de secuestrarlo. Por eso la familia cree que por seguridad es mejor no decir el nombre del actual colegio, ni la direcci¨®n exacta de su casa, ni c¨®mo se llama la academia de f¨²tbol donde ahora, en este instante, Nezareth ha empezado la lecci¨®n del d¨ªa como un chico cualquiera: trabajos de coordinaci¨®n.
El Ni?o Predicador, con la pelota, es bastante descoordinado.
-Fueron con armas a la casa, quer¨ªan plata -dice el pap¨¢, Andr¨¦s Castillo, que est¨¢ a un lado del campo observando los movimientos de su hijo-. Pero no pas¨® nada.
Para un evang¨¦lico, tener dinero es una bendici¨®n de Dios. No est¨¢ mal ni tiene por qu¨¦ sentirse culpable: si trabaja, Dios quiere que tenga dinero, y el resto de su comunidad celebrar¨¢ su suerte. Los predicadores -los hay en todo el mundo- suelen ganar bien si son exitosos; es decir, si congregan a mucha gente. Y eso ocurre porque Dios glorifica y bendice. Como a Nezareth, por ejemplo. "Predicar es mi trabajo y mi profesi¨®n", ha dicho ¨¦l desde los suburbios de la normalidad, y ahora le toca patear a un arco sin arquero: trabajos de precisi¨®n.
El Ni?o Predicador no es muy bueno pateando al arco.
Mientras que un pastor gu¨ªa en la fe a sus ovejas, la tarea de un predicador consiste en dar a conocer el mensaje: convencerte de que su fe es la que debes profesar. Nezareth Casti Rey admira a muchos predicadores internacionales, y de ellos ha adoptado el modo de dirigirse a las masas. "Yo no quiero ser como ellos, quiero ser mejor que ellos", dir¨¢ despu¨¦s, de regreso a casa. El mejor manual pr¨¢ctico para la pr¨¦dica es la observaci¨®n. Observe. Nezareth Casti Rey ha visto muchos videos. Pero se pueden ver miles de videos y jam¨¢s ser un buen predicador, as¨ª como se pueden ver miles de partidos de f¨²tbol y jam¨¢s aprender a patear bien una pelota. Nezareth Casti Rey deber¨ªa de saberlo: hay gente que necesita salvaci¨®n, que se empacha de autoayuda, que est¨¢ sola y enferma, que sufre, que no ve un futuro, y entonces se entrega.
Ser un talentoso ni?o predicador puede ser muy rentable. "Hay gente que fue impactada por el mensaje y le da mil d¨®lares, cinco mil, una casa, un auto", dice ?scar Quispe Vigo, evang¨¦lico, ex alcoh¨®lico social convertido a Cristo, seg¨²n ¨¦l, una fuente que se suele consultar en Trujillo para hablar de su religi¨®n. Cuando Wanda Rol¨®n invita a Nezareth a Puerto Rico pide a los miles de fieles que se congregan en sus presentaciones que den dinero a la familia Castillo Valderrama. "Dinero para bendecirlos", ha dicho, est¨¢ en los videos. Hay predicadores evang¨¦licos que piden a los fieles dar el billete m¨¢s grande que tengan en el bolsillo como ofrenda. A veces los acusan de estafar a la gente con el viejo cuento de la salvaci¨®n, pero el obrero, dir¨¢n, es digno de su salario, y no hay de qu¨¦ avergonzarse. Las iglesias del mundo, cuando invitan a Nezareth, tambi¨¦n pueden hacer ofrendas voluntarias, pero en ese caso, a diferencia de las ofrendas de los fieles, "el dinero se lo das en un sobre en las manitas", te dir¨¢ una voz por tel¨¦fono.
Nezareth Casti Rey no es un ni?o normal. Predica; es decir, gana dinero. El Ni?o Predicador no es m¨¢s que un ni?o que trabaja. Y hoy, en la clase de f¨²tbol, no mete goles: de siete disparos al arco, sin arquero, el predicador s¨®lo ha metido dos. As¨ª hasta que termina la clase.
-?Qu¨¦ tal si vamos a comer un s¨¢nguche? -dice el pap¨¢.
-Yo quiero de pavo -se adelanta Nezareth, muerto de hambre.
Minutos despu¨¦s, estacionados frente a la tienda de s¨¢nguches, el Ni?o Predicador dir¨¢ que la pr¨¦dica es su oficio, pero ¨¦l es un ni?o normal al que tambi¨¦n le gustar¨ªa probar otras cosas.
-Me gustar¨ªa, no s¨¦, ser futbolista de repente.
* * *
Es domingo por la noche y vamos a Paij¨¢n, all¨ª donde todo empez¨®. En la camioneta de pap¨¢ suena una de las canciones del Ni?o Predicador y Nezareth la est¨¢ cantando en voz baja, Cristooo es la soluci¨®n, para todo problema. Adelante, viajan pap¨¢ y mam¨¢. Atr¨¢s, en dos filas de asientos, estamos el pastor Neri Basilio, amigo de la familia; Nezareth, que canta; Tirza Devid, su hermana menor; y yo, que le pregunto al predicador:
-?Ya no tienes la voz de antes, no?
-No, ya no me sale bien esa canci¨®n.
-Es que ya no eres un ni?o, ya no eres el Ni?o Predicador.
-Ahora soy el joven predicador -dice despu¨¦s de un largo silencio.
Hay ni?os predicadores en todo el mundo, y la historia de Nezareth Casti Rey tambi¨¦n es fascinante por ser igual a otras. En el conjunto est¨¢ la peculiaridad: algo est¨¢ ocurriendo, creen los evang¨¦licos, quienes adoctrinan a los ni?os en su religi¨®n, los instruyen en la Biblia y no hay nada extraordinario ni milagroso en ello. Es casi un acto de sobrevivencia frente a otras religiones m¨¢s antiguas y poderosas y gobernadas por adultos: un ni?o evang¨¦lico puede garantizar la continuidad de su religi¨®n, que est¨¢ en franco ascenso demogr¨¢fico, y a los cinco a?os de edad ya es capaz de hablar de Dios con la misma naturalidad con la que pide chocolates.
En Brasil, Ana Carolina Dias es una ni?a que predica desde los dos a?os. La pastora m¨¢s peque?a del mundo, le han dicho, y se cree que sana enfermedades incurables, entre ellas el sida. En el mismo pa¨ªs, Marcos Ferreira do Santos, de diecis¨¦is a?os, expulsa demonios desde que ten¨ªa cinco. En Panam¨¢, los hermanos Dailyn y Kevin Pati?o predican desde los dos y tres a?os de edad. Son hijos de un pastor que, cuando sus ni?os predicaron por primera vez, dijo: "El Esp¨ªritu Santo dirigi¨® todo". En Estados Unidos, es famoso el caso del ni?o Terry Durham, The Little Man of God, quien no s¨®lo predica, sino que lo hace con un ritmo gospel que incita al baile. En Lima, Per¨², donde hay m¨¢s de tres millones de evang¨¦licos, hubo en el 2007 un Festival Evang¨¦lico de Ni?os Predicadores al que asistieron seis mil ni?os. Un a?o antes, en Ecuador, las iglesias evang¨¦licas informaron que contaban con noventa y ocho ni?os predicadores. Ahora, camino a Paij¨¢n, el Ni?o Predicador, Nezareth Casti Rey, dice que tiene dos corbatas sin prendedor. La que tiene puesta y otra m¨¢s clara.
Falta una media hora para llegar a Paij¨¢n, cuando se siente un golpe en la parte delantera de la camioneta.
-Creo que atropellamos un gato -dice Andr¨¦s Castillo, bajando la velocidad.
-?O fue un zorro? -pregunta su mam¨¢, asustada.
Afuera s¨®lo se ve la oscuridad de la noche y la carretera apenas iluminada por la luna. El pap¨¢ quiere detenerse, pero al final le parece una mala idea.
-De repente fue una pelota -dice.
-Lo mataste, Andr¨¦s.
-?Qu¨¦, matamos a un gato, pap¨¢? -pregunta Nezareth.
Y se r¨ªe. Se r¨ªe mucho. Casi como un ni?o. Le parece gracioso que su pap¨¢, que no mata ni una mosca, haya matado a un gato.
Marisela Valderrama, pasado el susto, recuerda que la primera vez que Nezareth predic¨®, all¨¢ en Paij¨¢n, justo acababa de morir Lazi, una perra que ellos criaban. La perra se hab¨ªa escapado y en alguna parte del pueblo comi¨® veneno y entonces Nezareth, que quer¨ªa tanto a la Lazi y ten¨ªa tan s¨®lo tres a?os, dijo en su primera pr¨¦dica: Arrepi¨¦ntanse de sus pecados porque si no van a morir como la perrita. Todos se r¨ªen en la camioneta. Experto desde ni?o en hilar lo sagrado con lo pagano, a trav¨¦s de un perro que se escap¨® de su casa Nezareth pod¨ªa explicar las consecuencias del pecado. Memorizaba p¨¢rrafos b¨ªblicos -le¨ªdos por su madre- pero expon¨ªa, a trav¨¦s de ellos, un tema de actualidad: la prensa, llena siempre de malas noticias, era perfecta para detectar moralejas. El secreto de su pr¨¦dica es un fen¨®meno tan interno que ¨¦l s¨®lo lo entiende as¨ª: "La explicaci¨®n te viene a la mente y uno comienza a hablar". Nezareth Casti Rey empez¨® a hablar en Paij¨¢n, luego en Trujillo, despu¨¦s viaj¨® en aviones y lleg¨® as¨ª el dinero para su familia: la bendici¨®n de Dios.
La camioneta se estaciona y Marisela Valderrama dice:
-Bienvenido a mi Paij¨¢n, donde todo empez¨®.
Unas cuarenta personas han llegado esta noche a la iglesia "Dios es amor" para ver al Ni?o Predicador, incluyendo a un mendigo jorobado y sucio que parece impaciente por saludarlo. En la entrada de la iglesia, dos chicas de quince se miran entre ellas. ?l les parece atractivo. La ¨²ltima vez que lo vieron, dice una de ellas, "Nezareth era un enano".
Nezareth Casti Rey baja de la camioneta y saluda a todos con una reverencia. El mendigo rompe el protocolo improvisado, lo abraza y le dice algo al o¨ªdo. Andr¨¦s Castillo, dice:
-Todos quieren tocar a mi Nezareth.
Hace unas horas se avis¨® por la radio del pueblo que ¨¦l vendr¨ªa. El pastor de Paij¨¢n, Enrique Linares, una camisa blanca y un pantal¨®n negro, cree que si le hubiesen dado unos d¨ªas, la iglesia se hubiese llenado "porque todos quieren escuchar la palabra de Dios a trav¨¦s de ¨¦l". La iglesia son cuatro paredes con bancas de madera; hay una c¨¢mara filmadora, un teclado electr¨®nico que suena muy electr¨®nico y flores artificiales por todas partes. En el p¨²lpito, una peque?a elevaci¨®n respecto al resto de la sala, hay sillas de pl¨¢stico para la familia de Nezareth, invitados de honor, y de un momento a otro todos est¨¢n cantando, felices, y "Padre santo, bendice a tu hijo Nezareth", dice el pastor Linares levantando la mano derecha. Gloria a Dios, responde la sala. Nezareth Casti Rey escucha todo de pie, recitando algo en voz baja y con la mano derecha levantada a media altura. Se mueve en c¨ªrculos sobre su propio sitio, hasta que le toca hablar.
-Sabemos que Dios es un Dios de promesas -dice Nezareth Casti Rey, el Ni?o Predicador, con una seriedad que hace juego con su corbata.
-?Gloria a Dios! -grita la gente.
-Fue aqu¨ª donde todo comenz¨®, Dios as¨ª lo planific¨®, estuvo dentro del coraz¨®n de Dios, dentro del plan del Se?or y s¨¦ que si esto es de Dios, nadie lo puede destruir.
-?Gloria a Dios!
El pastor Neri Basilio, tambi¨¦n en las sillas de invitados de honor, pide a quienes se sientan enfermos que pasen adelante. La mitad de la iglesia hace lo que ¨¦l dice. "Ponga su mano donde le duele", contin¨²a el pastor Basilio. Nezareth Casti Rey est¨¢ de pie frente a ellos. Levanta ambas manos, cierra los ojos, se concentra. Antes ha dicho, camino a Paij¨¢n, que en Chile, gracias a su poder de sanaci¨®n, hizo o¨ªr a una ni?a sorda.
-Te pedimos que pongas la mano celestial en aquella herida, en aquella enfermedad, Se?or -dice ahora.
-?Gloria a Dios!
-Me dol¨ªan las plantas de mis pies y ya no me duelen -grita una mujer de unos cuarenta a?os.
-?Gloria a Dios!
-Me dol¨ªa la cabeza y el coraz¨®n y ya no me duelen -dice otra.
-?Gloria a Dios!
-Me dol¨ªan mis piernas y ya no.
Nezareth Casti Rey regresa a su lugar y seguir¨¢ hablando en voz baja, o quiz¨¢ s¨®lo moviendo los labios, lentamente, hasta el final de la ceremonia. Luego saldr¨¢ de la iglesia rodeado de gente que quiere tocarlo y subir¨¢ a la camioneta haciendo adi¨®s con la mano. Un mendigo se despedir¨¢ de ¨¦l pegando su rostro a la luna. Y la camioneta se alejar¨¢ de Paij¨¢n, donde todo empez¨®, y Nezareth Casti Rey dejar¨¢ de ser por fin y para siempre el Ni?o Predicador, se relajar¨¢ en su asiento, pondr¨¢ la Biblia a un lado y entonces se reir¨¢ solo, muerto de risa como si acabara de recordar un buen chiste.
-?Pap¨¢?
-Dime, Nezareth.
-?Matamos al gato, no?
Daniel Titinger (Lima, 1977) es director editorial de la revista peruana Etiqueta Negra
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