El nuevo mapa electoral colombiano
Las ¨²ltimas elecciones presidenciales colombianas se decidieron, en gran medida, por el qu¨¦ hacer con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Seriamente averiadas y al borde de la desarticulaci¨®n, las FARC pueden ser, otra vez, el gran tema electoral de aqu¨ª a 2010.
La liberaci¨®n de Ingrid Betancourt, si bien no replantea dr¨¢sticamente la actual correlaci¨®n de fuerzas pol¨ªticas, s¨ª modifica las expectativas para las elecciones de 2010. Hay que esperar, sin embargo, que las aguas vuelvan a su nivel. Que el pa¨ªs, las fuerzas uribistas y de la oposici¨®n leal y la misma Ingrid Betancourt asimilen el nuevo giro del rescate del 3 de julio y le den un significado electoral m¨¢s preciso.
En Colombia, como en la vecina Venezuela, los presidentes llenan casi todo el espacio pol¨ªtico. Caudillos, uno de signo negativo y otro positivo (el lector decidir¨¢ qui¨¦n es qu¨¦) han creado el nuevo campo magn¨¦tico de la bipolaridad populista en el norte de Suram¨¦rica. El giro en Colombia es que Betancourt emerge del cautiverio en la selva no s¨®lo como una hero¨ªna nacional, sino como una dirigente imbuida de una misi¨®n trascendental, convencida de que tiene un destino que cruza por la reconciliaci¨®n fundamental de los colombianos.
Su mensaje es que, sin renunciar a la mano dura de Uribe, Colombia necesita algo m¨¢s que mano dura. Este matiz descoloca a todos los protagonistas de la pol¨ªtica colombiana. Empieza por el lenguaje pol¨ªtico: "Hemos llegado al momento en que es necesario cambiar ese vocabulario radical, extremista, de odio", le dice a Uribe. Y a?ade: "El final de las FARC es el restablecimiento de la paz en Colombia. Para m¨ª, la paz pasa por unas transformaciones sociales". La dimensi¨®n internacional del mensaje es igual de tajante. El eje Bush-Uribe queda insuficiente, parece demasiado cerrado. Seg¨²n Betancourt, en la b¨²squeda de la paz es menester la apertura. Incluir a otros gobiernos en Suram¨¦rica y atravesar el Atl¨¢ntico para encontrar a Europa a trav¨¦s de Francia. Esto cuando el Comisionado de Paz colombiano dice lo contrario y plantea un contacto directo entre el Gobierno y las FARC.
El matiz de Betancourt resulta una carga de profundidad en la bilateralidad excluyente de la actual diplomacia colombiana. Pero va m¨¢s all¨¢ de la diplomacia. Plantea una concepci¨®n m¨¢s amplia de para qu¨¦ debe servir la pol¨ªtica cuando de pacificar la sociedad colombiana se trata.
Puestos en el mapa electoral colombiano, ?se forjar¨¢ Betancourt como la figura nacional alternativa que, con Uribe o contra Uribe, empiece a recortarle los espacios discursivos y simb¨®licos y, ante todo, la gravitas? ?Puede traducirse en votos?
Amanecer¨¢ y veremos.
Marco Palacios es historiador colombiano.
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