Trampas, felon¨ªas e indolencias
El Pa¨ªs Valenciano no es Marbella ni por fortuna tiene m¨¦ritos todav¨ªa para ser incluido en el retablo mundial de la especulaci¨®n y criminalidad que Misha Glenny describe en su desveladora obra McMafia (Destino). Entre nosotros, y despu¨¦s del fulgor hist¨®rico que nos leg¨® un brillante y lejano pasado, tanto los negocios como los trapicheos y las empresas parecen prolongar el arraigado modelo del minifundio agrario, a tenor del cual toda iniciativa resulta como m¨¢s encogida o acaso comedida. Nuestra idiosincrasia est¨¢ en realidad ahormada por la median¨ªa, tanto en la virtud como en el esc¨¢ndalo. Aunque de uvas a peras se producen excepciones estrepitosas, por ello mismo, m¨¢s chocantes. Tal ha sido esta maniobra u operaci¨®n que acaba de registrarse en La Vila Joiosa a prop¨®sito de ese dechado de infracciones urban¨ªsticas que es el complejo hotelero Atrium Beach.
Se recordar¨¢ que este nunca mejor dicho desmesurado edificio fue objeto en 2004 de la mayor multa urban¨ªstica de la historia impuesta por estos pagos por haber construido 11 plantas de m¨¢s (?ni nada menos!) mientras que el Ayuntamiento del PP miraba hacia otro lado o ignoraba c¨®mo paralizar las obras. El Consell de la Generalitat, en cambio, s¨ª afront¨® en su momento el problema y acord¨® una sanci¨®n de 12 millones largos de euros, lo que permiti¨® a las autoridades auton¨®micas sacar pecho por el rigor de la misma. Ahora, sin embargo, el Tribunal Superior de Justicia acaba de anularla por motivos formales, lo que propicia no pocas sospechas. Y la primera de ellas consiste en que los supuestos incumplimientos que los juzgadores constatan no sean m¨¢s que parte de la trama o trampa dise?ada para dejar sin efecto el ostentoso correctivo y consumar el desafuero arquitect¨®nico. No hay m¨¢s grande ni mejor negocio que el que se apoya en la complicidad del Gobierno, escribe el especialista en mafias arriba citado. Depurar responsabilidades contribuir¨ªa a sanear la miasma que desprende este singular asunto, del que por ahora nadie ha ido al trullo ni ha pagado un euro, lo que tampoco resulta demasiado asombroso por estos lares y semejantes enredos.
Al calor del ladrillo, a pesar de sus horas bajas, la semana nos ha deparado otros episodios con vitola de indecencia al tiempo que expresivos de la laxa moral p¨²blica vigente. Nos referimos a dos casos de transfuguismo igualmente condenables, registrados en Silla, donde el alcalde del PSPV ha sido beneficiado por la felon¨ªa de un edil popular y, en D¨¦nia -donde un veterano socialista, ¨¦mulo de la m¨¢s se?era de las tr¨¢nsfugas, la benidorm¨ª Maruja S¨¢nchez- ha dado el Gobierno local al PP. En el horizonte de esta maniobra est¨¢ la redacci¨®n del Plan de Ordenaci¨®n Urbana y, obviamente, los intereses del gremio promotor, que son a la postre los que a menudo cortan el bacalao para descr¨¦dito de la clase pol¨ªtica y especialmente de los dos grandes partidos, incapaces de respetar sus propios acuerdos contra los tr¨¢nsfugas, restaurando de este modo y en lo posible el muy menguado prestigio de los gestores municipales. Claro que el remedio id¨®neo ser¨ªa el castigo en las urnas, aunque por desgracia y por estas tierras la honradez no suele recompensarse con los votos y as¨ª le luce el pelo a la democracia.
A ese descr¨¦dito, precisamente, ha contribuido la redada realizada estos d¨ªas pasados en Benitatxell, otro municipio de La Marina Alta, pr¨®ximo a D¨¦nia, donde la Guardia Civil detuvo al alcalde, una concejala de origen austriaco y un promotor alem¨¢n -perfectamente asimilados, como es evidente- por los supuestos delitos de prevaricaci¨®n y cohecho tan propios de la cleptocracia urban¨ªstica que ha prosperado por doquier. Un suceso ciertamente notable por la aparatosidad medi¨¢tica de la detenci¨®n, pero apostar¨ªamos que abocado a diluirse en el olvido como tantos esc¨¢ndalos e imputaciones que han sido flor de un d¨ªa a lo largo del litoral valenciano. Entre los prop¨®sitos del Gobierno auton¨®mico nunca ha estado el saneamiento de la corrupci¨®n, respecto a la cual siempre ha observado una actitud autista y distante, como si no le ata?ese, con la colaboraci¨®n, eso s¨ª, de la desarmada justicia, indolente opini¨®n p¨²blica y cautiva -de sus propias flaquezas- oposici¨®n pol¨ªtica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.