"La liberaci¨®n de Ingrid simboliza la liberaci¨®n del pa¨ªs"
El tipo es educado. Lo demuestra con la due?a del local.
-D¨ªgame una cosa, pero sea sincera conmigo. ?C¨®mo hacen los frijoles?
-Pues al estilo paisa...
-Ya, ?y qu¨¦ le echan?
Redoble de tambores. Resulta que Juanes, la superestrella del pop latino, se encuentra en un restaurante colombiano. Sonre¨ªa al entrar, con su pelo perfectamente disparado y su barba de dos d¨ªas. Ha tomado la carta relami¨¦ndose. Desde que sali¨® de gira en diciembre, no ha parado en su tierra. "Vamos a pedir fuerte", avisa, "una bandeja paisa". Un plato antioque?o, como ¨¦l, t¨ªpico de campesinos; lleva huevo, cortezas de cerdo, chorizo, arroz. Y los dichosos frijoles. Por ellos, Juanes se va a echar las manos a la cara cuando la due?a del restaurante le diga:
El cantante aborda temas sociales, pero dice que no se siente comprometido
-Echamos manitas de cerdo.
-?No me diga eso! ?Le echan la garra? No puede ser. T¨² sabes que yo llevo toda mi vida peleando con mi mam¨¢ por eso. Ay, por favor, no le eche eso a los frijoles.
El artista acaba pidiendo ternera; la carne, muy hecha, "a lo puro colombiano". Se consuela encargando entrantes y luego explica el trauma con la garra. A Juanes, hijo de un ganadero, le toc¨® desde ni?o asistir a la matanza del marrano. Al poco, abr¨ªa la nevera y le sonre¨ªa el cerdo entero, colgado, pero por partes.
Entonces viv¨ªa en Medell¨ªn.Bono, el cantante de U2, se le acerc¨® con esa excusa hace tres semanas en Jap¨®n, donde coincidieron en un acto contra la pobreza: "T¨² eres de Colombia, de Medell¨ªn, ?verdad?", pregunt¨® el irland¨¦s, y charlaron un par de horas de pol¨ªtica colombiana, de Hugo Ch¨¢vez, de los secuestrados por la guerrilla.
Juanes no se considera un artista comprometido, pero lleva el sello de los a?os m¨¢s violentos de los carteles de la droga, los ochenta, cuando en su ciudad hab¨ªa toque de queda y los chavales se reun¨ªan siempre a cubierto. A ¨¦l le dio por el metal y form¨® una banda. Ah¨ª empez¨® su inquietud por los temas sociales, dice, con la m¨²sica. En m¨¢s de una ocasi¨®n ha cantado a los prisioneros: "Sue?o libertad para todos los que est¨¢n / secuestrados hoy en medio de la selva".
As¨ª se posa en la mesa el tema ineludible, el de quienes ya no est¨¢n en la selva: "Despu¨¦s de seis a?os secuestrada, ?c¨®mo habla Ingrid [Betancourt]! Hemos conversado ya dos veces. Le pregunt¨¦ por los guerrilleros, quer¨ªa saber por qu¨¦ est¨¢n all¨ª. Ella me dijo: 'Falta de oportunidades". El cantante a?ade que en la Colombia campesina, o te matan o pisas una mina antipersona o te unes a la guerrilla. "Pero mi hermano no se imagina la felicidad que tengo. La liberaci¨®n de Ingrid y del resto es un s¨ªmbolo de la liberaci¨®n de Colombia, el comienzo del fin de casi 50 a?os de una violencia que ha hecho que todos ellos est¨¦n aqu¨ª hoy". Entonces se?ala al resto de mesas; casi todos son colombianos con su men¨² de nostalgia sobre el mantelito. No le han quitado ojo al ¨ªdolo, pero se han contenido. S¨®lo cuando llega el queso con dulce de guayaba, sin¨®nimo de postre y despedida, sus compatriotas lo acosan con m¨®viles.
Juanes comi¨® poco. Un par de bocados a la ternera. "Estaba poco hecha", se excus¨®. Quiz¨¢ le record¨® la matanza del cerdo. O quiz¨¢ surtiera efecto el grito de su mon¨ªsima relaciones p¨²blicas: "?De aqu¨ª, directos al gym!".
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