Hegemon¨ªa
En Estados Unidos se est¨¢ produciendo un debate sobre si el candidato dem¨®crata, Barack Obama, est¨¢ traicionando las bases ideol¨®gicas y pol¨ªticas con las que consigui¨® (en el proceso de nominaci¨®n) una gran influencia social, atrayendo a muchas personas y organizaciones poco propicias a entrar en los espacios de la pol¨ªtica convencional. Parece claro que ello responder¨ªa a un mayor ¨¦nfasis en la estrategia electoral que acercar¨ªa a potenciales votantes situados en posiciones m¨¢s centristas que las que el discurso de Obama de estos ¨²ltimos meses permitir¨ªa atraer. Aunque ello pueda comportar p¨¦rdidas en su capacidad de representar otra manera de entender la pol¨ªtica. Desde presupuestos normativos muy distintos, el Partido Popular tiene tambi¨¦n significativos dilemas. ?Est¨¢ traicionando Rajoy los fundamentos sobre los que se ciment¨® la recuperaci¨®n pol¨ªtica del PP que Aznar lider¨® a finales de la d¨¦cada de 1990? Pero, de mantenerse fiel a esa herencia, ?no estar¨ªa lanzando definitivamente por la borda la posibilidad de ampliar su espacio de alianzas en el terreno pol¨ªtico y social y, en definitiva, sus posibilidades futuras de victoria? El reciente congreso de Converg¨¨ncia Democr¨¤tica ha estado presidido por la apuesta de Artur Mas y sus seguidores por recuperar una centralidad perdida en la sociedad y en la pol¨ªtica catalana. Pero, por ahora, su replanteamiento parece estrictamente t¨¢ctico, buscando ampliar los l¨ªmites de su espacio pol¨ªtico, asediados por una temblorosa Esquerra en el eje soberanista y un Partido Popular con ganas de recobrar credibilidad y espacios en el eje izquierda-derecha catal¨¢n. En puertas del congreso del PSC, ni la aparente tranquilidad que da una fuerza institucional sin precedentes en cualquier rinc¨®n del pa¨ªs les est¨¢ evitando el seguir lidiando con sus fantasmas particulares en relaci¨®n con el difuso espacio social del catalanismo pol¨ªtico, buscando centralidad social y pol¨ªtica en el complicado juego de fidelidades al que est¨¢n obligados en la permanente tensi¨®n pol¨ªtica espa?ola-pol¨ªtica catalana. La gente de ICV va calentando motores ante una asamblea en pleno oto?o que se augura complicada, ya que a algo y a alguien deber¨¢ atribuirse el impasse reflujo de esta formaci¨®n pol¨ªtica (y no anda el escenario sobrado de voluntarios para tal eventualidad), sin que est¨¦ tampoco claro qu¨¦ cambio de estrategia ser¨ªa el m¨¢s adecuado para ampliar su espacio de influencia social y pol¨ªtica.
No existe un proyecto pol¨ªtico en Catalu?a que disponga de suficiente hegemon¨ªa social
M¨¢s all¨¢ de cada una de esas coyunturas, todas distintas, todas peculiares, lo que se produce es una constante tensi¨®n por relacionar el espacio pol¨ªtico considerado como propio con la capacidad de seguir conectando con las sensibilidades sociales que se quieren representar. La pugna se sit¨²a, pues, en la capacidad de mantener el perfil propio y al mismo tiempo conseguir que m¨¢s gente vea proyectadas sus preocupaciones y valores en ese perfil. Si se parte de la hip¨®tesis de que el poder de transformar la sociedad seg¨²n los puntos de vista de la formaci¨®n pol¨ªtica en la que uno participa no se basar¨¢ en un asalto a las instituciones, sino en articular una mayor¨ªa social que comparta tus ideas y propuestas, ello pone en el centro del escenario pol¨ªtico la pugna por la hegemon¨ªa. Y esa hegemon¨ªa no est¨¢ forzosamente relacionada con el tener o no el poder pol¨ªtico-institucional. El t¨¦rmino hegemon¨ªa viene del griego, y alude a los mandos militares que dispon¨ªan de poder absoluto, no s¨®lo en el campo de la violencia organizada, sino tambi¨¦n en el campo econ¨®mico y cultural, gracias al prestigio de que gozaban y al grado potencial de intimidaci¨®n que desprend¨ªa su poder. Estamos, pues, refiri¨¦ndonos a una potencia sin perfiles jur¨ªdicos o institucionales espec¨ªficos, situada de manera imprecisa entre la simple influencia y el concreto dominio. Y ¨¦sa ha sido la manera como se ha usado el concepto en el campo de las relaciones entre estados. Pero, en clave sociopol¨ªtica y partiendo de Gramsci, podemos referirnos a hegemon¨ªa como la capacidad de direcci¨®n intelectual y moral en virtud de la cual una fuerza pol¨ªtica logra adquirir el cr¨¦dito social suficiente como para, leg¨ªtimamente, liderar un proyecto colectivo de futuro. Y es en ese sentido en el que la aportaci¨®n gramsciana resulta tan actual, al ir m¨¢s all¨¢ del puro dominio institucional (qui¨¦n controla el poder formalmente instituido), y referirse a la necesaria supremac¨ªa social para quienes aspiren a transformar la realidad. No es lo mismo ser una fuerza dominante que ser una fuerza dirigente. Para eso ¨²ltimo es preciso disponer de amplias complicidades sociales que permitan ejercer esa capacidad de direcci¨®n pol¨ªtica.
Las dificultades que atraviesan el conjunto de las fuerzas pol¨ªticas catalanas no est¨¢n directamente relacionadas con sus cuotas respectivas de poder institucional. Es evidente que es mucho m¨¢s f¨¢cil afrontar el mal tiempo desde el abrigo que ofrece el disponer de poder institucional que tenerlo que soportar desde la g¨¦lida oposici¨®n. Pero ni una ni otra situaci¨®n explican las dificultades de las formaciones pol¨ªticas para conectar y representar una sociedad catalana que ha cambiado y sigue cambiando a un ritmo endiablado. Si no se sabe muy bien cu¨¢les son los latidos, las esperanzas y los sue?os de quienes quieres representar, y tampoco sabes muy bien qu¨¦ valores y proyectos proponer ante las grandes incertidumbres del momento actual, no es f¨¢cil que el proyecto pol¨ªtico que representas adquiera la influencia y hegemon¨ªa social absolutamente necesarias para asentar de manera s¨®lida el poder institucional adquirido o por adquirir. El momento que vivimos exige ir m¨¢s all¨¢ de tacticismos y de piruetas m¨¢s o menos imaginativas. No es un problema de liderazgos personales, es un problema de capacidad de conexi¨®n entre las nuevas realidades sociales del pa¨ªs y los proyectos y valores que se ofrecen como perspectiva en la que confiar. Dec¨ªa el historiador brit¨¢nico Alan J. P. Taylor que muchas veces los que prefieren el poder a la influencia social acaban perdiendo ambas cosas. No creo que exista hoy un proyecto pol¨ªtico en Catalu?a que disponga de suficiente hegemon¨ªa social, porque en el fondo falta claridad sobre d¨®nde estamos y hacia d¨®nde queremos ir. Y sin esa capacidad de construir hegemon¨ªa, s¨®lo queda la pura competencia por el poder institucional.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.