Hay que gobernar la globalizaci¨®n
Deber¨ªan crearse grandes ¨¢reas con democracia, libertad comercial y cohesi¨®n social que ganasen terreno a la 'selva'. Una podr¨ªa estar formada por la Uni¨®n Europea, Estados Unidos y Am¨¦rica Latina
Cuando los retos y los problemas son globales y los instrumentos para resolverlos son, en esencia, nacionales, su soluci¨®n es inviable. Si a?adimos que mientras las grandes finanzas y multinacionales operan en mercados mundiales, los poderes pol¨ªticos lo hacen en sus respectivas soberan¨ªas, el gobierno del inter¨¦s general est¨¢ en precario y, en ocasiones, como la actual, se alcanzan situaciones de desorden. Lo estamos viendo con la crisis financiera ocasionada por las primas basura de Estados Unidos; con la subida espectacular de los precios de los alimentos provocada por m¨²ltiples factores, entre ellos, la especulaci¨®n; los efectos de un cambio clim¨¢tico que nadie es capaz de afrontar en coordinaci¨®n; la crisis de la energ¨ªa que golpea al conjunto del sistema, o unos flujos migratorios, cuyo origen radica en las brutales diferencias de desarrollo, y ante los que hace frente cada pa¨ªs como puede, en ocasiones, chocando con los derechos humanos.
Es una peligrosa quimera pensar que una sola potencia, EE UU, puede poner orden en el mundo
Un objetivo espa?ol alcanzable ser¨ªa el nacimiento de un gran espacio euroamericano
Ser¨ªa ingenuo pretender que pudi¨¦semos contar con un "gobierno mundial" democr¨¢tico. Ni la ONU, el FMI, el Banco Mundial ni la OMC cumplen ese papel, aunque intenten intervenir, a veces de forma equivocada, para paliar los efectos de la carencia de normas con alcance global. Lo que s¨ª ser¨ªa factible es ir creando grandes ¨¢reas de gobernanza democr¨¢tica, con libertad comercial y cohesi¨®n social, que vayan ganando terreno a la selva en que se ha convertido el mundo econ¨®mico internacional. Parece que se nos ha olvidado que hubo una ¨¦poca en que, a nivel del Estado naci¨®n, imperaba el "dejar hacer, dejar pasar, pues el mundo caminaba por s¨ª mismo", y ello condujo a conflictos sociales internos y guerras externas. Se comprendi¨® que era necesaria una cierta dosis de intervenci¨®n de los poderes p¨²blicos para corregir los graves desbarajustes que produc¨ªa el mercado dejado a su lib¨¦rrima inclinaci¨®n. Ese fue el gran pacto social y pol¨ªtico de la posguerra europea.
En efecto, una parte de Europa comprendi¨® que era necesario unirse no s¨®lo para ser relevante en un mundo interdependiente o evitar los desastres de las guerras, sino porque la ¨²nica manera de gobernar la globalizaci¨®n es por medio de amplias integraciones en base a instituciones democr¨¢ticas, libertad de factores de producci¨®n y cohesi¨®n social. Un ejemplo de c¨®mo se puede abordar la gran cuesti¨®n de la gobernanza de la globalizaci¨®n en un espacio determinado que comprende ya a 500 millones de personas. Un gobierno todav¨ªa incompleto, pues le falta rematar aspectos pol¨ªticos, pero que supone un ¨¦xito sin precedentes.
Ahora bien, la existencia de la Uni¨®n Europea no resuelve los problemas de la administraci¨®n de lo global. Como resulta una peligrosa quimera creer que una superpotencia -Estados Unidos- pod¨ªa poner orden en este convulso mundo. A lo que ha conducido esta pretensi¨®n es a que Estados Unidos se haya transformado de una parte esencial de la soluci¨®n en una parte del problema general. Hemos asistido, as¨ª, al fracaso de la arrogancia de resolver los problemas por v¨ªa unilateral, si bien no hemos podido levantar un eficaz sistema multilateral. La conclusi¨®n es que la sociedad de la globalizaci¨®n est¨¢ sin gobierno y, en consecuencia, todo desarreglo, disfunci¨®n, especulaci¨®n, trapacer¨ªa o violencia puede encontrar su asiento sin mayor impedimento.
Dec¨ªamos antes que pretender hoy un gobierno mundial es ut¨®pico. Crear espacios conc¨¦ntricos de gobernanza ordenada que se puedan coordinar para establecer reglas comunes no lo es. La UE tiene, prima facie, una proyecci¨®n y dos fronteras. La gran proyecci¨®n de Europa han sido las Am¨¦ricas, la del Norte y la del Sur. Los europeos nos hemos prolongado en el continente americano y se ha creado un ¨¢rea de lenguas, de cultura, de sistemas pol¨ªticos y valores, en lo esencial, comunes. Sin embargo, la situaci¨®n econ¨®mica y social de una de las Am¨¦ricas se ha quedado atrasada. Deber¨ªa ser del inter¨¦s de la UE y de Estados Unidos contribuir a corregir esta grave disfunci¨®n, en beneficio de los ciudadanos latinoamericanos y de nuestros intereses estrat¨¦gicos. El m¨¦todo que ha resultado eficaz es conocido. Junto a los acuerdos de libre comercio, son imprescindibles instrumentos de cohesi¨®n social como los fondos de convergencia, para facilitar infraestructuras f¨ªsicas y educativas que permitan un crecimiento sostenido. ?nicamente con tratados comerciales bilaterales o colectivos, siempre desiguales, no se garantiza el crecimiento a largo plazo. El problema es que en Am¨¦rica Latina no existen los pa¨ªses "contribuyentes netos" que s¨ª exist¨ªan en Europa y, en consecuencia, la UE, junto con otros actores relevantes, podr¨ªa convertirse en ese factor ex¨®geno capaz de trasvasar fondos que permitan a esas econom¨ªas ir convergiendo con las m¨¢s avanzadas. En el caso de Europa, fue una magn¨ªfica operaci¨®n tanto para los contribuyentes como para los receptores; de lo contrario, pagaremos el precio de la "no cohesi¨®n".
Espa?a, junto con la UE, deber¨ªa privilegiar un gran proyecto hacia el continente americano que podr¨ªa dar, como resultado, la creaci¨®n de un ¨¢rea euroamericana de democracia, apertura comercial y cohesi¨®n social con gran peso en la gobernanza global. Un nuevo consenso entre las dos orillas del Atl¨¢ntico, basado en intereses y valores comunes que equilibrase el actual deslizamiento del eje de la hegemon¨ªa hacia el Pac¨ªfico. Un buen momento para lanzar una iniciativa potente ser¨ªa la presidencia espa?ola de la UE. No es, desde luego, f¨¢cil, como no lo fue en Europa. Es una cuesti¨®n de clarividencia, de voluntad pol¨ªtica y de liderazgo.
Pero tambi¨¦n tenemos dos fronteras, en el Este y en el Sur. La UE, encabezada por Alemania, ha abordado los problemas del este europeo por medio de la ¨²ltima ampliaci¨®n y los fondos que empiezan a fluir hacia esos pa¨ªses. En el Sur tenemos el Mediterr¨¢neo, y detr¨¢s, ?frica. En el Mare Nostrum est¨¢ en marcha el nuevo impulso al proceso de Barcelona -Uni¨®n para el Mediterr¨¢neo-, a iniciativa del presidente franc¨¦s, con la leg¨ªtima intenci¨®n de liderar el proceso. El reto es ambicioso y los obst¨¢culos todav¨ªa grandes: infraestructuras, medio ambiente, energ¨ªa, seguridad, etc¨¦tera. Los obst¨¢culos: conflicto palestino-israel¨ª, Irak, el S¨¢hara, la integraci¨®n de Turqu¨ªa, L¨ªbano, Siria, etc¨¦tera. Todos los grandes problemas europeos tienen aqu¨ª su proyecci¨®n, y Francia ha visto, con raz¨®n, que convendr¨ªa hacer en el Mediterr¨¢neo una operaci¨®n similar a la del Este en otras condiciones. A Espa?a le interesa este proceso y deber¨ªa apostar fuerte, sin olvidar el ?frica subsahariana, que exigir¨ªa otro tratamiento.
El fracaso de la ¨²ltima cumbre de la FAO en Roma deber¨ªa abrirnos los ojos. No se acaba con la destrucci¨®n de seres humanos -hambre- y de la naturaleza con conferencias y donaciones. Y menos a¨²n con defensivas "alianza de democracias" que conducir¨ªan a nuevos bloques. Hay que aceptar un comercio justo en ambas direcciones; asumir que es necesario trasvasar abundantes fondos de convergencia para el bienestar global y dejar de apoyar a autocracias -con petr¨®leo o sin ¨¦l-, porque son aliados en no se sabe qu¨¦ guerra. De lo contrario, me temo que, ante las crecientes migraciones, acabaremos violando los derechos humanos. No es la primera vez en la historia que se puede ser una democracia "hacia dentro" y una dictadura "hacia fuera".
Nicol¨¢s Sartorius es vicepresidente ejecutivo de la Fundaci¨®n Alternativas y director de su Observatorio de Pol¨ªtica Exterior Espa?ola (Opex).
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