Malditismo y Waits
Hay una actividad que otorga a los humanos m¨¢s superioridad en el error que a los animales. Es la generalizaci¨®n. Los animales -dec¨ªa George Eliot- no generalizan y en eso, al menos, nos aventajan. Generalizar: lamentable error. Error de la audacia y de la apuesta. Jug¨¢rsela, al fin y al cabo. Si aciertas generalizando, aciertas much¨ªsimo; pero si te equivocas, te equivocas del todo y la pifia es prodigiosa. Por tanto, hay que ser prudente. Todo ello nos habla de una vida humana ajena a cualquier precisi¨®n, cuya ¨²nica regla est¨¢ constituida pr¨¢cticamente en su totalidad por excepciones. George Eliot lo sab¨ªa bien. ?C¨®mo no iba a saberlo si con ese nombre era una se?ora?
El malditismo, francamente, a m¨ª siempre me ha parecido una generalizaci¨®n m¨¢s. Com¨²nmente, se tienen sobre ¨¦l las mismas opiniones aprior¨ªsticas en todas partes. A saber: que es propio de artistas abruptos, torturados por el propio ego que hay que comprender para disfrutar de obras visionarias; que a trav¨¦s de ¨¦l nos entrega el artista una noci¨®n por v¨ªa vicaria del sufrimiento de la creaci¨®n a medida del simple contribuyente etc¨¦tera. En fin, un mont¨®n de clich¨¦s que provocan la misma tentaci¨®n de abrirlos en canal que nos sugieren los paquetes primorosamente envueltos. Como espero que ponga de relieve la vertiginosa crisis discogr¨¢fica que nos aqueja, el malditismo es s¨®lo probablemente la dificultad que provoca al artista organizar su vida civil, cuando se dedica a trabajar un mercado paup¨¦rrimamente minoritario por vocaci¨®n y convicci¨®n art¨ªstica. Los que miden mal sus fuerzas en esa batalla, se derrumban; s¨®lo los m¨¢s astutos, fuertes o afortunados sobreviven.
Un caso brillante y esplendoroso es Tom Waits: desde hace treinta a?os trabaja los temas del lado oscuro y perdedor de la vida humana, pero haci¨¦ndolo desde la distancia de un actor. Pese a interpretar como pocos en sus v¨ªdeos, canciones y pel¨ªculas el estereotipo del alcoh¨®lico, trapisondista y perdedor, en realidad criaba mientras tanto toda una obra personal, aparte de algunos hijos hermosos, mofletudos y bronceados, bajo el sol de California. Si hemos de creer la leyenda urbana (que me parece o¨ª contar una vez a Borja Sitj¨¤, director del Grec de Barcelona), incluso se permite el lujo de viajar como turista por Europa y, cuando ve un viejo teatro que le gusta, le propone a la direcci¨®n tocar en ¨¦l. Por supuesto, su prestigio -ganado como estricto maldito- le abre todas las puertas. Con esa misma astucia ha conseguido imponer una obra que a los europeos a veces hasta nos parece m¨¢s nuestra que la del propio Paolo Conte -por poner otro ejemplo de cantautor de emocionante piano-. Conte tiene una infinitamente superior sabidur¨ªa r¨ªtmica y mel¨®dica pero Waits es capaz de construir una canci¨®n bell¨ªsima como Sea of love con disonancias. Para hablarnos del desasosegante fracaso no le parece propio usar armon¨ªas sosegadoras. Es consciente de que experimentos como ese, de muy dif¨ªcil obtenci¨®n, llegar¨¢n a menos p¨²blico y con menos caja cuesta m¨¢s organizarse la vida. Pero ?es por eso un artista maldito? Quia. La ¨²nica maldici¨®n que podr¨ªamos atribuirle ser¨ªa no haber tocado nunca en nuestro pa¨ªs durante tres d¨¦cadas, pero incluso eso, visto lo visto, est¨¢ en v¨ªas de soluci¨®n. -
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