El cine bien entendido
Las relaciones entre cine y homosexualidad han estado dominadas por silencios, cautelas y distorsiones. Sin embargo, no se entiende bien a Cary Grant a menos que tengamos en cuenta el funcionamiento del armario en el Hollywood de la era cl¨¢sica. Tampoco se entender¨¢ el modelo "diferente" de masculinidad que aportan James Dean o Montgomery Clift, la retirada de Greta Garbo o la carrera de Jodie Foster sin tener en cuenta lo que significa "ser homosexual" en diversos periodos y las soluciones adoptadas frente a las presiones que la homofobia generaba. Hitchcock quer¨ªa un reparto "con vibraciones homosexuales" y un guionista gay para La soga, a pesar de que la homosexualidad tuviera que quedar sumergida e invisible. Ya puestos, no se entender¨¢ c¨®mo se refleja la mirada gay de George Cukor si nos empe?amos en respetar el armario en el que ¨¦l mismo se parapet¨® (de manera selectiva) o en recurrir a distorsiones estereot¨ªpicas sobre la pluma.
No hay cine gay, pero hay, sin duda, una experiencia gay del cine que incluye a Gary Grant y a James Dean, a Greta Garbo y a Sigourney Weaver
Al centrarnos en la recepci¨®n, nuestra perspectiva ser¨¢ menos rica si, al hablar de lo que significan ciertas pel¨ªculas, ignoramos las lecturas gays de Mujeres, de Cukor, o Los caballeros las prefieren rubias, de Hawks, que para Alexander Doty es un excelente ejemplo de "cine bisexual"; de S¨®lo el cielo lo sabe, en la que tanto Fassbinder como Todd Haynes han encontrado una especial fascinaci¨®n. Finalmente, resultar¨¢ imposible dar sentido pleno a Sara Montiel, a Judy Garland o a Julie Andrews sin referirnos al modo en que gays o lesbianas se han identificado con las estrellas y han cultivado su potencial ic¨®nico. Son modos de aproximarse al cine que sin duda cuestionan el lugar pasivo que los estudiosos asignan tradicionalmente al espectador: su mirada en estos casos se resiste a la literalidad y contamina la lectura de experiencias y conocimientos privilegiados, con un componente individual y un componente subcultural compartido, en el caso que nos ocupa, con otros homosexuales.
Este tipo de lecturas se produc¨ªa, muy especialmente, cuando, debido al repertorio limitado de estereotipos (negativos) con que se constru¨ªan los personajes homosexuales, los espectadores se ve¨ªan obligados a utilizar su propio conocimiento para "verse" en otros m¨¢s atractivos. El "entender" gay es, as¨ª, sin¨®nimo de "saber m¨¢s". Cuando un espectador gay ve¨ªa que los homosexuales del cine eran corruptos, enfermos o suicidas, como suced¨ªa casi invariablemente desde los a?os cuarenta hasta los ochenta, era normal que utilizase sus propias vivencias para verse en alguno de los papeles homoer¨®ticos de Montgomery Clift, por ejemplo, de quien se dec¨ªan tantas cosas, o aventurase que Bette Davis y Miriam Hopkins ten¨ªan m¨¢s que una "vieja amistad".
En cuanto a los silencios sobre la homosexualidad, forman parte de una ortodoxia en la manera de ver el cine que hasta la llegada de los estudios culturales fue hegem¨®nica entre los especialistas, y el conjunto de cautelas, prohibiciones y censuras son parte de lo que denominamos "el armario". Lo que podemos llamar "mirada insumisa", refiri¨¦ndonos espec¨ªficamente a una determinada manera de ver y hacer cine, es en el fondo parte de un proceso normalizador que se propone como alternativa a los silencios y los estereotipos, para lograr una percepci¨®n de la experiencia del cine m¨¢s amplia y menos dominada por el prejuicio.
En especial, el car¨¢cter escurridizo y problem¨¢tico de la categor¨ªa "homosexual" todav¨ªa nos impide verla como una parte integral de la experiencia del cine, del arte, de la vida, consign¨¢ndola al misterio, a la oscuridad, la excepcionalidad. Efectivamente, cualquiera mencionar¨ªa Los chicos de la banda como ejemplo de "cine homosexual", porque efectivamente parece que es de inter¨¦s s¨®lo para los miembros de este colectivo, pero nadie recuerda Arrebato, la extraordinaria pel¨ªcula de Iv¨¢n Zulueta sobre drogas, vampirismo y una seducci¨®n homoer¨®tica, cuyo sustrato est¨¢ en una experiencia autorial que se expresa con mitolog¨ªas, como la de Peter Pan, bien extendidas entre otros autores homosexuales del periodo (de Terenci Moix a Leopoldo Mar¨ªa Panero). As¨ª, cuando se quiere alabar una pel¨ªcula con personajes homosexuales (un caso m¨¢s o menos reciente lo tuvimos con Brokeback Mountain), el cr¨ªtico insistir¨¢, con una frecuencia que ha convertido tales opiniones en verdaderos clich¨¦s, en que "no es cine gay" sino "buen cine", como si ambos t¨¦rminos fueran antit¨¦ticos. La etiqueta "homosexual" se activa as¨ª arbitrariamente o, en todo caso, siguiendo pautas ideol¨®gicas (hom¨®fobas) para construir un gueto, aislar una faceta determinada del deseo o la identidad de g¨¦nero (lo cual, ya que estamos, es la principal raz¨®n de ser de la categor¨ªa desde su aparici¨®n a mediados del siglo XIX). De ah¨ª, por ejemplo, que un cr¨ªtico catal¨¢n se mostrase molesto, en su rese?a de La mala educaci¨®n, por el uso gay de Sara Montiel, sintiendo que la mirada gay estaba "degradando" a la estrella al consignarla al gueto. Pero ?ser¨ªa Sara Montiel el mismo icono si no hubiera sido construida y apropiada por miradas homosexuales, empezando por Juan de Ordu?a y siguiendo con todas las drags que han mantenido el mito vivo hasta su ¨²ltimo reciclaje en la pel¨ªcula de Almod¨®var? No es que haya una "Sara Montiel gay", es que Sara Montiel es tambi¨¦n gay. Y la etiqueta gay, hay que recordarlo, no degrada a nadie.
La visibilizaci¨®n de la experiencia de espectadores y creadores en t¨¦rminos de mirada insumisa saca la homosexualidad de la ret¨®rica hom¨®foba que la convierte en rareza. Para esto, en muchos casos habr¨¢ que superar la m¨ªstica del armario como lugar sagrado de la vida privada que refuerza los silencios apuntados: si de algo han servido veinte a?os de estudios sobre la homosexualidad es para fijar la idea de que el armario, como dice el periodista David Ehrenstein, no existe hoy por hoy para proteger la intimidad de los homosexuales, sino para mantener su visibilidad a raya; uno no se refugia en el armario, es aprisionado por ¨¦l. Una vez superados los obst¨¢culos que dificultan el reconocimiento de la expresi¨®n homosexual en primera persona podremos realmente investigar libremente y sin tapujos los modos en que la mirada homosexual se implica en el cine, a menudo en contra de toda una serie de presiones externas.
En este proceso habr¨¢ que dejar de lado el est¨¦ril debate sobre "cine gay" o "est¨¦tica gay" y tomar como punto de partida lo constatable: los homosexuales hist¨®ricamente se han enfrentado al cine de maneras espec¨ªficas, a veces dentro de marcos de lectura propios, y han elegido ciertos temas, motivos o estructuras como inspiraci¨®n cuando se expresan a trav¨¦s del cine. Dichos marcos se activan en la lectura y en la creaci¨®n, y a menudo existe una relaci¨®n entre ambos procesos: un cine parte de la experiencia homosexual, se codifica en t¨¦rminos heterosexuales y es le¨ªdo subculturalmente por un determinado sector del p¨²blico que conoce las claves.
Por supuesto, esto no significa que la experiencia gay, la del espectador o el cineasta, sea estable. No lo es hist¨®ricamente. En ¨¦pocas que prohib¨ªan la circulaci¨®n de referencias a la homosexualidad o castigaban la expresi¨®n en primera persona, esa experiencia era forzosamente invisible y s¨®lo pod¨ªa compartirse con grandes cautelas. Hay tambi¨¦n cuestiones de temperamento o incluso de estrategia: ciertos homosexuales prefieren moverse en c¨ªrculos subculturales y otros prescindir¨¢n al m¨¢ximo de esa subcultura para evitar el estigma. Con todo, es previsible que existan algunos aspectos de la experiencia homosexual que s¨ª ser¨¢n reconocibles y generalizables.
As¨ª, no deja de sorprender que, a pesar de lo heter¨®clito de las experiencias individuales, encontremos referentes comunes en tantas miradas homosexuales sobre el cine. Las lesbianas tienden a preferir las pel¨ªculas con mujeres que se salen de los estereotipos tradicionales de g¨¦nero o que introducen ciertas convenciones en el tratamiento de las amistades femeninas. Tradicionalmente los hombres gays han descubierto subtextos similares y han encontrado en las pel¨ªculas con divas, en los musicales o los melodramas terrenos abonados para encontrarse a s¨ª mismos. Y a menudo estas preferencias son tambi¨¦n las de los propios cineastas: las investigaciones de William J. Mann han revelado el papel de los homosexuales en la m¨ªtica Unidad Freed de la Metro Goldwyn Mayer, especializada en musicales, y Bodeen DeWitt, el guionista de las pel¨ªculas cl¨¢sicas sobre la mujer pantera, era gay y, como declarar¨¢ con el paso de los a?os, consciente de reflejar su propia experiencia en la de sus personajes.
As¨ª, se cierra el c¨ªrculo: una vez integramos de manera visible la homosexualidad en la experiencia del cine despoj¨¢ndola de todo estigma, se enriquecen nuestras lecturas del mismo, al poder ver en las pel¨ªculas, tambi¨¦n, un punto de encuentro entre la mirada insumisa del cineasta y la de determinados espectadores. Esto no significar¨¢ que las pel¨ªculas en cuesti¨®n sean exclusivamente gays, pero s¨ª sugiere que la mirada gay puede proyectarse de manera especialmente leg¨ªtima sobre ¨¦stas: descubriendo la especial intensidad de la mirada en Picnic, a partir de la mirada del homosexual William Inge, el verdadero problema de La mujer pantera, referentes que a?aden sentido al cine de Almod¨®var o la inspiraci¨®n en culturas gays que puede percibirse en Moulin Rouge, Chicago o The Rocky Horror Picture Show. No hay cine gay, pero hay, sin duda, una experiencia gay del cine que incluye a Cary Grant y a James Dean, a Greta Garbo y a Sigourney Weaver, Arrebato y Pink Flamingos, Muerte en Venecia y Querelle y que hoy, por fin, podemos cultivar en lugar de ignorar. -
Alberto Mira es profesor de estudios cinematogr¨¢ficos en la Oxford Brookes University y autor de Miradas insumisas. Gays y lesbianas en el cine (editorial Egales). Ha escrito tambi¨¦n el ensayo De Sodoma a Chueca y el diccionario de cultura gay Para entendernos.
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