La moralidad de Leni Riefenstahl
Es verdad que Leni Riefenstahl neg¨® siempre conocer la verdadera naturaleza del Tercer Reich y del nazismo. Que Mein Kempf fue uno de los pocos libros que ley¨®, eso s¨ª, ostensiblemente y con mucha pasi¨®n. Que, a toro pasado, denunci¨® el acoso a que la somet¨ªa Goebbels, con el que, sin embargo, cenaba, viajaba y se reun¨ªa en veladas a cuatro con la se?ora del jefe de propaganda y el propio f¨¹hrer. Que dijo en sus memorias que no era antisemita, lo cual no le impidi¨® denunciar como jud¨ªo a su amigo el guionista y director B¨¦la B¨¢lazs, para no pagarle unos pocos marcos, o dejar que su nombre y el de su incondicional Harry Sokal desaparecieran de los cr¨¦ditos de su primera pel¨ªcula, La luz azul, precisamente por ser jud¨ªos. Y tambi¨¦n es verdad que nunca neg¨® su admiraci¨®n por Hitler, que en la biograf¨ªa escrita por Steven Bach se le revela de manera casi er¨®tica, o sin casi, aunque tambi¨¦n neg¨® siempre haber mantenido relaciones amorosas con ¨¦l, a veces porque ¨¦l no se lo ped¨ªa, a veces porque ella no consent¨ªa. Tampoco niega la amistad de Albert Speer, el arquitecto que hace la puesta en escena de la que ser¨¢ la gran obra de Leni: el rodaje del congreso de N¨²remberg, cuyos discursos parecer¨¢n ya para siempre como hechos para el cine m¨¢s que para la intervenci¨®n pol¨ªtica y que se montaron en dos documentales: La victoria de la fe y El triunfo de la voluntad. De este ¨²ltimo se dice que bebe el g¨¦nero propagand¨ªstico, tanto el pol¨ªtico como el comercial. Y a su rotundidad sorprendente se atribuye el mito del genio de Leni Riefenstahl.
?C¨®mo pudo enga?ar y fascinar a tantos?, ?hasta hoy? ?Por qu¨¦ seguimos hablando de Leni Riefenstahl?
Pero su historia m¨¢s importante fue, sin duda, Olimpiada, la narraci¨®n de los Juegos de 1938 en Berl¨ªn. Bach reconoce que este relato marca un antes y un despu¨¦s en la narraci¨®n visual de los deportes, con sus osadas tomas y sus c¨¢maras bajo el nivel del suelo, con el travelling a ritmo de corredor, la iluminaci¨®n habil¨ªsima, y la captaci¨®n de los atletas de modo que esos cuerpos dijeran m¨¢s que todos los discursos sobre ese hombre f¨ªsicamente perfecto que era el sue?o superestructural de lo que se preconizaba como el nuevo humano.
Si Olimpiada y El triunfo de la voluntad, tan nietzscheana de t¨ªtulo, aunque no creo que Leni leyera a Nietzsche, son sus obras reconocidas como revolucionarias -y, de d¨®nde ven¨ªan, lo explica muy bien Bach-, la m¨¢s pat¨¦tica es Tierra baja, un dram¨®n rural para cuyo rodaje, pensado para tierras salmantinas, utiliz¨® a un grupo de gitanos presos, que luego fueron devueltos al campo, y cuyos pocos supervivientes y descendientes le dieron un mont¨®n de quebraderos de cabeza. Pero de eso -que dur¨® hasta su centenario en vida en 2001- da buena cuenta el libro. Como la da de sus proyectos posteriores, sus a?os con los nubas en ?frica y las fotograf¨ªas memorables que les sac¨®, y los juicios pol¨ªticos y civiles, y las querellas, y la mala fama, que le impidi¨® hacer su pel¨ªcula africana, Cargamento negro. Y ninguna otra. Si se except¨²a Impresiones bajo el agua, la cinta id¨ªlicamente submarina que ella misma, buceadora nonagenaria, localiz¨® y rod¨® en el fondo del mar, y que estren¨® con ocasi¨®n de su cien cumplea?os. Porque esta mujer, que tuviera aquella belleza rotunda y aquella osad¨ªa f¨ªsica, esa falta de miedos y esa especie de arrojo que le hicieron trepar monta?as y esquiar bajo aludes, conserv¨® en todo el siglo de su vida una fuerza notable. Cuando era una anciana magullada por los accidentes y las enfermedades ¨®seas, segu¨ªa retando a la naturaleza y, naturalmente, a todos cuantos la rodeaban.
Steven Bach se ha empe?ado en mostrarnos qu¨¦ es lo que Leni quer¨ªa, y de d¨®nde -de qui¨¦n y c¨®mo- lo aprendi¨®, as¨ª como los cad¨¢veres -en sentido metaf¨®rico, de momento- que fue dejando detr¨¢s. Y yo creo que debe exagerar un poco en la mediocridad del personaje, en su escasa capacidad intelectual y su casi nula cultura, porque, sinceramente, si era tan tonta, ?c¨®mo pudo enga?ar y fascinar a tantos?, ?hasta hoy? Preguntado de otra manera: ?por qu¨¦ escribir su biograf¨ªa?, ?por qu¨¦ seguimos hablando de Leni Riefenstahl?
Steven Bach es un hombre de cine y de literatura. Su biograf¨ªa de Marlene Dietrich -precisamente, la estrella alemana que, junto con Pola Negri y la sueca Greta Garbo, constituy¨® la pesadilla de Riefenstahl en su ¨¦poca de aspirante y actriz: ellas consiguieron Hollywood desde Europa- aclar¨®, entre otras cosas, la postura pol¨ªtica del ¨¢ngel azul, a quien se hab¨ªa acusado injustamente de connivencia con el nazismo. Y su libro, que podr¨ªamos traducir como La ¨²ltima toma, sobre La puerta del para¨ªso, la pel¨ªcula m¨¢s ambiciosa de Michael Cimino, cuenta, desde la perspectiva del productor -Bach era entonces un vicepresidente de la United Artists-, los avatares de un rodaje y varios montajes que debieron ser de infierno. Y que parece que supusieron, adem¨¢s de una enmienda a la totalidad del sue?o americano, que eso lo tra¨ªa puesto la pel¨ªcula, un rudo golpe econ¨®mico para la que hab¨ªa nacido como la productora de los directores. Aqu¨ª, seg¨²n se viene a deducir al final, la biograf¨ªa de Leni Riefenstahl, adem¨¢s de ser contracara y complemento de la de Marlene Dietrich -en el sentido de que Leni s¨ª era nazi- completa ese intento investigador de Bach: veamos si el arte, y el cine es un arte, tiene un car¨¢cter moral. Y, por si acaso, abre este libro con una cita de aviso de Thomas Mann: "El arte es moral en cuanto despierta la conciencia".
La moralidad de Leni Riefenstahl, en el sentido fuerte de quien manipula cerebros, consiente cr¨ªmenes, deja borrarse maestros, colaboradores y amigos a manos del sistema, y se enamora del monstruo, es el tema de esta indagaci¨®n. La minuciosidad, la cantidad de argumentos, y m¨¢s que argumentos, testimonios, es la fuerza de su mecanismo. Bach busca en el lector la certeza moral, y me temo que, superada la dificultad de un libro por otra parte apasionante, el lector termina pensando que, efectiva y lamentablemente, esta mujer que vivi¨® 101 a?os resultaba ser bastante miserable.
Bach demuestra que no era un alma santa. Que era mentirosa e irredenta, que pod¨ªa traicionar a sus amigos y les traicionaba por un plato de lentejuelas. Y que claro que sab¨ªa. S¨®lo que le importaba un r¨¢bano. Nunca, ni por un momento se arrepinti¨®. Su arte, dice Bach, "era la perfecta expresi¨®n de la maquinaria de manipulaci¨®n que glorifica". Y contestando a Susan Sontag, que dec¨ªa lo que a m¨ª me pide el cuerpo decir, a?ade que "...todo, desde la Guerra de las galaxias de George Lucas hasta El Rey Le¨®n de la empresa Disney, pasando por todos los fot¨®grafos deportivos vivos, las ubicuas carteleras cargadas de erotismo, los dise?os enga?osos de las revistas y la pol¨ªtica de los medios de comunicaci¨®n, en todas partes del mundo, siguen inspir¨¢ndose y corrompi¨¦ndose gracias al trabajo que Leni perfeccion¨® en N¨²remberg y Berl¨ªn con un visor que un historiador de cine sugiri¨®, a modo de advertencia, que era "el extracorporal y ubicuo ojo de Dios". Y termina: Leni muri¨® tal como hab¨ªa vivido: sin arrepentimientos, enamorada de s¨ª misma y vestida con su armadura: la armadura de la mentira. Debe ser por eso que seguimos hablando de Leni Riefenstahl. -
Leni Riefenstahl. Steven Bach. Traducci¨®n de Beatriz L¨®pez Buis¨¢n. Circe. Barcelona, 2008. 456 p¨¢ginas. 29 euros.
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