El reparto del poder
Salieron las balanzas fiscales. Y no se hundi¨® el mundo. Las balanzas dicen que hay comunidades m¨¢s ricas -Baleares, Catalu?a, Valencia y Madrid, principalmente- que pagan m¨¢s que lo que reciben, y que hay comunidades m¨¢s pobres que reciben m¨¢s de lo que pagan. ?Para llegar a esta conclusi¨®n eran necesarios tantos a?os de enconadas discusiones?
Desde las autonom¨ªas fiscalmente m¨¢s deficitarias se celebra el reconocimiento de su aportaci¨®n solidaria, que deja fuera de juego algunas campa?as feroces de la derecha en la anterior legislatura. Y el debate se centra sobre cu¨¢l ser¨ªa el punto de equilibrio para que el d¨¦ficit pudiera considerarse justo. Algunos hablan de expolio. Y en Catalu?a, los amigos de las entelequias subrayan que el mapa del d¨¦ficit fiscal coincide con el mapa de los Pa¨ªses Catalanes. En las autonom¨ªas m¨¢s favorecidas por los trasvases de dinero se niega toda virtualidad a las balanzas, con el argumento de que los impuestos los pagan las personas y no los territorios. Curiosamente, es un argumento sim¨¦trico al que utiliza el Manifiesto por una lengua com¨²n cuando afirma que los derechos ling¨¹¨ªsticos son de las personas, no de los territorios.
La Constituci¨®n puso en marcha un proceso de descentralizaci¨®n de largo alcance. En la medida en que el proceso ha funcionado, las comunidades aut¨®nomas han ido adquiriendo personalidad pol¨ªtica. En cierta ocasi¨®n le o¨ª decir al presidente Zapatero que Espa?a era un pa¨ªs muy descentralizado en el gasto y muy poco en la capacidad de decisi¨®n pol¨ªtica. ?ste es uno de los focos de conflicto permanente en el Estado auton¨®mico. Porque las autonom¨ªas cada d¨ªa tienen m¨¢s contenido pol¨ªtico sin una capacidad de decisi¨®n equivalente.
Los gobiernos aut¨®nomos son espacios apetecibles de poder, y no s¨®lo por razones simb¨®licas: cada vez administran mayores presupuestos. Para ganar en una comunidad aut¨®noma, los partidos tienen que demostrar que colocan los intereses de su comunidad en primer plano y que ellos la defender¨¢n mejor que nadie en Madrid. Y puesto que los humanos tienen querencias comunitaristas imposibles de erradicar, ha emergido el habitual acompa?amiento de patriotismos e identidades, en diversos estadios de desarrollo y solera.
Treinta a?os despu¨¦s de la Constituci¨®n, la pol¨ªtica espa?ola est¨¢ territorializada guste o no. Y por tanto, hay cuestiones que no se pueden eludir: un d¨¦ficit fiscal de un 8% o un 9% es mucho; con pocos precedentes en Estados federales. ?Cu¨¢l es el punto justo en los trasvases de recursos entre comunidades? ?Es eficiente el actual sistema de transferencia? ?Realmente los trasvases han sido capitalizados por los que m¨¢s reciben? ?C¨®mo conseguir que los que tienen balanza positiva crezcan efectivamente sin que los que tienen d¨¦ficit fiscal pierdan posici¨®n? Si los impuestos los pagan las personas y no los territorios, ?es razonable que las personas no reciban del Estado los mismos recursos para los mismos servicios?
Las balanzas fiscales preludian el debate de la financiaci¨®n auton¨®mica, que cae en una coyuntura especialmente dif¨ªcil. Otro frente complicado para el Gobierno, que no puede confiar en la t¨¢ctica de la dilaci¨®n porque su capital de confianza est¨¢ bastante gastado, incluso a los ojos de sus hermanos perif¨¦ricos. El conseller Castells sac¨® en una conferencia en el C¨ªrculo de Econom¨ªa el arma disuasoria de la que los socialistas catalanes disponen: sus 26 diputados en el Parlamento espa?ol. Y afirm¨® que si alg¨²n d¨ªa est¨¢n abocados a escoger entre los intereses de Catalu?a y los del PSOE, escoger¨¢n los de Catalu?a. El Gobierno ha de ser consciente de que esta vez no es un farol. El PSC tiene la presidencia de la Generalitat. Y desde este cargo es muy dif¨ªcil aceptar una financiaci¨®n que no se pueda considerar satisfactoria.
El poder territorial es fuerte para bien -ha contribuido al progreso del pa¨ªs- y para mal -demasiado a menudo suena a versi¨®n posmoderna del viejo caciquismo espa?ol-. Las hechuras del Estado han quedado estrechas ante esta nueva realidad. Hay cuatro opciones: blindar el poder central y hacer caso omiso al nuevo reparto pol¨ªtico (que es la regresi¨®n que patrocina el PP); hacer evolucionar la estructura del Estado hacia una forma federal que aumente la capacidad de decisi¨®n pol¨ªtica de las autonom¨ªas (como quiere parte de la izquierda); entrar en la v¨ªa de los derechos a decidir (eufemismo de los nacionalismos perif¨¦ricos que tienen miedo de asustar a su electorado si hablan de autodeterminaci¨®n), o seguir con la conllevancia, trampeando conflictos mientras el cuerpo aguante. Escojan.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.