?Qu¨¦dense con mi piso!
Marlon Flor es un hombre desesperado. El pasado mes de mayo expir¨® su ¨²ltimo contrato de tres meses y ahora sobrevive con los raqu¨ªticos 460 euros que se saca los fines de semana trabajando en un restaurante de comida r¨¢pida. Marlon, un ecuatoriano de 43 a?os, no para de enviar curr¨ªculos, de acudir a entrevistas de trabajo. Todav¨ªa sin ¨¦xito. "Me dicen 'ya te llamamos', pero nada". Las cosas est¨¢n negras.
Marlon Flor ha vivido ya etapas dif¨ªciles. Sabe lo que es abrirse camino en un pa¨ªs como Espa?a, al que lleg¨® de Guayaquil hace seis a?os sin papeles ni cualificaci¨®n laboral. S¨®lo que entonces no ten¨ªa dos hijas que alimentar. Ahora son cuatro bocas en casa. O mejor dicho, cinco, contando a la m¨¢s voraz de todas, la hipoteca. Ahora no pasa d¨ªa sin que se arrepienta de haber solicitado ese maldito pr¨¦stamo de 265.000 euros que no puede pagar. ?Qu¨¦ necesidad ten¨ªa de ese piso en el barrio de San Diego, distrito de Puente de Vallecas, en Madrid? "Es que uno se cansa de vivir de alquilado, de compartir casas con otros", asegura. "Y la casa es grande, era una oportunidad".
La banca ha concedido a las constructoras el 60% de sus pr¨¦stamos, por valor de m¨¢s de un bill¨®n de euros
Elsa, rumana, empez¨® pagando 790 euros al mes, como el alquiler de su piso anterior. Ahora le ha subido a m¨¢s de 1.200
En 2005, cuando Jos¨¦ Miguel Eraso compr¨® su piso, los bancos casi regalaban el dinero. El Euribor estaba al 2%
Alberto C. reconoce con un punto de drama: "Estoy en las manos de Dios". O en las de la banca
Yesenia, su mujer, admite que fue ella quien le anim¨®. "Le dije: intent¨¦moslo". El pr¨¦stamo obtenido, a inter¨¦s variable, era a 30 a?os. "Empec¨¦ con una cuota mensual alta, de 1.230 euros, pero ya subi¨® a m¨¢s de 1.500", cuenta desolado. "Yo pagu¨¦ mientras pude, pero ya se me acab¨® el dinero".
Marlon Flor ha intentado renegociar su pr¨¦stamo, pero su situaci¨®n tiene mal arreglo. "Necesito un trabajo", repite. De lo contrario, las letras impagadas ir¨¢n cayendo una tras otra y su pr¨¦stamo engrosar¨¢ la carpeta de morosidad. Una carpeta que empieza a ser preocupantemente abultada en cajas de ahorro y bancos espa?oles. Desde marzo del a?o pasado, el porcentaje de los que no pagan se ha duplicado. "No es preocupante. En Espa?a partimos de ¨ªndices de morosidad muy bajos, del 0,6%, pr¨¢cticamente estructurales. Adem¨¢s se ha hecho ya provisi¨®n de fondos -unos 35.000 millones de euros-, un colch¨®n suficiente para tapar esos agujeros", afirma una fuente del sector. Las buenas palabras esconden, en realidad, un miedo fundado a que la morosidad se traduzca en p¨¦rdidas importantes para la banca, que tiene concedido al sector de la construcci¨®n pr¨¦stamos por valor de m¨¢s de un bill¨®n de euros, el 60% del total de cr¨¦ditos, el doble que en 1992. Las cajas de ahorro son las entidades m¨¢s expuestas. A t¨ªtulo de ejemplo, casi el 70% de los m¨¢s de 6.000 millones de euros en cr¨¦ditos dudosos que ha concedido la banca a constructores, promotores y ciudadanos de a pie para comprar sus viviendas corresponde a las cajas.
La cuenta pendiente de Marlon Flor puede ser poca cosa, pero, junto al suyo, ah¨ª est¨¢n los casos de Jos¨¦ Miguel Eraso, de Lidia Jim¨¦nez, de Alberto o Elsa, de cientos de miles de personas que han visto c¨®mo sus hipotecas de cuota variable pegaban un salto descomunal al hilo de la subida del Euribor -el tipo de inter¨¦s al que se prestan dinero los bancos-, que ha batido r¨¦cords situ¨¢ndose desde finales de junio por encima del 5,3%.
Aunque son muchos los espa?oles atrapados en la mort¨ªfera espiral de los tipos de inter¨¦s, el colectivo de inmigrantes parece el m¨¢s vulnerable. Han llegado los ¨²ltimos al boom inmobiliario, y cuando han querido aprovecharlo se han visto sorprendidos por un fen¨®meno doblemente adverso: han comprado sus viviendas a precios exorbitantes y, a la hora de pagarlas, se han encontrado con la subida de los intereses de sus pr¨¦stamos. Una combinaci¨®n explosiva agravada por la crisis que est¨¢ destruyendo empleo a toda velocidad en los sectores dominados por la mano de obra extranjera, especialmente la construcci¨®n. Desde comienzos de a?o, el paro en este colectivo ha aumentado en 100.000 personas, y todos los expertos coinciden en que, se llame como se llame, crisis o desaceleraci¨®n, todav¨ªa no ha tocado fondo.
"Hay dos grupos especialmente vulnerables en el tema de las hipotecas: los trabajadores extranjeros y las parejas j¨®venes que se han endeudado por encima del 50% de sus salarios para pagar el piso", se?ala una portavoz de Adicae, la asociaci¨®n de usuarios de bancos, cajas de ahorro y seguros. El primer grupo tiene menos recursos para hacer frente a situaciones de crisis y est¨¢ m¨¢s expuesto a ser v¨ªctima de abusos por parte de agencias e intermediarios. Eso dice al menos Elsa, una rumana con una casa reci¨¦n comprada, que lleva 60 d¨ªas de retraso en el pago de su hipoteca. "Nosotros no sabemos, no entendemos de estas cosas. Hasta hace poco yo no sab¨ªa qu¨¦ era el Euribor", dice.
Elsa (no es su verdadero nombre, que prefiere esconder) y su marido, ambos en la treintena, pagaron 220.000 euros por un piso de segunda mano en Alcal¨¢ de Henares (a unos 30 kil¨®metros de Madrid) hace apenas tres a?os. El banco les financi¨® hasta 240.000 euros. Empezaron pagando cuotas de 790 euros, m¨¢s o menos el alquiler del piso anterior. ?l trabajaba en la construcci¨®n; ella, en una empresa de limpieza. No tienen hijos. La suya era una vida austera, pero las cosas parec¨ªan marchar. Hasta que se acab¨® la obra, a ¨¦l le despidieron y el Euribor empez¨® a asomar la cabeza. Ahora pagan m¨¢s de 1.200 euros al mes, y no ha habido m¨¢s remedio que alquilar las dos habitaciones libres del piso a una pareja de compatriotas con dos hijos peque?os.
Elsa le da vueltas todas las noches al tema. Y muchas veces sue?a que ha regresado a su pa¨ªs, que es libre y no tiene ataduras ni hipotecas. Alberto C. (tampoco es su verdadero nombre), un colombiano de 29 a?os llegado a Espa?a en 2001, no se limit¨® a so?ar. Sencillamente, desapareci¨®. Dej¨® atr¨¢s el piso reci¨¦n comprado, con la hipoteca sin pagar. Todo. Su caso puede ser extremo, pero no tan infrecuente como podr¨ªa parecer. La odisea empez¨® hace tres a?os, cuando, harto de vivir de alquiler, pens¨® que comprar un piso pod¨ªa ser una buena inversi¨®n. Encontr¨® una casa usada a buen precio en Almer¨ªa, firm¨® una hipoteca y se instal¨® en ella. Era un piso s¨®rdido, que necesitaba una reforma urgente. El banco le prest¨® 120.000 euros, y Alberto comenz¨® a pagar sus cuotas religiosamente. Hasta que perdi¨® el empleo.
"En Almer¨ªa se agotaron los trabajos", explica. Un d¨ªa, cuando m¨¢s agobiado estaba por las presiones del banco, recibi¨® la llamada de un familiar. Le hablaba de una posibilidad de trabajo en otro punto de Espa?a. No se lo pens¨® dos veces. Hizo la maleta y se fue con su mujer y sus dos hijos. Su esposa trabaja en la hosteler¨ªa; ¨¦l, en las obras de un t¨²nel subterr¨¢neo. La incertidumbre le asalta algunas veces. "No s¨¦ qu¨¦ hacer. Estoy en un jaque. Necesito que me aconsejen", explica por tel¨¦fono desde su nuevo paradero.
"Mucha gente ha llegado ya con las llaves del piso al banco y se las ha arrojado a los empleados, dici¨¦ndoles: 'Qu¨¦denselas, que no podemos pagar el piso", cuenta Jos¨¦ Miguel Eraso. ?l mismo asegura haber presenciado una escena as¨ª en la sucursal de la caja de ahorros de Torrevieja en la que contrat¨® su hipoteca. Lo malo es que en Espa?a no existe relaci¨®n entre el pr¨¦stamo bancario y el bien adquirido con ese dinero, explica la abogada Victoria Plazuelo, especializada en hipotecas. "Cuando una persona no paga la hipoteca, el banco se queda con el piso y lo saca a subasta. Si el dinero obtenido no cubre el pr¨¦stamo m¨¢s los gastos originados en el proceso, puede ocurrir que te embarguen la n¨®mina", advierte.
Antes de que le ocurra algo as¨ª, Eraso, un ecuatoriano de 44 a?os, espera poder alquilar su apartamento, que est¨¢ en primera l¨ªnea de playa en Torrevieja, seg¨²n cuenta, muy relajado, en el sal¨®n de la casa de su cu?ada, en Madrid, donde se instalaron a principios de a?o. Su historia se parece a otras muchas de inmigrantes que, despu¨¦s de bregar con los trabajos m¨¢s duros, consiguieron papeles y una posici¨®n un poquito m¨¢s desahogada y pensaron que comprar un piso era una inversi¨®n. "Lo malo es que nos atrap¨® la crisis", dice Eraso, peque?o de estatura, con un bigotito fino que da un aire antiguo a su persona.
Bregar, ¨¦l ha bregado mucho. Desde que lleg¨® a Espa?a ilegalmente, en un vuelo de KLM, hace nueve a?os, ha trabajado en el campo, en los servicios, en la construcci¨®n. Recogi¨® tomates en Lorca (Murcia), descarg¨® camiones en Mercamadrid, trabaj¨® como hombre para todo para un se?or que le firm¨® un contrato y le permiti¨® regularizar su situaci¨®n, y finalmente consigui¨® un buen empleo como encofrador en Torrevieja.
El trabajo era duro, pero el sueldo -1.800 euros al mes trabajando 11 horas al d¨ªa- le compensaba. Entonces se trajo de Ecuador a su mujer y a tres de los cuatro hijos. "Ella no ten¨ªa empleo, trabajaba espor¨¢dicamente en la hosteler¨ªa, pero es un sector muy competido", explica. Al principio vivieron de alquiler. Primero, en una habitaci¨®n, por 240 euros al mes; luego, en un piso que costaba 600 euros al a?o. As¨ª que optaron por tirarse a la piscina. "Acudimos a la agencia que vend¨ªa el piso, y ellos se ocuparon de buscar la financiaci¨®n con el banco. El due?o s¨®lo cobr¨® 70.000 euros, pero a nosotros la vivienda nos sali¨® por 139.000".
Jos¨¦ Miguel Eraso y su mujer empezaron pagando una suma m¨®dica: 788 euros. En mayo de 2005, los tipos de inter¨¦s registraban un m¨ªnimo hist¨®rico, con el Euribor al 2%. Los bancos regalaban el dinero. Pero el pr¨¦stamo a 20 a?os era de inter¨¦s variable. "Bien que le protest¨¦ al banco y les dije: 'Oiga, ?por qu¨¦ no me lo dan a m¨ª a cuota fija? Pero no me hicieron caso". Las dificultades llegaron despu¨¦s. Se acab¨® el trabajo en Torrevieja, y la hipoteca, en marzo, subi¨® a 1.060 euros. Demasiado dinero, al que hay que a?adir la letra del Opel Shakira de segunda mano, que asciende a otros 258 euros al mes.
Eraso ha dejado de pagar y est¨¢ a punto de ser un moroso. Una realidad a la que ya se incorpor¨® Lidia Jim¨¦nez, una compatriota, que lleva cuatro meses de retraso en el pago de su hipoteca. Jim¨¦nez no quiere hablar mucho del tema. S¨®lo admite que la vida se le ha puesto en contra. "Cuando sacamos el pr¨¦stamo, de 220.000 euros, hace dos a?os, pag¨¢bamos 750 euros al mes, pero nos fue subiendo y ahora est¨¢ en 1.250". El piso, de apenas 54 metros cuadrados ¨²tiles, est¨¢ en una urbanizaci¨®n de la periferia de Madrid. "Es un bloque bien antiguo, lleno de problemas. La hipoteca la saqu¨¦ con mi hijo, de 25 a?os, el ¨²nico que trabaja en estos momentos", cuenta Lidia, de 43 a?os, madre de otros tres hijos.
Las cosas funcionaron m¨¢s o menos el primer a?o, con letras moderadas y casi todos los mayores de la casa con trabajo. Hasta que el panorama cambi¨®. "Yo cuidaba de un ni?o y atend¨ªa una casa, pero estoy con anemia y faltaba mucho. La se?ora me dijo que no volviera". Su marido, empleado en la construcci¨®n, est¨¢ ahora a la expectativa, y toda la econom¨ªa familiar depende del hijo mayor. Lidia espera que las cosas mejoren y poder hacer frente otra vez a la hipoteca firmada por 30 a?os. De lo contrario sabe que perder¨¢ su piso. Aunque el proceso puede durar. ?Cu¨¢nto exactamente? Expertos judiciales calculan que no m¨¢s de ocho meses.
"Depende mucho de cada cliente. Nosotros intentamos negociar con cada uno, seg¨²n cada situaci¨®n particular", declara un portavoz de Caja Madrid, una de las entidades que m¨¢s han sufrido el aumento de morosidad en sus cr¨¦ditos. ?Se han pillado los dedos los bancos espa?oles en su af¨¢n de rentabilizar el man¨¢ que representaban las n¨®minas de centenares de miles de inmigrantes? "Nosotros ten¨ªamos que hacer frente a una demanda", dice una fuente del sector. Ahora todo apunta a que tendr¨¢n que hacer frente a una cat¨¢strofe. Decenas de miles de pisos devueltos; decenas de miles de subastas, de procesos. Un panorama nada halag¨¹e?o.
Tampoco pinta optimista el futuro para sus fallidos clientes, muchos de los cuales deshojan la margarita del regreso. "Volver ahora ser¨ªa como una derrota", asegura Marlon Flor, y su mujer, Yesenia, asiente. Aunque ella se lo ha pensado ya m¨¢s de una vez. ?No se precipitaron en su compra?
Lo malo, reconoce ahora Marlon, es que al final la cuenta subi¨® mucho. "Nos vendieron no s¨¦ cu¨¢ntos seguros. Uno precisamente por si ocurr¨ªa esto, que uno se quedara sin trabajo, pero ahora resulta que ese seguro s¨®lo sirve a los que tienen un contrato indefinido", cuenta desolado. El banco no se lo explic¨®. Tambi¨¦n Alberto C. culpa de haberle fallado a la caja que le dio el pr¨¦stamo. "Yo solicit¨¦ una hipoteca a 35 ¨® 40 a?os, pero me la dieron a s¨®lo 30 a?os. Cuando fui a quejarme hab¨ªa cambiado ya el director". As¨ª que reconoce con un punto de drama: "Estoy en las manos de Dios". O m¨¢s bien en las de la banca.
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