Las ventajas de la crisis
Pascual mir¨® a su mujer, con la expresi¨®n serena de un patricio romano, y ella se ech¨® el pelo encima de la cara para re¨ªrse en secreto, entre dientes.
-Voy a ponerme otra copa -anunci¨® ¨¦l entonces, y mir¨® a su cu?ado-, ?quieres t¨²?
-Bueno, si no es molestia.
-Qu¨¦ va, hombre, si esto es un bar. Lo m¨ªo es poner copas, ya lo sabes?
Se levant¨®, rode¨® la barra y, de espaldas a la concurrencia, sonri¨® ¨¦l tambi¨¦n. Ni siquiera el gol que el ni?o Torres le meti¨® a Alemania en la final de la Eurocopa le hab¨ªa puesto de tan buen humor.
Al otro lado, sentados a una de las mesas de su bar, estaban su cu?ado, el que hab¨ªa sido taxista antes de tener, nadie sab¨ªa c¨®mo, una flota de taxis, el del d¨²plex en una playa de Alicante, el del barquito para dar paseos por la costa, el del puro perpetuo, el de la cadena de oro cada vez m¨¢s gorda, el que se iba a Marina d'Or todos los a?os con su se?ora, la del turbante dorado y el biquini de leopardo y las alpargatas de plataforma y las tobilleras con topacios incrustados, por cortes¨ªa de un concejal del que eran ¨ªntimos, pero lo que se dice ¨ªntimos ¨ªntimos, vamos, ¨ªntimos. Ese mismo concejal era cu?ado de un constructor que ganaba dinero a espuertas y le hab¨ªa ofrecido al cu?ado rico el negocio de su vida. Ahora, detr¨¢s de la barra, mientras serv¨ªa las copas con notable parsimonia, el cu?ado pobre rememoraba el relato que hab¨ªa escuchado s¨®lo once meses antes, cuando su mujer se empe?¨® en que fueran, como todos los a?os, a pasar unos d¨ªas en el dichoso d¨²plex.
Pues nada, Pascual, pan comido? Desde luego, el que no gana dinero en Espa?a es porque no quiere. Mi amigo Antonio se ha ocupado de los detalles complicados, la recalificaci¨®n de los terrenos, completamente legal, por supuesto, que para eso es concejal, y un cr¨¦dito en unas condiciones estupendas. Hemos construido veinticuatro adosados en bloques de seis, cada uno con su jardincito, sus dos plazas de garaje, su azotea con sol¨¢rium... Cuando vi los planos me acord¨¦ de vosotros, no creas, pero como todav¨ªa no has terminado de pagar el bar, pues? Me parece que van a salir a un precio bastante alto, pero, claro, el alto standing es lo que tiene?
Aquella tarde, a Pascual le quedaban por pagar seis plazos de la ¨²ltima hipoteca de su vida. Por eso, porque se hab¨ªa jurado a s¨ª mismo que iba a ser la ¨²ltima, ni siquiera indag¨® acerca del precio de ese adosado que no iba a comprar de ninguna manera. Lo que s¨ª pregunt¨® fue por qu¨¦, si el constructor ganaba tanto dinero, necesitaba un inversor para construir esas casas que iban a hacerle todav¨ªa m¨¢s rico. Ay, Pascual, Pascual, le contest¨® su cu?ado, meneando la cabeza, no entiendes nada de negocios? Como eso era verdad, no quiso a?adir nada, pero cuando volvieron a verse, en Navidad, le pregunt¨® c¨®mo iba la venta de los adosados.
-Pues? -a su cu?ado no le gust¨® mucho aquella pregunta-. Despacio, la verdad. Nos retrasamos un poco, ya sabes que eso pasa siempre, y se nos pas¨® la temporada alta, y en octubre, pues ya no es lo mismo, va mucha menos gente? Hemos vendido algunos, pero mi socio est¨¢ seguro de que en primavera se animar¨¢ la cosa.
Pascual no volvi¨® a preguntar. En febrero pag¨® la ¨²ltima cuota de la hipoteca del bar y dio una fiestecita para celebrarlo. No invit¨® a sus cu?ados, pero ellos debieron de enterarse, porque el taxista le llam¨® por tel¨¦fono a primeros de mayo.
-Ahora que ya has pagado el bar, como tienes la costumbre de la cuota mensual? ?Por qu¨¦ no compras uno de mis adosados? Podemos ir a verlos un fin de semana, ya ver¨¢s, te van a encantar, y adem¨¢s, como al final salieron m¨¢s baratos de lo que cre¨ªamos, hemos bajado el precio un 20%, con calidades de primera, ?eh?, todo de primera.
Antes de tener tiempo para negarse, su mujer ya estaba a su lado, moviendo de un lado a otro el dedo ¨ªndice de la mano derecha. Aun as¨ª, se limit¨® a decir que ten¨ªa que pensarlo, que ya le llamar¨ªa para decirle algo. Como nunca lo hizo, cuando se enter¨® de que su cu?ado iba a venir a verle esa misma noche, pens¨® que le tocar¨ªa escuchar m¨¢s de lo mismo, y prepar¨® con cuidado una negativa amable, pero inflexible. Su cu?ado hab¨ªa cambiado de prop¨®sito, sin embargo. Ahora se conformaba con que le comprara la mitad de su casa, porque todav¨ªa ten¨ªa 19 adosados, ya hab¨ªa tenido que vender el barco, y a este paso, como no colocara la mitad del d¨²plex, se lo iba a quedar entero el banco.
-?C¨®mo van esas copas? -su mujer le meti¨® prisa desde la mesa y ¨¦l dej¨® de perder el tiempo con el hielo.
-Bien, ahora mismo os las llevo -y mira que es de malas personas gozarse con el mal ajeno, pens¨®, pero ni as¨ª lo pudo evitar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.