Todo fue un gran chiste
Un libro relata la historia de los pa¨ªses comunistas del Este de Europa a trav¨¦s del humor
"?Qu¨¦ hay m¨¢s fr¨ªo que el agua fr¨ªa en Rumania? El agua caliente". Mientras caminaba por uno de los delirantes bulevares construidos por Ceausescu en Bucarest, rodeado de horribles colmenas de viviendas aluminosas reci¨¦n construidas y que ya se ca¨ªan a trozos, le contaron este chiste al periodista brit¨¢nico Ben Lewis. "Simple, preciso, bello y verdadero como un haiku japon¨¦s", relata. Entonces se puso a recopilar y buscar chistes en los pa¨ªses del antiguo bloque comunista y descubri¨® que se pod¨ªa contar la historia de lo que ocurri¨® al otro lado del tel¨®n de acero a trav¨¦s del humor, desde la revoluci¨®n sovi¨¦tica hasta la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. Lewis ha recopilado esta monumental investigaci¨®n en Hammer & Tickle (juego de palabras que se puede traducir como El martillo y la risa), un libro instructivo, surrealista y, sobre todo, muy divertido, que acaba de ser publicado en el Reino Unido por Weidenfeld & Nicolson.
"Las bromas eran una forma de mantener nuestra dignidad", le relat¨® una mujer h¨²ngara
"En ciertas culturas se producen determinadas formas de expresi¨®n que alcanzan un papel muy importante y que sirven para definir sus ideas y sus valores. Los griegos ten¨ªan sus mitos, los isabelinos el teatro. Tras la II Guerra Mundial, la m¨²sica pop defini¨® la cultura occidental. Los comunistas ten¨ªan los chistes pol¨ªticos. El comunismo es el ¨²nico sistema pol¨ªtico que ha producido su propia rama de la comedia", explica Lewis.
"Puedes contar toda la historia del comunismo a trav¨¦s de chistes", dijo a Lewis un antiguo prisionero del Gulag, Simon Vilensky. De hecho, existe una palabra rusa para definir el chiste pol¨ªtico: anekdot. Llegaron a formar un inmenso patrimonio oral, sin parang¨®n con lo que ha ocurrido en otras dictaduras: nadie sab¨ªa muy bien de d¨®nde ven¨ªan, pero aparec¨ªan constantemente, incluso en los momentos m¨¢s peligrosos, y se difund¨ªan a velocidad de v¨¦rtigo.
?Cu¨¢l es el pa¨ªs que produjo mejores chistes? "Alemania del Este", responde en conversaci¨®n telef¨®nica Lewis. "Son chistes precisos y disciplinados, muy alemanes. Ejemplos: ?Por qu¨¦ a pesar de la carest¨ªa el papel higi¨¦nico alem¨¢n tiene dos hojas? Porque hay que enviar una copia de todo a Mosc¨²". Un Traban (el coche cl¨¢sico de Alemania oriental, que parec¨ªa una cafetera con ruedas) se encuentra con un burro, que le pregunta: "?T¨² qu¨¦ eres?". "Un coche". "S¨ª", replica el burro entre carcajadas, "y yo un caballo".
Los chistes rumanos eran muy negros (?Por qu¨¦ Ceausescu organiza un desfile el Primero de Mayo? Para comprobar qui¨¦n ha sobrevivido al invierno), mientras que los chistes checos eran certeros y surrealistas (?Cu¨¢l es el pa¨ªs m¨¢s neutral del mundo? Checoslovaquia, porque ni siquiera interfiere en sus propios asuntos internos. ?Por qu¨¦ los checos son hermanos m¨¢s que amigos de los rusos? Porque a los hermanos no se los elige). Los anekdot representan un g¨¦nero en s¨ª mismos. Tras 20 a?os en un campo de trabajo, un tipo vuelve a casa. Su madre le espera en el and¨¦n. La abraza nada m¨¢s descender la escalinata. "?C¨®mo me has reconocido tan r¨¢pido despu¨¦s de tanto tiempo?", pregunta la madre. "Por el abrigo", responde.
Cualquiera que conociese bien los antiguos pa¨ªses comunistas del Este de Europa comprender¨¢ hasta qu¨¦ punto el surrealismo que desprend¨ªa la vida cotidiana de esas sociedades presuntamente perfectas pod¨ªa convertirse f¨¢cilmente en humor. Un plan quinquenal, el organigrama de cualquier ministerio o un discurso ante un comit¨¦ central podr¨ªan convertirse, sin mucho esfuerzo, en una pel¨ªcula de los hermanos Marx. "Era un mundo absurdo. Las teor¨ªas econ¨®micas comunistas no funcionaron ni un d¨ªa: en semanas ya hab¨ªa problemas de abastecimiento. Sin embargo, desde el principio, los peri¨®dicos oficiales alababan el triunfo del sistema. La desconexi¨®n entre la realidad y la propaganda produjo cientos de chistes", explica Lewis.
Los chistes comunistas son un tema sobre el que se han escrito decenas de libros y hasta una tesis doctoral en Stanford, y no es una casualidad que la primera novela de Milan Kundera gire en torno a una gracia que acaba convertida en una pesadilla (La broma, publicada en 1968). Pero el estudio de Lewis, adem¨¢s del trabajo de campo global y de una inmersi¨®n archiv¨ªstica muy valiosa, revela, entre otras cosas, que mucha menos gente de la que se piensa fue a prisi¨®n por utilizar el humor como arma pol¨ªtica, aunque s¨ª es verdad que hubo tres momentos muy crudos: las grandes purgas estalinistas y las represiones de las rebeliones h¨²ngara, en 1956, y checoslovaca, en 1968.
Las bromas eran "a veces un term¨®metro, otras un termostato" de una opini¨®n p¨²blica que ten¨ªa muy pocas otras formas de expresi¨®n. "Es imposible imaginar ahora hasta qu¨¦ punto los chistes eran importantes para nosotros. Era una forma de mantener nuestra dignidad", le relat¨® una mujer h¨²ngara, viuda de un ciudadano que fue enviado a trabajos forzados por contar chistes. Lewis retoma una de las citas m¨¢s famosas de George Orwell ("Cada chiste es una peque?a revoluci¨®n") para explicar la importancia que tuvo el humor en aquellos tiempos de acero, un humor implacable que reflej¨® todos y cada uno de los acontecimientos que marcaron el socialismo y que, sobre todo, reflej¨® la misma esencia del sistema comunista: el absurdo.
Aprovechando la apertura que desemboc¨® en la Primavera de Praga, el escritor eslovaco Jan Kalina tuvo la idea de enviar a imprenta un libro llamado 1001 chistes, con tan mala fortuna que, como era habitual, no hab¨ªa papel. Pero la verdadera mala suerte empez¨® cuando, en 1969, lleg¨® el papel y a alguien se le ocurri¨® sacar el libro... en plena represi¨®n posterior a la invasi¨®n sovi¨¦tica. Los 25.000 ejemplares se vendieron en dos semanas. A Kalina le llenaron la casa de micr¨®fonos y, tres a?os m¨¢s tarde, fue llevado ante los tribunales. Cuando el juez le espet¨® que los micros los pusieron los servicios secretos occidentales, respondi¨®: "Qu¨¦ chiste m¨¢s bueno. Es una pena que no est¨¦ en mi libro". Fue condenado a dos a?os de prisi¨®n. Y eso no fue un chiste.
Humor negro en el Gulag
- Tres tipos est¨¢n charlando en un Gulag y acaban por hablar de los motivos por los que han sido deportados. "Yo estoy aqu¨ª porque siempre llegaba cinco minutos tarde a trabajar y me acusaron de sabotaje", dice el primero. "Yo estoy aqu¨ª porque siempre llegaba cinco minutos antes a trabajar y me acusaron de espionaje", afirma el segundo. "Yo estoy aqu¨ª porque siempre llegaba puntual y descubrieron que ten¨ªa un reloj americano", exclama el tercero.
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