?Dem¨®cratas poco practicantes?
En torno al 90% de los espa?oles prefiere la democracia a cualquier otro sistema de gobierno. Lo se?alan las encuestas, que registran tambi¨¦n una disminuci¨®n de quienes se manifiestan indiferentes en este asunto, o de quienes no le har¨ªan ascos a un r¨¦gimen autoritario en circunstancias determinadas. As¨ª pues, la pr¨¢ctica totalidad de los ciudadanos se declara partidaria de la democracia como forma de gobierno. Pero esta declaraci¨®n de convicciones es compatible con un descontento generalizado respecto del rendimiento de la democracia realmente existente. Ocurre en Espa?a y en otras sociedades con m¨¢s tradici¨®n democr¨¢tica. No es un hecho reciente. Lo describ¨ªa de forma lapidaria un autor norteamericano: "Alejamiento de la pol¨ªtica, malhumor respecto de lo pol¨ªtico, cansancio con sus debates, incredulidad ante sus promesas, escepticismo sobre sus resultados, cinismo frente sus profesionales" (Charles Meier, Democracy and its discontents, 1994).
"Sin llegar a las tiran¨ªas de otros tiempos, nada impide descartar la deriva hacia formas de gobierno que coarten libertades; hay signos inquietantes de ello"
El diagn¨®stico se fundamenta en datos. El 70% de los ciudadanos espa?oles expresa poco o ning¨²n inter¨¦s por la pol¨ªtica. La mitad de la ciudadan¨ªa considera que sus opiniones tienen apenas influjo en las decisiones p¨²blicas. Valoran escasamente a sus instituciones p¨²blicas. Tienen en muy baja estima a los pol¨ªticos que las gestionan. Aumentan los que se sienten distantes de todos los partidos y disminuyen los que se comprometen de forma estable con alguno de ellos. Lo mismo ocurre con la participaci¨®n en sindicatos y otras asociaciones, que cuentan con una de las tasas de afiliaci¨®n m¨¢s bajas de Europa occidental. Se suma a todo ello un amplio descontento respecto del rendimiento del sistema democr¨¢tico. De lo que ser¨ªa seg¨²n algunos la democracia realmente existente.
?Es inocua esta creciente desafecci¨®n de los ciudadanos respecto del sistema pol¨ªtico que dicen preferir? Escrib¨ªa Montesquieu: "El gobierno es como todas las cosas: hay que amarlo para conservarlo". Si los ciudadanos no tienen en gran estima a su sistema de gobierno, se arriesgan a dejarlo en manos de otros. Por lo dem¨¢s, la historia advierte que experiencias m¨¢s o menos democr¨¢ticas de otras ¨¦pocas fueron barridas por reg¨ªmenes autoritarios. Sin llegar a la reproducci¨®n exacta de las tiran¨ªas de otros tiempos, nada impide descartar la deriva de nuestras democracias hacia formas de gobierno que coarten libertades civiles y pol¨ªticas. Primero, las de algunas minor¨ªas inc¨®modas o m¨¢s d¨¦biles. Despu¨¦s, las de toda la poblaci¨®n. Hay signos inquietantes de ello en nuestro entorno.
No vale, pues, la resignaci¨®n m¨¢s o menos complaciente ante el fen¨®meno de la desafecci¨®n pol¨ªtica. Suena a escapatoria un f¨¢cil recurso al realismo: "La democracia es un ideal inalcanzable y, por consiguiente, ser¨¢ siempre una experiencia decepcionante". Situar a la democracia en un horizonte ideal no es argumento para la pasividad. No exime a los convencidos de continuar una marcha esforzada hacia aquel horizonte. Una marcha en la que es menester superar obst¨¢culos y corregir desviaciones del rumbo.
Contamos con recomendaciones para mejorar la calidad de las democracias. Las han elaborado analistas y expertos en todos los pa¨ªses. Suelen proponer -como ha hecho un reciente informe de la Direcci¨®n General de Participaci¨® Ciudadana de la Generalitat- la revisi¨®n de las instituciones y procesos pol¨ªticos. Algunos, por su evidente obsolescencia. Otros, por su desviaci¨®n de los principios democr¨¢ticos. Las correcciones apuntan a tres grandes objetivos. Mayor transparencia para hacer comprensible la complejidad de los conflictos que enfrenta la democracia actual. Mayor participaci¨®n ciudadana en la fijaci¨®n de la agenda pol¨ªtica, no para suplantar a la democracia representativa, sino para completarla con una mayor intervenci¨®n de ciudadanos no profesionales de la pol¨ªtica. Finalmente, mayor rigor y control m¨¢s eficiente en la rendici¨®n de cuentas y en la evaluaci¨®n sistem¨¢tica de las decisiones p¨²blicas. Para cada objetivo se han dise?ado medidas concretas.
Pero tales medidas ser¨¢n inviables si no se corrigen tambi¨¦n actitudes y pautas de conducta personal que contradicen de manera frontal una presunta creencia en los principios democr¨¢ticos. Falta de sentido de comunidad, competencia sin freno en la esfera econ¨®mica y profesional, recurso frecuente a las emociones b¨¢sicas en detrimento de los argumentos, intolerancia frente a los diferentes o los discrepantes. A todos nos corresponde emprender esta revisi¨®n de actitudes. Pero de manera particular a quienes ocupan posiciones social y pol¨ªticamente relevantes. A quienes gestionan las instituciones pol¨ªticas, a quienes deciden en el mundo econ¨®mico y a quienes fabrican ideas y percepciones: en los medios, en la academia, en la publicidad.
Este debate deber¨¢ tener en cuenta otras se?ales. Por ejemplo, el recurso creciente de algunos sectores a intentar la intervenci¨®n de hecho en asuntos colectivos, al margen de partidos y otros canales representativos. Suelen tener tono reivindicativo, con duraci¨®n m¨¢s o menos ef¨ªmera y vinculadas a una sola cuesti¨®n o issue tem¨¢tica. Priman la espectacularidad e incluyen dosis variables de agresividad. Tambi¨¦n hay que atender al potencial -poco o mal aprovechado- que la tecnolog¨ªa ofrece hoy para la interacci¨®n pol¨ªtica. Son factores de ambigua interpretaci¨®n: ?pasan de las pautas democr¨¢ticas o reclaman m¨¢s o diferentes formas de participaci¨®n? Por estas y otras razones, se impone un debate ciudadano amplio, capaz de forjar compromisos sociales compartidos. Sin tales compromisos, las reformas institucionales y normativas ser¨¢n dif¨ªciles de aprobar. Y si llegan a serlo, acabar¨¢n siendo poco eficientes. Porque se ha dicho con raz¨®n que no hay democracia s¨®lida sin dem¨®cratas. No s¨®lo creyentes, sino algo m¨¢s practicantes.
Josep Maria Vall¨¨s es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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