Desafecci¨®n
Desde su voto en Europa a favor de la 'directiva de retorno' de inmigrantes hasta las continuas concesiones a la derecha y la Iglesia, los socialistas de Zapatero est¨¢n decepcionando a ciudadanos que les votaron el 9-M
Ya suman mucho los detalles que conducen a bastantes ciudadanos a replantearse el funcionamiento de algunas instituciones pol¨ªticas. Porque en lugar de acercarles, les alejan del sistema democr¨¢tico vigente. No de la democracia, sino de su manifestaci¨®n concreta en Espa?a.
En los ¨²ltimos meses, los s¨ªntomas de que hay algo enfermo en la construcci¨®n de la democracia en Espa?a y en Europa se multiplican. Sin ¨¢nimo de ser exhaustivo, cabe referirse a dos recientes decisiones del Parlamento Europeo: la aprobaci¨®n de la jornada de 65 horas semanales y la directiva sobre el internamiento de inmigrantes. No hace falta discrepar de la ferocidad de su contenido para estar en desacuerdo. Basta con observar el procedimiento.
Tom¨¢s G¨®mez y los suyos no hacen nada contra el desguace de Aguirre en la ense?anza p¨²blica
Socialistas catalanes de origen charnego asumen el discurso victimista del nacionalismo local
Los que se sienten heridos por esos debates y sus resultados no son ninguna excepci¨®n, sino todo lo contrario, cuando manifiestan su esc¨¢ndalo por el hecho de que unos parlamentarios elegidos se atrevan a votar un texto como el del internamiento. Insisto, al margen de su contenido. Porque no hab¨ªa nada en el programa electoral con el que se presentaron que les habilitara para ello.
?Qui¨¦nes entre los votantes de la lista socialista al Parlamento estaban y est¨¢n a favor de semejante directiva? Pues me temo que pocos. Pero, sobre todo, a ninguno de estos votantes le ha sido consultada, le ha sido brindada la oportunidad de manifestar su acuerdo o su desacuerdo, o ha podido seguir un debate al respecto. Y eso sobre un texto que altera gravemente el esp¨ªritu de la construcci¨®n de la Europa de las libertades y la democracia. De las 65 horas se podr¨ªa decir algo semejante, aunque en ese caso se a?ade el agravio de que quienes lo han decidido con sus votos europeos viven como raj¨¢s, con jornadas laborales y prebendas sin cuento mientras discuten esa brutal propuesta que jam¨¢s les afectar¨¢ a ellos.
Es grave que no sean situaciones excepcionales. Y esto hace pensar en que quiz¨¢s estamos asistiendo a una deriva, una corrupci¨®n severa del sistema de representaci¨®n pol¨ªtica. Por ejemplo, en el terreno dom¨¦stico, el presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero nos avisaba, en la entrevista que concedi¨® al peri¨®dico EL PA?S unos d¨ªas antes de las elecciones generales, de que ¨¦l no iba a aplicar la mejora de la ley del aborto porque, aunque estaba en el programa electoral, jam¨¢s le hab¨ªamos escuchado defender el sistema de plazos.
La vicepresidenta del Gobierno, Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega, nos obsequi¨® d¨ªas despu¨¦s con un argumento parecido diciendo que no hab¨ªa demanda social para corregir un sistema que otras mujeres, sobre todo las afectadas, consideran humillante y mentiroso, porque obliga a las mujeres que recurren al traum¨¢tico proceso del aborto a esgrimir desequilibrios psicol¨®gicos para ejercer lo que muchos consideramos un doloroso derecho, que tienen que practicarles en cl¨ªnicas privadas porque el Gobierno no tiene el valor de hacer que se aplique en el sistema p¨²blico.
M¨¢s dom¨¦stica a¨²n es la decisi¨®n de los socialistas madrile?os, que parecen asistir tranquilos al desguace de la ense?anza p¨²blica en la comunidad que preside Esperanza Aguirre, y se apuntan a la ense?anza concertada en lugar de exigir que se ponga en pie de una vez la financiaci¨®n suficiente para que el Estado cubra una exigencia social. Ya sabemos todos que el deterioro tiene su origen en que los institutos se saturan de inmigrantes con un bajo nivel educativo, y sabemos todos que eso s¨®lo se arregla con m¨¢s inversi¨®n y contrataciones de profesores de apoyo. Pero la federaci¨®n que preside Tom¨¢s G¨®mez ha optado por la soluci¨®n f¨¢cil: ense?anza concertada para los ni?os espa?oles y acercamiento facil¨®n a quienes votan a la derecha para intentar quitarle apoyo al Partido Popular por ah¨ª. ?Ha votado alg¨²n elector a los socialistas madrile?os para que dejen de lado la ense?anza p¨²blica?
Se puede seguir, porque vale mucho la pena. ?Qu¨¦ decir de los socialistas catalanes de origen charnego que asumen el discurso victimista del nacionalismo, con las balanzas fiscales por medio, para ganarse el aprecio de los votantes catalanistas? El expolio pasa a ser un argumento y la solidaridad una estupidez, incluso un crimen, que pesa sobre los hombros de la explotada Catalu?a. ?Ha votado alg¨²n elector catal¨¢n a los socialistas para que digan que ya est¨¢ bien de alimentar a los par¨¢sitos extreme?os?
La sobreabundancia de ejemplos, que afectan a casi todos los partidos pol¨ªticos y a muchas instancias de distinta ¨ªndole, obliga a plantearse que no se trata de hechos aislados, sino de una bien asentada tendencia que marca una distancia enorme entre las decisiones de los ciudadanos y las de los pol¨ªticos que te¨®ricamente nos representan. Y resulta lamentable que eso sea aceptado sin apenas (muy honrosas, pero pocas) excepciones entre los pol¨ªticos que las aplican. Por volver al primero de los ejemplos, salvo Josep Borrell (ya le han castigado) y Raimon Obiols, que votaron en contra, y la abstenci¨®n de otro eurodiputado, los dem¨¢s componentes del grupo socialista se inclinaron por dar su sufragio a la propuesta de internamiento sin juicio de personas que no han delinquido.
Yo conozco a algunos de estos eurodiputados, a algunos les respeto y les tengo aprecio. O quiz¨¢ les respetaba y les apreciaba. ?Por qu¨¦ votaron eso, que me consta que va contra su conciencia? Por orden del partido. Esa instituci¨®n que les garantiza el cargo y les manda con severidad que cometan lo que Santos Juli¨¢ ha definido como una infamia. Los rocambolescos argumentos que se sueltan desde el poder para justificarlo se parecen a los que Chamberlain hizo para justificar la entrega de Checoslovaquia a Hitler en 1938: hay que calmar a la bestia, que en este caso es Berlusconi.
Est¨¢ la tendencia y est¨¢ el sentido. Porque en todos los casos, sin excepci¨®n, se atisba un retroceso en las libertades o en los principios. Hay un discurso que lleva dentro la idea de calmar a la derecha, pol¨ªtica o social. Pero a los votantes no nos han preguntado si queremos hacerlo al precio de que no haya ley de plazos para el aborto, que la educaci¨®n p¨²blica se vaya al cuerno, que se abra una brecha xen¨®foba entre autonom¨ªas ricas y pobres o que se pueda meter en la c¨¢rcel a los negros miserables.
Y siempre el eterno mecanismo: lo que conviene se borra del programa, o se abordan soluciones que no estaban en el mismo. En funci¨®n de la legitimidad que los elegidos han obtenido con el voto. Una vez que el voto es suyo, el contenido de las propuestas pierde sentido. El argumento fundamental es el de actuar para ganar elecciones o, m¨¢s miserable, para mantener el privilegio del cargo. Al margen de la voluntad de quienes les hemos dado nuestro voto, insisto.
Los partidos pol¨ªticos pueden hacer eso con impunidad porque a¨²n se mantiene incumplido el mandato constitucional de aplicar sistemas democr¨¢ticos a su gesti¨®n. Pero todos sabemos qui¨¦nes tienen que votar las leyes que rigen sus mecanismos: los propios interesados, los jefes y los que les obedecen porque les deben el puesto. Es as¨ª de sencillo, y de viciado.
Yo tengo que confesar una gran verg¨¹enza: uno de los argumentos que baraj¨¦ para decidir mi voto en las ¨²ltimas elecciones fue el miedo a la derecha, que tra¨ªa consigo un tono y un expl¨ªcito mensaje capaz de poner los pelos de punta a cualquiera. Pero la m¨ªnima decencia me obliga a negarme la posibilidad de incurrir de nuevo en algo as¨ª. Porque la democracia y la libertad me importan demasiado.
S¨¦ que lo que digo no responde a un caso aislado. Cada vez hay m¨¢s ciudadanos que se preguntan sobre su voto. Ciudadanos que, por estar a favor de una democracia solidaria, de derechos y libertades, est¨¢n m¨¢s al borde de la desafecci¨®n.
Jorge M. Reverte es escritor.
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