El presidente y su doble
Presidente de Estados Unidos no hay m¨¢s que uno, como madre. Al parecer es necesario aclararlo a estas alturas del eclipse presidencial que sufre George W. Bush y de la gira triunfal de Obama desde Kabul hasta Londres, que le est¨¢ proporcionando la talla imprescindible para vencer en noviembre. Es lo que hacen los asesores de Obama que le acompa?an en su periplo entre Asia y Europa, como parte de un cortejo que incluye una docena de consejeros en pol¨ªtica exterior, su equipo de campa?a, tres presentadores de las televisiones de mayor audiencia y centenares de periodistas. No se confundan, les aclaran constantemente a ¨¦stos, todav¨ªa no ha sido nominado oficialmente por la Convenci¨®n dem¨®crata, y ni siquiera sabemos qui¨¦n le acompa?ar¨¢ como candidato a vicepresidente.
Obama vuela con el viento a favor. Asciende en su campa?a a ojos vista, incluso en el tama?o de los aviones que le transportan. Atr¨¢s quedan los Gulfstream de unas pocas plazas, adecuados para viajes de negocios por Estados Unidos. Ahora ha alquilado un Boeing 757, adaptado al cliente con el logo y el eslogan de su campa?a Change we can believe in, el cambio en el que creemos, que parece la r¨¦plica del Air Force One, el avi¨®n presidencial en el que se subir¨¢ si consigue superar esta exhibici¨®n de poder¨ªo sin autolesionarse. Su caravana en tierra se compone de veinte limusinas, todav¨ªa lejos de las que ocupar¨¢ a partir del 20 de enero si le toca viajar como presidente del pa¨ªs m¨¢s poderoso del planeta.
El ¨¦xito de su viaje, de tonos tan presidenciales, no sirve para ocultar los peligros a los que se expone al realizar en apenas una semana un repaso a las mayores dificultades con que se enfrenta Estados Unidos en el exterior y entrevistarse con un pu?ado de dirigentes de primer¨ªsimo plano. El contacto asiduo con la prensa no siempre da buenos resultados. Los cambios s¨²bitos de pa¨ªses y de atm¨®sferas pol¨ªticas son propicios a las meteduras de pata y a preguntas inconvenientes de respuesta dif¨ªcil. El entusiasmo que est¨¢ levantando en Europa, donde se le da ya por presidente electo, puede actuar como un bumer¨¢n en la opini¨®n americana. El ascenso ya va acompa?ado de severas cr¨ªticas, a su estilo y a su visi¨®n estrat¨¦gica, que The Washington Post calificaba ayer de exc¨¦ntrica en su art¨ªculo editorial. Lo suyo es la audacia de la vanidad, seg¨²n el columnista conservador Charles Krauthammer, en una par¨¢frasis mal¨¦vola del libro del candidato La audacia de la esperanza. Sobriedad, Herr Obama, le aconsejaba Roger Cohen en The New York Times.
Pero todo el mundo puede percibir que la suerte le acompa?a, incluso en el despliegue de la agenda internacional. En pocos d¨ªas se ha superado el debate sobre la presencia norteamericana en Irak. El candidato republicano ha quedado solo y descolgado clamando por una victoria que nadie, ni los iraqu¨ªes, quieren tal como McCain la ha imaginado. La cuesti¨®n ahora es reforzar la presencia en Afganist¨¢n y frenar el proyecto nuclear iran¨ª. Es lo que m¨¢s preocupa a los israel¨ªes, que contemplan a un eventual Ir¨¢n nuclearizado como una amenaza existencial para su pa¨ªs. A pesar de su gesticulaci¨®n a favor de Israel, a veces demasiado enf¨¢tica y por tanto dudosa, est¨¢ claro que con Obama el realismo regresa a la pol¨ªtica internacional norteamericana. Lo hace con tal fuerza que la propia Administraci¨®n actual ha cambiado ya en esta direcci¨®n. Y la experiencia demuestra que los gobiernos israel¨ªes se han sentido mucho m¨¢s c¨®modos cuando Washington ha estado dominado por los idealistas, especialmente los ahora decadentes neocons.
Obama quiere tratar a Ir¨¢n como Truman trat¨® a la Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1947. Palo y zanahoria, disuasi¨®n nuclear y diplomacia, Plan Marshall y OTAN. EE UU arm¨® su doctrina de la contenci¨®n gracias a su conocimiento del r¨¦gimen sovi¨¦tico y a su capacidad para combinar negociaci¨®n con amenaza. El candidato dem¨®crata quiere persuadirnos de que ser¨¢ tambi¨¦n capaz de armar una nueva doctrina estrat¨¦gica frente a la proliferaci¨®n nuclear, para combatir el terrorismo y contener la amenaza iran¨ª, sustituyendo la fracasada Guerra Global contra el Terror de George Bush.
Al emperador divinizado de Roma le acompa?aba un esclavo para recordarle que era mortal. Obama necesita ahora que alguien le recuerde en cada momento que todav¨ªa no ha vencido. Le acecha el mismo demonio que destruy¨® a los neocons, la hybris o pecado de la desmesura y del exceso de confianza en s¨ª mismo. Si supera la ¨²ltima tentaci¨®n, ser¨¢ presidente.
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