"No me gusta la palabra reconciliaci¨®n"
![Isabel Ferrer](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F8b95639c-d8ad-4697-89e7-0a8b128cb4e1.png?auth=2ab4e65ae234b6368ea105ef1c40df093c1068ef274989c980910cd81cb9140c&width=100&height=100&smart=true)
Poco queda de Argentaria, la Ciudad de Plata bautizada as¨ª por los romanos por su riqueza minera. Hoy se llama Srebrenica y su pasado ha sido borrado por el genocidio perpetrado por las tropas serbobosnias del general Ratko Mladic, en el que 8.000 varones musulmanes bosnios, ancianos y adolescentes incluidos, fueron asesinados en una limpieza ¨¦tnica con cad¨¢veres a¨²n por enterrar.
Hasan Nuhanovic perdi¨® a los 27 a?os a sus padres y a su hermano menor. Ya en la cuarentena, y con la obligaci¨®n de "vivir por mi esposa e hija en lugar de seguir muriendo por dentro", recuerda el mes de julio de 1995 en que fallecieron. Sobre el arresto de Radovan Karadzic no puede ser m¨¢s claro. "Est¨¢ muy bien, pero no debe tapar que a¨²n permanecen huidos cientos de criminales de guerra de menor rango".
Su relato es m¨¢s revelador porque ¨¦l era el int¨¦rprete de los cascos azules holandeses destinados por Naciones Unidas para proteger una zona declarada segura para los civiles. Un enclave sitiado por unos soldados serbios muy superiores en n¨²mero.
Cuando el asalto era inminente, Hasan Nuhanovic llev¨® a los suyos a la base holandesa de la ONU. Pidi¨® protecci¨®n para ellos hasta que su hermano, de 20 a?os, le dijo que prefer¨ªa marcharse a seguir humill¨¢ndose. Fueron expulsados y asesinados, y ¨¦l ha acabado por demandar a Holanda por abandono.
"No saque de contexto lo que le dir¨¦, pero en aquellos momentos, los soldados holandeses eran para m¨ª iguales que los serbios. Est¨¢ claro que los cascos azules no tuvieron toda la culpa porque les dejaron solos. Pero entregaron a los m¨ªos sabiendo que morir¨ªan, algo que luego han admitido. Nos abandonaron, y eso no hab¨ªa ocurrido nunca con Naciones Unidas", dice por tel¨¦fono desde su nuevo hogar, en Sarajevo. All¨ª reside con su mujer e hija y aunque habla sin reparos, por un momento deja entrever cierto recelo. ?Se siente amenazado, quiz¨¢? Su respuesta resulta estremecedora. "Nunca se sabe. Una vez recib¨ª un mensaje de medios serbios donde me advert¨ªan que la pr¨®xima vez no se equivocar¨ªan".
Ingeniero mec¨¢nico y todav¨ªa int¨¦rprete, su condici¨®n de var¨®n superviviente le ha llevado a forjar un estrecho lazo con las Madres de Srebrenica, que siguen buscando a sus muertos. "En Bosnia hay muchas aldeas donde los asesinos conviven con los allegados de sus v¨ªctimas. Por eso no me gusta la palabra reconciliaci¨®n. En la Rep¨²blica Srpska [entidad serbia de Bosnia], evitan hablar de genocidio para Srebrenica. Empezar¨¢ a haber reconciliaci¨®n cuando lo hagan. Hasta entonces, prefiero hablar de normalizaci¨®n", advierte al despedirse.
![Hasan Nuhanovic, en La Haya en 2002.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/5SXO2HYVA4FVHIDDVYYCUO6CE4.jpg?auth=a6a6b881809a8e96968a92a769e956090d5c473bc4a92509578bcb66165d4b68&width=414)
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