Obama en Berl¨ªn
El aspirante dem¨®crata reclama m¨¢s Europa en los grandes desaf¨ªos internacionales
Barack Obama no consigui¨® la puerta de Brandeburgo para su ba?o de multitudes en Berl¨ªn -inevitable evocaci¨®n kennediana en 1963-, pero el Tiergarten bajo la Columna de la Victoria ha sido un escenario apropiado, aunque menos solemne, para la fiesta veraniega que ha enmarcado su ¨²nico discurso formal en la gira internacional con la que intenta pulir sus credenciales exteriores y afianzar sus posibilidades a la Casa Blanca. Berl¨ªn es el ep¨ªtome del viaje europeo del candidato dem¨®crata, triunfal desde el punto de vista estad¨ªstico cuando se conoce que el Viejo Continente le prefiere por dos a uno frente a John McCain, y todav¨ªa m¨¢s triunfal desde la identificaci¨®n generacional que suscita el senador por Illinois entre los j¨®venes europeos y de todo el mundo.
El meollo de su mensaje ha sido la necesidad de que Europa contribuya m¨¢s y mejor a contrarrestar las diversas amenazas a la seguridad global, desde Ir¨¢n a Oriente Pr¨®ximo o la proliferaci¨®n nuclear. Y en particular a la alarmante situaci¨®n en Afganist¨¢n, donde la OTAN hace lo que puede y cuya situaci¨®n, tras su fugac¨ªsima visita, el senador afroamericano describe caritativamente como precaria. Aunque reclama a Europa como socio favorito de EE UU, Obama ha podido percibir en su conversaci¨®n con la canciller Merkel los claros l¨ªmites alemanes a su inmersi¨®n profunda en el avispero afgano. Donde Washington quiere tropas de combate, Berl¨ªn prefiere que sus militares construyan escuelas y pozos.
Trasladar a la compleja realidad pol¨ªtica la entrega popular manifestada en Berl¨ªn como el conjunto de la obamaman¨ªa que se extiende por Europa tiene riesgos. Las expectativas de momento son s¨®lo eso, expectativas; no es todav¨ªa el pr¨®ximo presidente del pa¨ªs m¨¢s poderoso del mundo. Si llega a serlo, puede decepcionar a quienes ahora le admiran contraponi¨¦ndole a un nefasto Bush; es m¨¢s que probable que cambien muchos de sus puntos de vista. Por lo dem¨¢s, es muy prematuro aventurar qu¨¦ significar¨¢ para Europa una presidencia de Obama, a la vista de sus vacilaciones en cuestiones como la retirada estadounidense de Irak, el cambio clim¨¢tico o el estatus de Jerusal¨¦n.
A la postre, al presidente de EE UU no le eligen los europeos. Y su marcaje no lo hacen los pol¨ªticos o la prensa del Viejo Continente, sino sus conciudadanos y un Congreso donde, con frecuencia, la Casa Blanca obtiene la mitad de lo que pretende.
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