El urinario
Ernst Gombrich, uno de los mejores historiadores del arte del siglo XX, dijo en una entrevista que "se sent¨ªa avergonzado de pertenecer a una ¨¦poca en la que la obra de arte m¨¢s famosa era un urinario". Se refer¨ªa, claro est¨¢, a la pieza de Marcel Duchamp y, aunque quiz¨¢ no sea la m¨¢s c¨¦lebre, s¨ª es citada casi siempre como una referencia art¨ªstica indiscutible del pasado siglo. La exposici¨®n actual del MNAC sobre Picabia, Man Ray y el propio Duchamp refleja magn¨ªficamente la atm¨®sfera ideol¨®gica en que un urinario pudo ser presentado como el fruto genuino de la vanguardia. Tambi¨¦n refleja el inicio de la cadena de equ¨ªvocos -en general interesados- que tergiversa el gesto de Duchamp, olvida su significado y sacraliza su herencia.
El papanatismo ofrece la obra de Duchamp como objeto de culto para la idolatr¨ªa de las multitudes
Es decir, Gombrich ten¨ªa raz¨®n de sentirse avergonzado. Ahora bien, creo que lo que le avergonzaba, a tenor de lo que comentaba en el resto de la entrevista, no era la ir¨®nica ocurrencia dada¨ªsta de Duchamp, sino el hecho de que un ej¨¦rcito de cr¨ªticos, profesores, gestores de la cultura y comerciantes se hubieran empe?ado en transformar la ocurrencia en obra de arte, poni¨¦ndola como modelo de tantas otras ocurrencias que, bien hinchadas en el mercado, tambi¨¦n eran convertidas en obras de arte e, incluso, en el arte por excelencia.
Mientras Marcel Duchamp jugaba tranquilamente al ajedrez en Cadaqu¨¦s, m¨¢s bien indiferente a lo que ocurr¨ªa a su alrededor seg¨²n el testimonio de quienes le conocieron en esa ¨¦poca, un fenomenal engranaje de reflexiones te¨®ricas y trapicheos culturales celebraba la artisticidad universal del urinario y de alguna otra de sus bromas provocadoras, como la Gioconda con mostachos. El ¨²nico gran beneficio para la inteligencia de esta operaci¨®n es que podamos deducir el grado de estupidez de nuestros interlocutores cultos seg¨²n la importancia que otorgan al urinario y a la Mona Lisa bigotuda.
El dada¨ªsmo fue, tal vez, el m¨¢s interesante de los movimientos vanguardistas, porque fue el que lleg¨® m¨¢s lejos en sus interrogantes. Sin embargo, no puede ignorarse que el talante dada¨ªsta implicaba la autoaniquilaci¨®n del arte: o sea un movimiento apocal¨ªptico, nihilista, de una iron¨ªa ferozmente terminal, "un agujero en la nada", seg¨²n la afirmaci¨®n de Picabia. Es imposible desvincular este radicalismo de un clima hist¨®rico en el que dominaban asimismo el apocalipsis y la utop¨ªa. Con sinceridad o afectaci¨®n -depende de los casos- Dad¨¢ empujaba hacia el abismo toda la tradici¨®n heredada porque la ¨¦poca estaba fascinada con la creencia de que la civilizaci¨®n deb¨ªa empezar de cero. O simplemente no reiniciar el camino. Ante la podredumbre de la civilizaci¨®n era preferible una nueva barbarie.
Vistas as¨ª las cosas puede comprenderse que lo m¨¢s contrario al ideal dada¨ªsta era hacer "obras de arte" y que ¨¦stas, debidamente envueltas como mercanc¨ªas -con sus tasaciones, precios, seguros- fueran exhibidas en muestras y museos. Toda exposici¨®n sobre el dada¨ªsmo tendr¨ªa que empezar explicando el car¨¢cter contranatura del proyecto. Duchamp hiri¨® simb¨®licamente a Leonardo da Vinci como paradigma de la pintura sabiendo a la perfecci¨®n que esa herida s¨®lo pod¨ªa sangrar en la atm¨®sfera revolucionaria en que se hab¨ªa producido.
As¨ª propuso tambi¨¦n su urinario, genuino objeto antisublime que adquir¨ªa el valor de una granada lanzada en el seno del conservadurismo art¨ªstico e ideol¨®gico. Desactivada la granada tras el fin del fervor revolucionario, tal objeto ¨²nicamente pod¨ªa ser preservado como el testimonio de un gesto, como un documento de ¨¦poca; nunca como la obra de arte que obviamente jam¨¢s pretendi¨® ser.
Pero precisamente el papanatismo intelectual ha actuado en sentido contrario y, medio siglo despu¨¦s, ofrece el urinario de Duchamp, si no como "obra de arte" -expresi¨®n considerada arcaica-, como objeto de culto para la idolatr¨ªa de las multitudes. El c¨ªrculo as¨ª se cierra en cierto modo, puesto que no podr¨ªa haber nada m¨¢s antag¨®nico al esp¨ªritu original, iconoclasta, del dada¨ªsmo que esta proposici¨®n de culto. Seguramente Duchamp se reir¨ªa a carcajadas al comprobar esta perversi¨®n idol¨¢trica de sus intenciones.
Apuesto a que tambi¨¦n entender¨ªa la ira del viejo Gombrich, un estudioso que se hab¨ªa pasado la vida examinando la complejidad de las obras de Durero, Holbein, Rafael o del propio Leonardo. No es que Gombrich fuera incapaz de comprender el sarcasmo dada¨ªsta, pero no confund¨ªa el monigote que con tanto ¨¦xito dibuj¨® Duchamp con la Mona Lisa original.
La exposici¨®n del MNAC es muy recomendable. Pero recuerdan que un urinario es eso: un urinario. Ni m¨¢s ni menos.
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