Monte y mar para liberarse sin salir de la ciudad
Al reloj del director del Jazzaldia donostiarra, Miguel Mart¨ªn (San Sebasti¨¢n, 1952) casi siempre le faltan horas. As¨ª que cuando escucha la pregunta de por d¨®nde se pierde en su tiempo libre, responde: "Recurro mucho a los paseos t¨ªpicos y t¨®picos de la ciudad, especialmente los montes Urgull y Ul¨ªa, el Paseo Nuevo o los puentes" que cruzan el r¨ªo Urumea.
Eso no le impide detenerse en estos rincones con pasi¨®n. "Yo nac¨ª en el barrio de Gros, de manera que Ul¨ªa ha sido el monte de toda mi vida", comenta. A Mart¨ªn le gusta esa sensaci¨®n de hacerse "un montecito" en dos horas sin necesidad de coger el coche. "Su dimensi¨®n es reducida, pero viene muy bien para descomprimir un poco". Y si puede hacer el recorrido en grupo, mejor.
Urgull y Ul¨ªa est¨¢n entre las rutas del director del Festival de Jazz donostiarra
Urgull es ya "absolutamente urbano", pero "tiene zonas preciosas y una vista fabulosa", recalca. En lo alto del monte abre sus puertas la Casa de la Historia de San Sebasti¨¢n, un peque?o museo que "est¨¢ instalado de forma muy inteligente". Mart¨ªn asegura que lo ha visitado ya "cuatro veces", porque "siempre hay cosas que apetece ver de nuevo".
"A m¨ª siempre me ha parecido que Urgull tiene un importante potencial tur¨ªstico para la ciudad. En alguna ocasi¨®n se le dar¨¢ ese impulso que, quiz¨¢, le falta para que pase a ser uno de los grandes atractivos de San Sebasti¨¢n", vaticina.
El director del Jazzaldia baja de Urgull para mirar m¨¢s de cerca el mar. "Muchas veces suelo pensar c¨®mo ser¨ªa vivir en una ciudad sin mar. No tener ese lujo que damos por hecho los que habitamos en ciudades como San Sebasti¨¢n". Y es que, para Mart¨ªn, darse un paseo mirando al mar despu¨¦s de trabajar es una buena forma de tratar de dejar atr¨¢s los demonios del d¨ªa. "Es bonito hacerlo con un buen d¨ªa de verano o con un d¨ªa cerrado de invierno. Tiene algo que te libera", resume.
Vuelve a imaginarse subiendo al monte. Esta vez a Igeldo y su peque?o parque de atracciones. "Sigue teniendo cierto encanto por lo kitsch de sus instalaciones y, sobre todo, por la potencia del paisaje", destaca Mart¨ªn, quien recurre a la playa con moderaci¨®n. Le gusta nadar o dar paseos por el arenal, pero no tumbarse a tomar el sol.
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