Marina Petrella no quiere vivir
La ex brigadista roja, condenada en Italia por asesinato y secuestro, se deja morir en una c¨¢rcel francesa para evitar la extradici¨®n. "S¨®lo entregar¨¢n mi cad¨¢ver", dice
Prefiero morir libre antes de que me entierren viva" en una c¨¢rcel italiana. Marina Petrella, italiana, ex terrorista de las Brigadas Rojas italianas, de 54 a?os, escribi¨® estas l¨ªneas en una carta de despedida a sus familiares. Desde entonces se est¨¢ dejando morir en el hospital penitenciario de Fresnes, en Par¨ªs.
"La vi por ¨²ltima vez en abril y ya estaba hundida", asegura la hija mayor de Petrella, Elisa Novelli, de 25 a?os. Desde entonces reh¨²sa ver a sus familiares, pero "su estado no ha dejado de empeorar". Con un lenguaje m¨¢s cient¨ªfico, el m¨¦dico de la prisi¨®n de Fresnes describ¨ªa ya ese mes el estado de la reclusa: "Gravemente depresivo, dolor moral, insistentes pensamientos de muerte, angustia con efectos som¨¢ticos, sensaci¨®n de porvenir cerrado; el conjunto constituye una crisis suicidaria n¨ªtida y muy preocupante". Otro informe m¨¦dico, del mes pasado, reconoc¨ªa que Marina Petrella estaba "abandonando la vida". Desde hace nueve d¨ªas se la alimenta con un gotero.
Petrella fue condenada a cadena perpetua por el asesinato de un comisario y el secuestro de un magistrado
Mitterrand concedi¨® el asilo a los brigadistas italianos, pese a reconocer que no sab¨ªa si estaban arrepentidos
"A este paso van a entregar un cad¨¢ver", se indigna su hija Elisa. La Italia de Silvio Berlusconi reclama la extradici¨®n a la Francia de Nicolas Sarkozy, que se dispone a concederla en medio de una gigantesca pol¨¦mica que enfrenta, a golpe de declaraciones y comunicados, a la izquierda y el Gobierno, a asociaciones de magistrados, a confesiones religiosas y hasta a la propia familia del presidente. Provoca, adem¨¢s, tensiones con la presidencia de la Rep¨²blica Italiana.
Marina Petrella viv¨ªa legalmente en Francia desde hac¨ªa 15 a?os, pero en su pa¨ªs era una de las ex terroristas m¨¢s buscadas. No en balde, en 1976, con 22 a?os, ingres¨® en la columna romana de las Brigadas Rojas (BR), el grupo ultraizquierdista que ensangrent¨® Italia hasta principios de los ochenta. Su principal haza?a fue el secuestro y asesinato, en 1978, del ex primer ministro Aldo Moro, alma de la Democracia Cristiana.
Petrella compaginaba primero su empleo en la administraci¨®n del instituto Bruno Buozzi con su militancia en el grup¨²sculo radical Autonom¨ªa Obrera. Acab¨® abandonando su trabajo y, junto con su futuro marido, Luigi Novelli, y su hermano, Stefano Petrella, se incorpor¨® a la lucha armada. La pareja fue detenida en 1979 y acusada de pertenencia a una banda terrorista y posesi¨®n de armas. Dieciocho meses despu¨¦s fue excarcelada, al vencer el plazo de la prisi¨®n preventiva. Ambos fueron entonces desterrados a Montereale, un pueblo de los Abruzos, donde segu¨ªan sometidos a control judicial. No tardaron en escaparse.
La segunda etapa fue la m¨¢s violenta. Virginia, el nombre de guerra que utilizaba Petrella, ya formaba parte de la c¨²pula de la organizaci¨®n terrorista. Asesin¨® en 1982 al comisario de polic¨ªa Sebastiano Vinci, secuestr¨® al magistrado Giovanni d'Urso y cometi¨® otros atentados y atracos a mano armada. As¨ª lo establece la sentencia definitiva, de mayo de 1993, que la condena a cadena perpetua.
Todo fue brutal en aquellos a?os, incluso su segunda detenci¨®n por los carabineros, en diciembre de 1982, a bordo de un autob¨²s en Roma. Pese a estar embarazada, se resisti¨® a tiro limpio. Regres¨® a la c¨¢rcel de Rebibbia, dio all¨ª a luz a su primera hija y de nuevo agot¨®, sin ser juzgada, el periodo de prisi¨®n preventiva. Fue liberada, bajo control judicial, en junio de 1986.
En aquellos a?os de plomo, como se les recuerda en Italia, en los que las Brigadas Rojas asestaban golpes que hac¨ªan tambalearse al Estado, lleg¨® a haber 60.000 personas simult¨¢neamente inculpadas por actividades extremistas, de las que 5.000 fueron encarceladas. Los tribunales estaban colapsados, y los juicios, casi siempre multitudinarios, tardaban a?os en celebrarse.
Marina Petrella se sent¨® en el banquillo, junto con otros 198 inculpados, durante la tercera parte del macrojuicio por el asesinato de Moro. Fue su madre, L¨¦a, la que le busc¨® un abogado porque la terrorista rechazaba la "justicia burguesa". Hubo que esperar a octubre de 1988 para que el tribunal penal le impusiera una pena de tan s¨®lo 14 a?os, una sentencia que, en apelaci¨®n, se convirti¨® en cadena perpetua en 1992. La corte de casaci¨®n la confirm¨® al a?o siguiente, pero sin ordenar, curiosamente, su inmediato ingreso en prisi¨®n.
"Nos vamos a Francia. S¨®lo all¨ª podr¨¦ vivir contigo en libertad", anunci¨® entonces Marina a su hija Elisa, que ten¨ªa nueve a?os, tras conocer la ratificaci¨®n del veredicto. La Francia del socialista Fran?ois Mitterrand era entonces un refugio seguro para decenas de ex terroristas italianos. "Me niego a considerar a priori como terroristas activos y peligrosos", hab¨ªa declarado el presidente, "a personas que vinieron aqu¨ª, sobre todo de Italia, (...) arrepentidas a medias, del todo..., no lo s¨¦ muy bien, pero en todo caso fuera de juego". Sus palabras, pronunciadas en 1985 en la inauguraci¨®n del congreso de la Liga de Derechos Humanos, causaron estupor e indignaci¨®n en Italia incluso entre los partidos de izquierdas.
Sosegada por este mensaje presidencial y por la vida apacible que llevaban en Francia sus ex compa?eros de armas, Petrella comunic¨® por escrito a las autoridades francesas su llegada al pa¨ªs. "No le pusieron ninguna pega, e incluso, m¨¢s tarde, regularizaron su situaci¨®n" con los correspondientes permisos de trabajo y de residencia, recuerda Elisa Novelli.
Los primeros tiempos fueron duros. Trabaj¨® primero como empleada de hogar, se apunt¨® a clases de jardiner¨ªa y obtuvo un diploma oficial de asistente social. "Mi madre cambi¨® su compromiso pol¨ªtico por otro de ¨ªndole social", asegura su hija. "Y lo hizo a fondo", a?ade St¨¦phanie Lacroix, la gran amiga francesa de Petrella.
Lacroix dirig¨ªa entonces Loca Rythm, una agencia inmobiliaria que busca viviendas en alquiler para familias humildes, generalmente inmigrantes a los que los arrendatarios se resisten a firmar contratos. La agencia les garantiza el pago del alquiler y media en caso de conflicto.
"Contrat¨¦ a Marina -su certificado de penales franc¨¦s estaba virgen- y se dedic¨® en cuerpo y alma a tramitar ayudas p¨²blicas para sus inquilinos, a resolver amistosamente sus problemas con los propietarios", recuerda Lacroix sentada en el sal¨®n de la casa de Elisa. "Fue una trabajadora ejemplar que prolongaba desinteresadamente su jornada laboral para atender lo mejor posible a las 120 familias a su cargo en el Val d'Oise [periferia de Par¨ªs]. Hasta se saltaba la pausa de la comida". Cobraba 1.300 euros al mes.
Petrella encontr¨® una profesi¨®n y tambi¨¦n una familia. La cre¨® junto a Ahmed Merakchi, un jardinero franc¨¦s de origen argelino. Con ¨¦l tuvo una segunda hija, Emmanuella, que ya ha cumplido 10 a?os. "No viv¨ªamos en la opulencia, pero ¨¦ramos felices", rememora su compa?ero sentimental. La ¨²ltima vez que Merakchi la visit¨®, Petrella le dijo: "S¨®lo entregar¨¢n mi cad¨¢ver".
El primer susto llega en 2002. El conservador Jacques Chirac es el nuevo presidente franc¨¦s, y su ministro de Justicia, Dominique Perben, recibe de manos de su hom¨®logo italiano, Roberto Castelli, una lista de 14 terroristas cuya extradici¨®n es una prioridad para Roma. Tres polic¨ªas de paisano irrumpen poco despu¨¦s, a las seis de la ma?ana, en la casa de Petrella, la registran y se marchan. Justo entonces, Francia entrega a Paolo Persichetti, condenado en Italia por el asesinato de un general. Chirac no asume la promesa que hizo Mitterrand.
Cesare Battisti, otro ex terrorista residente en Par¨ªs, iba a ser en 2004 el siguiente en caer, pero logr¨® huir a Brasil, donde hoy est¨¢ encarcelado. "Aquel episodio perturb¨® profundamente a Marina", afirma su amiga Lacroix, que hasta entonces apenas conoc¨ªa las andanzas de su empleada modelo. "Hablaba de esa etapa convulsa en Italia, de los movimientos de extrema izquierda, pero no contaba cu¨¢l fue su papel", recuerda.
Hubo que esperar tres a?os m¨¢s para que le tocase el turno a Petrella. Su hija Elisa a¨²n no tiene claro si fue o no una casualidad, pero lo cierto es que la ex terrorista recibi¨® una convocatoria para que acudiera, el 21 de agosto de 2007, a la comisar¨ªa de Argenteuil, el suburbio parisiense en el que reside. Primero le hicieron preguntas sobre un accidente que tuvo un veh¨ªculo que hab¨ªa vendido un a?o antes, pero, tras una consulta al ordenador, se la llevaron a otra habitaci¨®n, de la que sali¨® esposada al cabo de dos horas. Merakchi y su hija Emmanuella, que la acompa?aron a la cita, no pudieron despedirse de ella. Romano Prodi, entonces primer ministro italiano, alab¨® la "brillante operaci¨®n" de la polic¨ªa francesa.
Desde entonces, su abogada, Ir¨¨ne Terrel, lucha en vano para que permanezca en libertad mientras se cursa su extradici¨®n. "Es cruel mantenerla en la c¨¢rcel", asegura. "No existe riesgo de fuga porque ha echado ra¨ªces aqu¨ª, ha fundado una familia, est¨¢ plenamente integrada".
Hace ya casi dos meses, el primer ministro, Fran?ois Fillon, firm¨® el decreto de extradici¨®n de la ex brigadista. Su letrada interpuso al d¨ªa siguiente un recurso ante el Consejo de Estado, ¨²ltimo tr¨¢mite rutinario, que s¨®lo permite ganar tiempo. El dictamen de la instituci¨®n no es preceptivo, pero el Gobierno suele esperarlo -a veces hasta un a?o- antes de ordenar la extradici¨®n.
Hace ya casi dos meses que tambi¨¦n se ha desatado en Francia una monumental pol¨¦mica. Intelectuales como Edgar Morin o Jean Lacouture, escritores como Fred Vargas, cl¨¦rigos como Jacques Maury -ex presidente de la Federaci¨®n Protestante-, asociaciones como la Liga de Derechos Humanos y el Sindicato de Magistrados, y partidos como el socialista, los verdes o los comunistas, se movilizan para exigir a Sarkozy que no entregue a Petrella. Hasta la Defensora del Menor, Dominique Versini, le pide que no se olvide de que es la madre de una ni?a de 10 a?os.
La Asociaci¨®n de Asistentes Sociales opt¨®, en cambio, por escribir una carta emotiva a la esposa de Sarkozy, Carla Bruni, de origen italiano. Sostiene que la entrega de Petrella a su profesi¨®n es la mejor demostraci¨®n "de su reintegraci¨®n entre los hombres y de su respeto del g¨¦nero humano". Pero la mejor valedora de Petrella es, sin duda, su hija Elisa, omnipresente en los medios de comunicaci¨®n con un br¨ªo y una energ¨ªa apabullantes.
"Lo que todos pedimos en el fondo", resume Terrel, la abogada, "es que Francia invoque la cl¨¢usula humanitaria del convenio europeo de extradici¨®n de 1957 que le permite denegar la entrega si puede tener graves consecuencias o por razones de salud".
La misiva de las compa?eras de trabajo de Petrella debi¨® de hacer algo de mella en Carla Bruni. El lunes, en el diario Lib¨¦ration, pidi¨® su excarcelaci¨®n porque "necesita recibir cuidados, como cualquier persona, y para eso la c¨¢rcel no es el lugar id¨®neo". Su hermana, Valeria, actriz, fue m¨¢s expl¨ªcita manifestando su solidaridad. Se present¨® en la prisi¨®n para visitar a la ex brigadista, pero el acceso le fue denegado porque carec¨ªa de la autorizaci¨®n judicial. La obtuvo, volvi¨® y, por fin, se reuni¨® con ella. Apenas quiso hablar a la salida: "Es una historia que conozco (...). Tengo amigos que estuvieron a punto de caer en ello [el terrorismo] como otros cayeron en las drogas".
Las presiones familiares o la movilizaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica han quebrantado levemente la determinaci¨®n de Sarkozy. En la cumbre del G-8 de Toyako (Jap¨®n) confirm¨® el 8 de julio, sin que nadie se lo preguntara, que entregar¨¢ a Petrella, pero revel¨® a continuaci¨®n que se dirigir¨ªa al primer ministro italiano, el derechista Berlusconi, para que ¨¦ste, a su vez, "intervenga ante el presidente de la Rep¨²blica Italiana [el ex comunista Giorgio Napolitano] para tratar de obtener la gracia" para la ex terrorista.
La detenci¨®n de Petrella, escribi¨® Sarkozy a Berlusconi a su regreso de Jap¨®n, "ha supuesto para ella un golpe psicol¨®gico que engendra ahora delicadas consecuencias humanas: convencida de que acabar¨¢ su vida encarcelada, rechaza recibir a su familia y ha disminuido de manera notable su alimentaci¨®n. En este contexto me parece justificado que se examine, en cuanto sea posible, una medida de gracia. Tengo plena confianza en la capacidad [de Italia] de tratar este caso con aut¨¦ntica humanidad".
Pese a su aparente buena voluntad, la iniciativa granje¨® a Nicolas Sarkozy un aluvi¨®n de cr¨ªticas en Francia. "Es una nueva pirueta para aparentar no ser un verdugo mientras mi cliente se est¨¢ muriendo", asegura la abogada de Petrella. "Es puro cinismo declararse dispuesto a dar cobijo a los guerrilleros colombianos de las FARC -el presidente asumi¨® esa propuesta al acoger, el 4 de julio, a Ingrid Betancourt en Par¨ªs- y entregar, en cambio, a personas que renunciaron a la lucha armada hace 30 a?os". "No estoy en contra de dar asilo a las FARC, pero entonces hay que ser coherente y aplicar la doctrina de Mitterrand", insiste la novelista Vargas.
Vistos desde Italia, los debates y maniobras franceses resultan cuando menos irritantes. "La incomprensi¨®n de Italia ante estos titubeos jur¨ªdicos (...) es absoluta", escribe en Le Monde Gian Giacomo Migone, ex presidente de la Comisi¨®n de Asuntos Exteriores del Senado italiano. "La izquierda italiana en su conjunto considera que las Brigadas Rojas no constituyen una organizaci¨®n revolucionaria, sino un grup¨²sculo terrorista".
A Napolitano le disgust¨® la intervenci¨®n de Sarkozy. Lo da a entender en un comunicado, del 9 de julio, en el que le recuerda que la atribuci¨®n de la medida de gracia est¨¢ supeditada a ciertos requisitos. El reo debe haber cumplido parte de la pena y mostrar arrepentimiento ante sus v¨ªctimas o sus familiares.
Petrella "nunca se ha arrepentido, nunca se ha disculpado", recordaba, la semana pasada, Aldo Vinci, hermano del comisario de polic¨ªa asesinado por la brigadista, ante los micr¨®fonos de Radio 24. "Si hubiese pasado 20 a?os en la c¨¢rcel podr¨ªamos ver las cosas desde su punto de vista", a?adi¨®, "pero se escap¨® a Francia, donde pudo desarrollar una vida normal mientras que mi hermano estaba en el cementerio, acribillado a balazos, por el mero hecho de ser un servidor del Estado. La prensa habla de mi hermano como un poli, pero el poli era un hombre simp¨¢tico e inteligente con una familia". La viuda del comisario no pudo recuperarse del mazazo. En su familia aseguran que muri¨® de tristeza.
Casi al mismo tiempo, Sarkozy suger¨ªa a la ex terrorista que pidiera perd¨®n: "En el derecho italiano, y el derecho es importante, para obtener la gracia hay que arrepentirse. La se?ora Petrella deber¨ªa reflexionar sobre ello".
?Por qu¨¦ no da ese paso? A la pregunta, su hija Elisa contesta: "?Qu¨¦ mejor manera de hacerlo que reconstruir su vida entreg¨¢ndose a los dem¨¢s a trav¨¦s de una labor social?".
?Por qu¨¦ no se dirige expresamente a las v¨ªctimas? "Algunos ex brigadistas", recuerda Elisa, "les han escrito cartas en las que les expresan su profunda compasi¨®n". Pero Petrella no firm¨® ninguna de ellas. ?Qu¨¦ le cont¨® su madre de los a?os de plomo? "Me explic¨® el contexto social que condujo a la lucha armada [la palabra "terrorista" no sale de su boca], que eran a?os de revuelta social que desembocaron en una guerra civil de baja intensidad. Hubo v¨ªctimas por ambas partes". Y no da su brazo a torcer.
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