Bendito p¨²blico triunfalista
La falta de formaci¨®n taurina de los p¨²blicos es directamente proporcional a la irrupci¨®n de figuritas de porcelana que se mantienen en la c¨²spide durante a?os sin motivo que lo justifiquen. Cuanto m¨¢s triunfalistas y festivos son los tendidos m¨¢s expuestos estamos todos al fraude, al enga?o y a la manipulaci¨®n. Dicho de otro modo: la desaparici¨®n de los aficionados ha dejado el paso libre a la decadencia. Y de otro: si hubiera aficionados de verdad, exigentes con toros y toreros, habr¨ªan desaparecido muchas ganader¨ªas y figuras varias se habr¨ªan tomado, hace ya tiempo, un m¨¢s que merecido descanso.
Lo ocurrido ayer en la plaza de El Puerto es un buen bot¨®n de muestra. La corrida de Juan Pedro en la l¨ªnea imaginable: chica, inv¨¢lida y descastada. Noble, eso s¨ª, pero incapacitada para la emoci¨®n. Los toreros -figuras modernas- en las ant¨ªpodas de los matadores valerosos y artistas, todo un compendio de aburrimiento, tristeza y desmotivaci¨®n. ?Y el p¨²blico? Bendito, como casi todos los de este pa¨ªs. Dispuesto a aplaudirlo todo, a no tener en cuenta el fraude de una corrida y toreros inservibles, a disfrutar con un inv¨¢lido, con un tercio de varas inexistente, con el toreo insulso de capote y muleta. En una palabra, dispuesto a disfrutar con la nada.
Pero ese p¨²blico bendito es el culpable fundamental del estado paup¨¦rrimo de la fiesta. Aguanta sin l¨ªmites y soporta con admirable estoicismo una mentira tras otra. Y aplaude y aplaude sin sentido todo lo que se le ponga por delante. Y admite becerrotes inv¨¢lidos inservibles como los de Juan Pedro o que las figuras modernas les den gato por liebre.
Una de ellas fue Enrique Ponce, trist¨ªsimo en El Puerto, sin ideas, sin ilusi¨®n, precavido en todo momento, muy por debajo de su condici¨®n de figura. Ya es delito anunciarse con una corrida podrida, pero no lo es menos su toreo vulgar, mec¨¢nico y fr¨ªo. Fue molestado por el viento en su primero, lo cual no fue excusa para los trapazos de los que hizo gala. Y aburri¨® a las ovejas en el cuarto, otro regalito ganadero, anovillado como sus hermanos.
El Juli se solidariz¨® con su compa?ero y firm¨® otra tarde para el olvido. Si es verdad que es un torero poderoso, su lote, moribundo el primero y muy descastado el quinto, no le permiti¨® florituras. Y pas¨® sin pena ni gloria, cansado, adem¨¢s, de pinchar una y otra vez.
Y el p¨²blico se lo pas¨® en grande con Manzanares. Es tan ben¨¦volo el espectador de hoy que pasa por alto los toros basura y las figuritas de porcelana con tal de que se pongan bonitas y escenifiquen pasos de ballet. Manzanares torea bien, claro que s¨ª, y lo demostr¨® en algunos pasajes en su primero, con hondura y empaque en varios naturales bell¨ªsimos ante un animal que era la tonta del bote. No fue faena grande, pero las palmas por buler¨ªas le acompa?aron en la vuelta al ruedo. La faena al noqueado toro sexto derroch¨® voluntad y soser¨ªa, pero los gritos del triunfalista p¨²blico y una presidencia de la se?orita Pepis le permitieron pasear las dos orejas. Lamentable.
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