Jerusal¨¦n vuelve a sentir miedo
Israel amenaza con aplicar un castigo colectivo a los familiares de palestinos que atacaron a jud¨ªos con excavadoras
Sara Duwiyat llora al ver de nuevo la foto de su hijo Husam, muerto a balazos despu¨¦s de que segara con su excavadora la vida de tres israel¨ªes en Jerusal¨¦n oeste a principios de mes. "?Qu¨¦ va a ser de estos ni?os?", se pregunta la madre de Husam se?alando a los hijos del agresor.
En la Ciudad Santa hay unos 250.000 ¨¢rabes con derecho a trabajar en Israel
"Se han quedado hu¨¦rfanos, sin seguridad social, y encima ahora amenazan con demoler esta casa y deportarnos a Gaza. ?Qu¨¦ va a ser de nosotros!". A su lado, la viuda de Husam, una joven de 20 a?os, vestida de negro de pies a cabeza y encerrada durante los cuatro meses de luto preceptivos en su casa de Zur Baher, a las afueras de Jerusal¨¦n, la misma que muy pronto podr¨ªa ser v¨ªctima de los bulldozers, esta vez israel¨ªes.
El ataque cometido por "el m¨¢rtir" Husam ha dejado a su familia sin trabajo y sin seguridad social, pero en su casa temen que lo peor est¨¦ a¨²n por llegar. Los atentados cometidos por j¨®venes palestinos sin afiliaci¨®n pol¨ªtica y residentes en el Jerusal¨¦n este ocupado -que a diferencia de sus compatriotas de Cisjordania pueden moverse libremente en Israel- ha puesto a los Duwiyat, como a muchos habitantes de la periferia de la Ciudad Santa, en el punto de mira.
Pol¨ªticos, militares, intelectuales y periodistas israel¨ªes no hablan casi de otra cosa estos d¨ªas. Buscar f¨®rmulas para frenar los ataques procedentes del otro lado de la invisible l¨ªnea verde que separa Jerusal¨¦n este del oeste se ha convertido en una prioridad, y el castigo colectivo a las familias de los agresores ocupa un puesto destacado en la lista de medidas que baraja el Gobierno israel¨ª.
En menos de cinco meses han sido tres los atentados cometidos por palestinos de Jerusal¨¦n; el ¨²ltimo la pasada semana, en pleno centro y a pocos metros del hotel que albergar¨ªa pocas horas m¨¢s tarde al candidato dem¨®crata a la Casa Blanca, Barack Obama. "Cuando algo sucede tres veces, hay que abordarlo como un fen¨®meno. Estamos analizando las opciones", explica Mark Regev, portavoz del primer ministro israel¨ª, Ehud Olmert.
La realidad, como han reconocido los servicios de seguridad israel¨ªes esta semana a la prensa, es que los ataques procedentes de Jerusal¨¦n este constituyen una nueva amenaza que no saben c¨®mo enfrentar. Saben que aspirar a controlar los movimientos de los palestinos de Jerusal¨¦n este, con derecho a circular y trabajar en Israel, es tanto como tratar de poner diques al mar.
La demolici¨®n de las casas de las familias de los autores de los ataques, su deportaci¨®n y el refuerzo de la presencia militar en estas zonas son algunas de las medidas que ayer defendi¨® el ministro de Transportes y aspirante a sucesor de Olmert, Saul Mofaz. "Jerusal¨¦n se ha convertido en el centro del terror", dijo durante la reuni¨®n dominical del Gobierno. El viceprimer ministro Haim Ramon pidi¨® sin embargo un cambio en el trazado del muro para dejar fuera localidades perif¨¦ricas como las de los autores de los atentados. Estos pueblos, defiende Ramon, "hacen peligrar el papel de Jerusal¨¦n como ciudad jud¨ªa sionista y capital de Israel".
Unos 250.000 palestinos con derecho a circular y trabajar en Israel viven en Jerusal¨¦n este, la parte de la ciudad y pueblos aleda?os que el Estado hebreo anexion¨® en 1967, que los palestinos consideran la capital de su futuro pa¨ªs y que la inmensa mayor¨ªa de los israel¨ªes no se atreve ni a pisar. Es notorio el abandono de Jerusal¨¦n este por las autoridades israel¨ªes, que escatiman en servicios -desde recogida de basura, pasando por dotaciones deportivas o culturales-, as¨ª como el creciente n¨²mero de colonos jud¨ªos que se incrustan en estos barrios ¨¢rabes sembrando la discordia.
Al deterioro f¨ªsico le ha seguido el social, como se?alaba la semana pasada el palestino Sari Nuseib¨¦, presidente de la Universidad Al Quds de Jerusal¨¦n. "Ha habido muchos cambios en Jerusal¨¦n este. Asistimos a una mayor religiosidad, radicalizaci¨®n de la poblaci¨®n, p¨¦rdida de intelectuales, auge de las drogas".
El deterioro del tejido social, los castigos colectivos y las posibles nuevas barreras hacen que la idea del candidato Obama de una "Jerusal¨¦n indivisible", en el que israel¨ªes y palestinos convivan en armon¨ªa, parezca poco m¨¢s que una enso?aci¨®n.
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