?Dance con el ritmo criollo!
La banda de Clayton Joseph Chenier agita el Conde Duque
Clayton Joseph Chenier (Port Arthur, Tejas, EE UU, 1957) y sus muchachos de la Red Hot Louisiana Band la armaron ayer en el patio central del Conde Duque. Fue cuesti¨®n de salir a escena y tocar los primeros compases. Decenas de los asistentes (1.200 entradas vendidas) que a¨²n buscaban sitio en las gradas dieron media vuelta y bajaron casi a la carrera hasta el espacio ante el escenario.
Con una gorra de b¨¦isbol roja calada hasta la montura de sus gafas negras, Chenier tocaba su acorde¨®n y empezaba as¨ª una descarga de su zydeco, esa mezcla de sonido criollo y cajun con aderezos de jazz, soul y rhythm and blues. Un combinado bullanguero que populariz¨® su padre, Clifton Chenier, en los setenta y ochenta, y que bebe directamente de las animadas reuniones que organizaba la poblaci¨®n negra del sur de Luisiana desde finales del XIX para hacer un poco m¨¢s llevadera la vida. "?Venga, a bailar!", clamaba Chenier. Esta risue?a mezcla de Samuel L. Jackson y Barry White sab¨ªa que ten¨ªa poco menos de una hora para convertir aquello en una fiesta. Pero no hac¨ªa falta motivaci¨®n. Con el tercer tema, I've been good to you baby (del ¨¢lbum grabado tras la cat¨¢strofe del Katrina en 2005), ya hac¨ªa rato que decenas de treinta?eros con el mini en la mano y cincuentones bailongos se balanceaban al ritmo del tipo de la gorra roja. A su compa?ero Michael Vowell no le pareci¨® suficiente. Subi¨® las gradas y anim¨® a los que segu¨ªan sentados. Vowell es el int¨¦rprete del otro instrumento que define toda banda de zydeco que se precie: el rubboard, una plancha de metal que se asemeja a una de esas antiguas tablas de madera para lavar a mano. El int¨¦rprete se coloca la plancha sobre el pecho y frota dos piezas de metal de arriba abajo para emitir un sonido peculiar. Hasta saltaban chispas. El p¨²blico ped¨ªa m¨¢s. "?Lo he pasado bien!", se despidi¨® Chenier. Tras la pausa, era el turno de Joyful Gospel Choir y su veintena de miembros. Bridgette Bazile, Charley C. Julies y los dem¨¢s s¨®lo tuvieron que mantener el ritmo. La noche era ya una fiesta.
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