Playas de julio
Ha vuelto Bola?o a Barcelona, ha vuelto Roberto Bola?o desde su sue?o borrado, ha vuelto desde el hemisferio izquierdo del mundo, que es donde van reuni¨¦ndose los muertos. Quise echarme en la playa de terrazas y de aceras del mercado de Sant Antoni, playa madura de libros de arena, y resulta que ah¨ª estaba, como una aparici¨®n irrefutable, el rostro de Bola?o, definitivo, ic¨®nico como la silueta del Che; ah¨ª estaba, en su gesto de hombre que fuma para escribir con el humo de su cigarrillo, porque sabe que toda la literatura es humo; estaba ah¨ª manifiesto, impreso en un estarcido callejero, transformado clandestinamente en arte moderno, en imagen escrita con spray urgente, en literatura futura; ah¨ª, estampado sobre el transformador el¨¦ctrico que hay en la terraza del bar Els Tres Tombs, se ve el rostro de Bola?o, aparecido como una cara de B¨¦lmez verdadera. Ha vuelto, y por eso quiero escribir para ¨¦l esta cr¨®nica ¨²ltima de julio, con que hoy muere, ya viejo, el m¨¢s luminoso de los meses.
(Mes de julio, mes f¨®sil y vivo como un celacanto, a tu entierro hoy ha acudido la sombra pintada de Roberto Bola?o, mutaci¨®n fundamental del siglo XX. Y han venido tambi¨¦n a despedirte a esta terraza los moros, atravesadores furtivos de mares, que beben ahora caf¨¦ con leche, y que hojean un peri¨®dico deportivo uniendo sus cabezas, y que se saludan, conforme llegan a la mesa, d¨¢ndose la mano uno a uno, en un saludo antiguo y humano. Julio, calor de desierto lejano, realidad abrasadora, que es todo lo contrario de la nada inacabable del agosto. Y vienen adem¨¢s a despedirte en la hoguera de sol que te ha quemado, ardiente mes de julio, las viejas que beben refrescos, que son se?oras de peluquer¨ªa semanal y de collar liado en la mu?eca, y que marchan apuntal¨¢ndose sobre su muleta de la seguridad social, color gris paloma. Y est¨¢ tambi¨¦n, en este tu cortejo f¨²nebre anual, el gitano calvo, con su pa?uelo blanco que asoma el pico por el bolsillo, como los p¨¢jaros meten el pico en los charquitos de las fuentes, y con su crucifijo de oro, que le protege sobre todo de la pobreza econ¨®mica y de los recortes del gobierno, y que se toma un Vichy con una rodajita de lim¨®n, que le protege principalmente de la dispepsia.)
Huyendo del calor mortal de julio, he ido esta ma?ana a leer a la playa de libros de Sant Antoni, junto a la sombra de la silueta de Bola?o, espesa y vaga como un test de Rorschach, y he visto pasar a los centauros del desierto literario, he visto circular al escritor Curtis Garland, con su gorra de visera negra y su libro de memorias, a¨²n in¨¦dito, metido folio a folio en un sobre de oficina, con sed de cerveza popular. Y se me ha aparecido luego, buscando una silla entre los t¨ªos y las t¨ªas que vuelven colocados del after, merodeando entre sus piernas como un gato pornogr¨¢fico, el fantasma de Umbral, que muri¨® har¨¢ un a?o a finales del mes de agosto, mes que ya hemos dicho que no es mes, sino un espejismo en medio del a?o. Se me ha aparecido entonces Umbral para pedirme que le invite a un whisky con una loncha de salchich¨®n, y para decirme que en el m¨¢s all¨¢ tan s¨®lo hay los ¨¢speros solares del agosto.
Julio, mes achicharrante de fantasmas, en que se aparece la cara de Bola?o sobre los transformadores el¨¦ctricos. (En la noche inextinguible de julio he divisado en el Teatre Grec, que tiene ese algo pueblerino del cine al aire libre, la cabeza blanca y perfecta de Eduardo Mendoza viendo Las troyanas de Mario Gas. Mendoza, sentado entre el mogoll¨®n del p¨²blico, parece un senador romano que sabe de d¨®nde emana la autoridad leg¨ªtima.) Mes de julio, rebosante de lecturas y de escritores preferidos, turbina rubia del verano, hoy me he tumbado a leer sobre su ¨²ltima playa.
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