Dios existe, a veces
T¨² crees que Dios existe? Yo creo que a veces s¨ª". Ochoa?os lo dijo mientras miraba pasar la procesi¨®n de la Virgen del Carmen que nos interrump¨ªa el paso desde hac¨ªa m¨¢s de 40 minutos. Y todav¨ªa le quedaba volver. A la Virgen. Otros 20 minutos a pleno sol, metidos en el coche, los cuatro ni?os, los bocadillos, las cervezas, el aquarius, los payasos de la tele, To?i y yo. En esas ocasiones, To?i hace meditaci¨®n, respira no s¨¦ c¨®mo y le funciona. Lo aprendi¨® en uno de sus cursillos. Yo repaso el gol de Torres, segundo a segundo, a c¨¢mara lenta. Me funciona un rato. Los ni?os corean "un rat¨®n chiquit¨ª¨ª¨ª¨ª¨ªn". A ellos s¨ª que les funciona. No s¨¦ qu¨¦ tienen estos payasos que pasan de generaci¨®n en generaci¨®n sin extinguirse, como los pobres dinosaurios del museo. Pero todo esto fue hace tres d¨ªas. O cuatro. Ya no me acuerdo. Son las vacaciones, que uno pierde la noci¨®n del tiempo. El caso es que en ese momento no s¨¦ qu¨¦ le contest¨¦ a Ochoa?os sobre Dios. Pero hace un rato, en el museo, pens¨¦ que s¨ª, que a veces Dios existe y te viene a ver. Tienen que entenderlo. Cuando tuve en la mano esas tarjetas, cuatro, una por cada ni?o, y la monitora insist¨ªa en que volvi¨¦ramos en una hora vi abrirse el cielo. "To?i", me sali¨® como un gru?ido, desde lo m¨¢s hondo de m¨ª, "un gintonic". To?i me mir¨® tentad¨ªsima. "Pero c¨®mo nos vamos a ir, hombre". "Tenemos una hora". "?Y los dejamos aqu¨ª?". "S¨®lo un gintonic, To?i", supliqu¨¦. "?Qui¨¦n se va a enterar?".
Cuando tuve en la mano esas tarjetas, cuatro, una por cada ni?o, y la monitora insist¨ªa en que volvi¨¦ramos en una hora, vi abrirse el cielo
Todos. Se han enterado todos. El 112, la Guardia Civil, los servicios sociales, y ustedes... s¨®lo faltan el Defensor del Menor o los bomberos. Pero eso c¨®mo lo ¨ªbamos a imaginar. Tienen que entenderlo. Ten¨ªamos una hora y salimos corriendo, como cr¨ªos. Son ocho d¨ªas ya de vacaciones. Ma?ana volvemos a casa. Ocho d¨ªas, ni 15 ni 7, como dir¨ªa Cuatroymedio. Le encantan los n¨²meros. Y las palabras. Se las inventa. Como 'charcobarro', que la invent¨® el otro d¨ªa, despu¨¦s de ponerse hasta las cejas de ¨ªdem en uno de ellos. Pero a lo que iba. Ocho d¨ªas de vacaciones. Que casi no las cogemos, no crean, que no nos sal¨ªan las cuentas. Al final hicimos un esfuerzo, nos prestaron el apartamento y nos vinimos. Por los ni?os, para que tuvieran un poco de playa. Aunque cuatro d¨ªas nos llovi¨®. Lo bonito del norte. To?i, a los dos d¨ªas en el apartamento "que ya no queda ropa seca-no cojas m¨¢s galletas-dale el biber¨®n a la ni?a-?qu¨¦ haces ah¨ª que te vas a matar! (a Cuatroymedio que tiene ya las dos piernas fuera del balc¨®n)". Se lo doy, el biber¨®n. Seisa?os sigue con las galletas. Ochoa?os se regatea a s¨ª mismo con el bal¨®n (To?i, "encasaelbal¨®nno") mientras me pregunta: "?La espada l¨¢ser existe?". To?i saca de la oreja a Cuatroymedio y cierra el balc¨®n, "tengo que hacer el pur¨¦ de la ni?a-como no cenes luego te enteras (a Seisa?os)-y a ti como te vea otra vez ah¨ª te apiolo (a Cuatroymedio que ahora le quita las galletas a su hermano)". Ochoa?os insiste: "Y la espada l¨¢ser, ?puede hacer agujeros en el acero?". Cuatroymedio tira del pie de Preciosa, que de todas formas no quiere el biber¨®n. "Pap¨¢", Ochoa?os no ceja, "?es malo ser invisible?".
To?i, detr¨¢s de m¨ª, maldice, se le ha acabado algo, no s¨¦ qu¨¦, la sal, el aceite, el ajo, ?la cebolla? Cuatroymedio ha conseguido quitarle las botas a Preciosa, que ahora no s¨®lo no come, tambi¨¦n llora. Ochoa?os sigue mir¨¢ndome fijamente, esperando una respuesta. "?Es malo?". Me estoy perdiendo. "?El qu¨¦?", pregunto. "El gas", dice To?i. "Ser invisible", dice Ochoa?os.
Los dos me miran, esperando. Noto que me atasco, que me cortocircuito. A veces me pasa. Y To?i se cabrea. "Ya est¨¢, ya se ha quedado lelo". "?Y si vamos a un bar?", consigo murmurar.
Fuimos. Ir a un bar es tener a Ochoa?os y Cuatroymedio peleando bajo la mesa hasta que llegan las croquetas y las patatas, lo ¨²nico que comen. A Preciosa gateando entre las colillas, los huesos de aceituna y las cabezas de gambas. Y llev¨¢ndose de vez en cuando alguna a la boca para probar. Es dudar a la hora de elegir entre lo que se pueda comer fr¨ªo y deprisa mientras que To?i no pide nada porque cenar¨¢ lo que se dejen los ni?os. Es sentarse junto al ¨²nico que no se mueve de la mesa, Seisa?os, que, sordo, neutralizado, escucha su MP3. Ustedes no lo entienden. Es verdad que hay ni?os que est¨¢n sentados en los restaurantes. A veces. Existen. Como Dios. Yo los he visto. Pero no son los m¨ªos.
Los m¨ªos corren por la playa bajo un sol abrasador hasta que encuentran "nuestro" sitio, y cuando hemos aparcado el carrito, la sombrilla, la comida y las toallas, Cuatroymedio dice que tiene caca y Preciosa, sincronizada, llora que tambi¨¦n, y yo cambio el pa?al de una mientras busco con la mirada uno de esos aseos p¨²blicos para el otro, y Ochoa?os pregunta a su madre por qu¨¦ tiene tanta barriga si ya no est¨¢ embarazada, y To?i, que se est¨¢ quitando el vestido, duda, acomplejada, y se lo vuelve a poner. A veces, despu¨¦s de tantos a?os, ya no s¨¦ si lo que nos une es la costumbre, el cari?o, o la pura solidaridad. Aunque tambi¨¦n tenemos nuestros buenos ratos, no crean. Por las noches les hago a los ni?os el "aplast¨®n", me dejo caer encima de ellos cuando ya est¨¢n en la cama y se ahogan con mi peso y la risa que les da. Y a To?i tienen que verla tir¨¢ndose en plancha sobre las olas con Seis y Ochoa?os, barriga al aire. Lo que pasa que cuatro son muchos. Se lo dije a To?i. Que no se deben tener m¨¢s hijos que manos. O que ojos. Ya ten¨ªamos a los tres chavales y la gente que no paraba con lo de que si no ¨ªbamos a por la ni?a. Fuimos. ?Y es tan preciosa! Dice To?i todos los d¨ªas. Lo es. Ya la ven. Y tan guerrera como los otros tres.
Por eso no dimos cr¨¦dito cuando la monitora dijo que se los quedaba. A los cuatro. Hab¨ªamos visto la exposici¨®n, bueno, hab¨ªamos caminado por all¨ª, yo ten¨ªa bastante con no perder de vista a Cuatroymedio y a Preciosa. Creo que To?i s¨ª que se enter¨® un poco, con los dos mayores. Algo me coment¨® luego, que los dinosaurios hab¨ªan vivido durante 165 millones de a?os... para que luego digan que se extinguieron pronto. En cambio, al paso que vamos la humanidad no dura ni 100 a?os m¨¢s. Pero a lo que iba. To?i ya se met¨ªa detr¨¢s, cuando la monitora le cerr¨® el paso. "Es una actividad para ellos". To?i la mir¨® pasmada. "?La peque?a tambi¨¦n?". "Tambi¨¦n", dijo la chica impaciente. Y me dio las tarjetas, una por cada ni?o. "Dentro de una hora vuelven, usted me da las tarjetas, y yo le entrego a los ni?os". "O sea, que no se los entregan a nadie que no lleve estas tarjetas". La chica me mir¨® como si fuera tonto y se los llev¨®. A todos.
Vi el museo alej¨¢ndose por el retrovisor. Una hora entera por delante. Un gintonic. En una terraza, sin que Preciosa nos tire las copas. Sin que Cuatroymedio tire las de los dem¨¢s. Sin gritar al MP3 de Seisa?os. Sin tener que pensar si en el desierto se puede respirar aunque no haya plantas o qu¨¦ pasa si te queman los ojos. "Como antes, To?i, los dos solos. Un gintonic y nada m¨¢s". El museo ya no estaba en el retrovisor. Pero tardamos m¨¢s de lo previsto en encontrar un pueblo y un bar. Y tardaron en traerlos. Los gintonics. S¨ª, no fue uno, fueron tres. Enti¨¦ndanlo. Se nos fue el tiempo volando. Hac¨ªa siglos que no ve¨ªa a To?i re¨ªrse as¨ª con mis tonter¨ªas. Hasta que mir¨® el reloj y se puso l¨ªvida y yo vi que se nos hab¨ªa hecho de noche. Salimos como un tiro. De verdad. No nos miren as¨ª. Los queremos. Ha sido s¨®lo eso, que hay veces, como hoy, que Dios existe.
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