La modernidad atemporal de 'La Lozana andaluza'
En 1972 dediqu¨¦ un seminario para estudiantes graduados de la New York University a tres grandes obras de la literatura espa?ola de todos los tiempos -el Corbacho del Arcipreste de Talavera, La Celestina y La Lozana andaluza-, obras en las que el tema er¨®tico, m¨¢s menos expl¨ªcito, constituye su textura o elemento com¨²n. Pero si las dos primeras figuraban obviamente en todos los programas universitarios de nuestra lengua, tanto en Espa?a como fuera de ella, la tercera era a¨²n de una perturbadora novedad. Pese a los art¨ªculos de Antoni Vilanova y Segundo Serrano Poncela, de la bella edici¨®n ilustrada por Rafael Alberti en su exilio romano y de la m¨¢s reciente de cl¨¢sicos Castalia a cargo de Bruno Damiani, el libro de Delicado permaneci¨® oculto o, si se prefiere, en ese estado de hibernaci¨®n tan frecuente en nuestras tierras, y que, en su caso, se prolong¨® cuatro siglos y medio. Los apuntes de mi cursillo, convenientemente redactados, fueron publicados en la revista Triunfo en marzo de 1976 con el t¨ªtulo de 'Notas sobre la Lozana Andaluza' e incluidos un a?o despu¨¦s en Disidencias, un libro de ensayos editado por Seix Barral. Entre el seminario y las 'Notas', aparecieron dos trabajos de Francisco M¨¢rquez Villanueva y Jos¨¦ Hern¨¢ndez Ortiz, con quienes compart¨ªa la admiraci¨®n por el arte narrativo de Delicado: al hilo de mis conversaciones con ambos en Harvard y Nueva York, comprob¨¦ con satisfacci¨®n que la consigna de silencio en torno al libro no se cumpl¨ªa ya, al menos en el ¨¢mbito universitario norteamericano.
Retrato de la Lozana andaluza
Francisco Delicado
Edici¨®n y estudio preliminar de Jacques
Joset y Folke Gernerd
Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores
Barcelona, 2008
596 p¨¢ginas. 29 euros
Hablo de consigna, porque la condena inapelable de Men¨¦ndez Pelayo lo era. El gran pol¨ªgrafo santanderino, a menudo encomiable por su perspicacia -vayan de ejemplo sus p¨¢ginas sobre La Celestina-, se dej¨® cegar aqu¨ª por sus prejuicios ideol¨®gicos y religiosos y por su aversi¨®n a la expresi¨®n escrita del sexo: calific¨® la excepcional y singular¨ªsima obra de Delicado de "libro inmundo y feo", de "valor est¨¦tico nulo" y "cuya lectura no puede recomendarse a nadie". Y, a partir de tal contundencia, autoriz¨® su aproximaci¨®n, con pinzas y mascarillas, tan s¨®lo a los fil¨®logos, a quienes su profesi¨®n docente y decente "acoraza", escrib¨ªa, contra esas "publicaciones que no deber¨ªan salir nunca de lo m¨¢s rec¨®ndito de la necr¨®polis cient¨ªfica".
Como mis estudiantes veintia?eros no dispon¨ªan de dicha coraza, el cursillo fue objeto de cr¨ªticas y denuncias en el alma m¨¢ter. Seg¨²n me confi¨® el jefe del Departamento de Lenguas Rom¨¢nicas, un colega, compatriota m¨ªo por m¨¢s se?as, hab¨ªa ido a lamentarse a su despacho de mi imprudencia y temeridad: el presunto seminario era en realidad, pretend¨ªa, ?un cursillo pornogr¨¢fico! La acusaci¨®n, como es de suponer, me encant¨®. ?La fuerza subversiva de La Lozana alarmaba a¨²n por esas fechas a la devota grey de los pastores de la Santa Iglesia Cat¨®lica, Apost¨®lica y Romana!
Pocas veces he disfrutado tanto como de un cursillo como aqu¨¦l. Mi entusiasmo por el "mamotreto" de Delicado se contagi¨® a los estudiantes que lo siguieron. Todo favorec¨ªa mi empe?o. La libertad del tema -la licencia reinante en Roma durante el pontificado de los Borgia, tan genialmente expuesta, centurias m¨¢s tarde, por Oscar Panniza en El concilio del amor-. El personaje de Aldonza, exiliada de su Andaluc¨ªa natal, pero feliz en una Roma en donde todo se vende, se compra y en la que puede vivir a sus anchas. Los di¨¢logos sabrosos de los personajes, en los que el sexo es tratado con un lenguaje rico en todo tipo de im¨¢genes, metonimias y met¨¢foras que evitan la reiteraci¨®n y monoton¨ªa de muchas novelas de hoy. La intrusi¨®n del autor en la obra, ya que, anticip¨¢ndose a Unamuno y a Pirandello, Delicado charla con su hero¨ªna y ¨¦sta se refiere a ¨¦l como el se?or que sobre ella escribe. El empleo habil¨ªsimo de elementos de¨ªcticos para enhebrar el relato y crear la impresi¨®n de movimiento sin descripci¨®n alguna, en unos pasajes que cotej¨¦, si mal no recuerdo, con p¨¢rrafos de El Jarama, de Rafael S¨¢nchez Ferlosio. La saludable franqueza con que la Lozana manifiesta sus preferencias amorosas por criados y rufianes, y su deseo de que "se perdiese el temor a la verg¨¹enza, para que cada uno pida y haga lo que quisiera". La presencia de personajes tan ins¨®litos como el de Siete Co?itos, requerido de amores por Cardenales y Prelados de la Curia, seducidos por sus meneos, ung¨¹entos y arte de bailaor. El ep¨ªlogo feliz, sin castigo moral alguno, de Aldonza y su machucho y siempre bien dispuesto Ramp¨ªn en la isla de L¨ªpari, a salvo de la peste y el saqueo de la ciudad santa por las tropas del condestable de Borb¨®n.
La lista de razones de admiraci¨®n por la modernidad atemporal de La Lozana ser¨ªa interminable. Obra ¨²nica y sin descendencia literaria alguna, nos deslumbra a cada paso por su ingenio verbal, sentido del humor, miscel¨¢nea de voces e idiomas, defensa de una ¨¦tica natural de buscar el bien para s¨ª sin perjuicio de los dem¨¢s; por el ritmo cinematogr¨¢fico de sus escenas y cambios de encuadre; su alegato a favor de un retiro digno a las prostitutas viejas o enfermas en cuanto "combatientas" que "pusieron sus personas y fatigas" al servicio de la sociedad; y su reivindicaci¨®n de una honra profesional que nada tiene que ver con la de sus vanos y orgullosos paisanos.
Toda nueva edici¨®n de La Lozana es una buena noticia: la confirmaci¨®n de que su rico caudal creativo mana libremente incluso en tiempos de duro estiaje como los nuestros. La muy esmerada de Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores, en una cuidada edici¨®n de Jacques Joset y Folke Gernerd, convida a acercarse a ella tanto a quienes tienen la dicha, por desconocerla, de descubrir tal tesoro, como a los viejos aficionados a sus dichos y hechos a reafirmar su goce de relectores con renovada afici¨®n. Su modernidad atemporal es, como dije, la mejor garant¨ªa de que ni unos ni otros se sentir¨¢n defraudados. -
![La actriz italiana Maria Rosaria Omaggio, en una secuencia de <i>La Lozana andaluza</i> (1976), de Vicente Escriv¨¢.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/TDRUQPYCPPGGPB4RD4OZ44OKHY.jpg?auth=d06d7cca60c707f4d1933699cf8978c1dfc83f76458905aa2f4c08e3d2f8842a&width=414)
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