1. El filme de Zapruder
El 22 de noviembre de 1963, a las 12.30, el industrial textilero de ropa femenina Abraham Zapruder se hallaba encaramado en un pilar junto a la p¨¦rgola de la plaza Dealey, en Dallas, con una c¨¢mara Bell & Howell de 8 mil¨ªmetros, modelo 414. Este hombre hab¨ªa nacido en la ciudad de Kovel en Ucrania, en el seno de una familia ruso-jud¨ªa. En 1920 emigr¨® a Estados Unidos, se asent¨® en Brooklyn y en 1941 se mud¨® a Dallas. Primero cortaba patrones dise?ados en una industria de confecci¨®n hasta que logr¨® crear su propia compa?¨ªa, cuyas oficinas estaban situadas cerca del Texas School Book Depository, donde se supone que hab¨ªa un sujeto armado con un rifle de mira telesc¨®pica, marca Mannlicher, de mecanismo manual, apostado en el alf¨¦izar de una ventana de la cuarta planta.
La c¨¢mara capt¨® el disparo mortal en la cabeza del presidente Kennedy
Abraham Zapruder usaba la c¨¢mara de cine para filmar a sus empleados. Esa clase de tomavistas hasta entonces se alimentaba de bodas, barbacoas, fiestas de aniversario, escenas en el columpio del jard¨ªn y perros revolc¨¢ndose con ni?os supervitaminados en la pradera. Era la ¨¦poca en que estos aparatos eran todav¨ªa inocentes. Aquella ma?ana de noviembre de 1963, la caravana con el presidente Kennedy y su esposa a bordo de un Lincoln 61 estaba a punto de doblar por Olm Street y entrar en la plaza. Con el ojo pegado al visor, este cineasta aficionado sigui¨® al veh¨ªculo, que avanzaba a 25 kil¨®metros por hora, y hubo un momento en que el presidente baj¨® la mano y su cabeza hizo un giro r¨¢pido. Un segundo despu¨¦s un letrero obstaculiz¨® la toma y cuando reapareci¨® Kennedy ya ten¨ªa una mano en el cuello. La c¨¢mara de Zapruder capt¨® el disparo mortal en la cabeza del presidente con la salida de la masa encef¨¢lica, el hueso del cr¨¢neo y la r¨¢faga de sangre. Fueron tres disparos ejecutados en ocho segundos y medio. La c¨¢mara de Zapruder descubri¨® tambi¨¦n a un hombre con un paraguas abierto en un d¨ªa de sol situado en una colina pr¨®xima haciendo se?ales, a otro tipo de aspecto hispano con el brazo levantado todo el tiempo y a una dama con una c¨¢mara Yashica tomando la escena desde otro ¨¢ngulo, pero ni el sujeto del paraguas, ni el hombre del brazo en alto ni la mujer y su material filmado nunca han sido encontrados.
Ninguna pel¨ªcula del Hollywood ha sido nunca tan visionada, analizada, discutida y analizada hasta el fondo de cada fotograma. Ninguna ha contado una historia tan grande con s¨®lo 16 segundos de filmaci¨®n. El precio de este filme fue valorado en 16 millones de d¨®lares, un mill¨®n por segundo. Abraham Zapruder muri¨® de c¨¢ncer en 1970 despu¨¦s de inaugurar una nueva ¨¦poca.
Aquel 22 de noviembre de 1963 se acabaron los sue?os. Empezaba la nueva era que ha marcado a las sucesivas generaciones. No me refiero a que la muerte del presidente Kennedy marcara el final de una utop¨ªa pol¨ªtica, sino la entrada en la historia del videoaficionado, un personaje invisible, que a partir de aquel hito estelar se ha ido apoderando del planeta para estar en todas partes y en ninguna. A partir del asesinato de Kennedy ya no ir¨¢n los fot¨®grafos buscando la noticia. Ser¨¢n los sucesos los que ir¨¢n en busca de las c¨¢maras, y al mismo tiempo todas las personas an¨®nimas que pueblan las ciudades del mundo se convertir¨¢n en figurantes. Ver¨¢s salir de la iglesia a unos reci¨¦n casados, a los invitados echando arroz a los novios, a la pareja subiendo a una limusina orlada con cintas, globos y cascabeles y a uno de los cu?ados grabando el feliz acontecimiento con un v¨ªdeo. Sin darse cuenta, este aficionado tambi¨¦n habr¨¢ tomado con la c¨¢mara el atraco que ese momento se estaba produciendo en la licorer¨ªa de la esquina. Sobre la hamaca de una playa de Sumatra habr¨¢ un turista grabando la sonrisa feliz de su novia en biquini con un coco en la mano cuando, de pronto, en la misma toma se ver¨¢ avanzar una ola gigantesca del mar que se va a tragar a medio mill¨®n de personas.
El se?or Zapruder se ha reproducido en progresi¨®n geom¨¦trica. Hoy sus descendientes van con el m¨®vil cargado como un arma con capacidad para grabar toda clase de escenas en directo y mandarlas a Internet con s¨®lo darle a un bot¨®n, de modo que vaya usted donde vaya, se halle dentro o fuera de la ley, tiene que saber que su rostro pertenece al universo. Todos los habitantes de este planeta somos ya actores. Al fin y al cabo, el filme de Zapruder result¨® ser tambi¨¦n s¨®lo una ficci¨®n. Nadie sabe todav¨ªa qui¨¦n mat¨® a Kennedy, pero sus 16 segundos de filmaci¨®n inauguraron la era del espejo universal donde todo el mundo se refleja al mismo tiempo, como v¨ªctima o como asesino.
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