Kepa Junkera y su riguroso caos
Hace cinco a?os el m¨²sico Kepa Junkera (Bilbao, 1965) abandonaba su bullicioso barrio bilba¨ªno de Recalde para instalarse en uno de los rincones de Euskadi con m¨¢s personalidad, historia y leyenda. A dos pasos de la reserva natural de Urdaibai, foco de atracci¨®n para romanos, celtas y -dicen-, incluso, vikingos que entraban desde el Cant¨¢brico por la r¨ªa de Gernika. Estamos en la aldea de San Bartolom¨¦ de Busturia, y Kepa Junkera es hoy el due?o de Oliene, un caser¨ªo con m¨¢s de 300 a?os, que restaur¨® con paciencia y hoy comparte con Miren, su mujer, y tres ni?os peque?os que corretean por el jard¨ªn.
Autodidacta, Kepa Junkera se ha convertido en el m¨²sico m¨¢s internacional del Pa¨ªs Vasco, y ahora puede recordar el camino recorrido desde que su abuelo, que tocaba la pandereta, le inici¨® en la m¨²sica, y desde que a los diez a?os comenz¨® a tocar la trikitixa (acorde¨®n diat¨®nico), un instrumento que naci¨® en el centro de Europa hace casi dos siglos, como una simple caja de madera con fuelle y cinco botones: "Algunos vascos se creen todav¨ªa que lo inventamos nosotros", comenta con sorna el acordeonista, dirigi¨¦ndose hacia la amplia buhardilla, con gran ventanal y tragaluces, convertida en su estudio de trabajo. El lugar es un aut¨¦ntico museo, aparentemente desordenado. Todo lo contrario. Mientras la colecci¨®n de acordeones antiguos (unos cien, con una joya de 1840) se reparten por escaleras y habitaciones, el estudio parece una inmensa tienda de antig¨¹edades en donde encontramos una txalaparta, timples, albokas, panderetas y alguna mandolina, junto a un rinc¨®n-biblioteca con cientos de vinilos y compactos con m¨²sica de todos los continentes. Muy cerca de la medalla del Grammy Latino al Mejor ?lbum Folk que obtuvo en 2004 por su disco K, las botas del legendario guardameta del Athletic Jos¨¦ ?ngel Iribar. "Aunque no lo parezca, todo est¨¢ en su sitio". Junkera colecciona cosas tan inveros¨ªmiles como tarjetas de embarque, notas de hotel, o postales que ¨¦l mismo se manda. "Servir¨¢n para mis collages". Quiere digerir perfumes forasteros, dejarse prender por otras culturas. Quiere seguir con libertad para crear, y que esto no se vea coartado por nada, ni por el entorno pol¨ªtico. ?ste es su rinc¨®n, donde habla con entusiasmo de sus vivencias con m¨²sicos como Phil Cunningham, Dulce Pontes, Carlos N¨²?ez, Caetano Veloso, Pedro Guerra o Jos¨¦ Antonio Ramos, reci¨¦n fallecido, y al que rinde homenaje poni¨¦ndose una camiseta con su foto. "Me emociono con su recuerdo, pero tambi¨¦n con m¨²sicos de otras culturas. Creo m¨¢s en las emociones que en las etiquetas".
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