Un chino contra China
El 'inventor' de la estadounidense Shawn Johnson, campeona mundial de gimnasia, vuelve a Pek¨ªn tras 15 a?os
Cuando la estadounidense Shawn Johnson gan¨® su primer oro en una competici¨®n de alto nivel, se acerc¨® a su entrenador, agit¨® con sus saltitos los leotardos decorados con caracteres ilegibles, y con su vocecita encantadora le cuchiche¨® en la oreja: "Chow, quiero que sepas que esta medalla es para Li". ?Menudo galimat¨ªas! ?Qu¨¦ hac¨ªa entre tanto chino la favorita para ganar el oro individual de gimnasia en los Juegos?
Liang Chow extiende su sonrisa cortada a cuchillo y se pone a pensar sobre la gran lecci¨®n que le ha ense?ado su vida de ba¨²l, magnesia y medallas, que es en s¨ª misma la respuesta a esa pregunta. Pasa Chow primero por la pirueta mortal de su viaje desde la selecci¨®n china de gimnasia a la estadounidense. Sigue luego con lo que le ha dado fama, haber forjado desde los seis a?os a Johnson, campeona mundial. Y termina por el peor y el mejor momento de su existencia, la brutal inundaci¨®n de su gimnasio de Iowa, Estados Unidos, y la vuelta a Pek¨ªn, su ciudad, 15 a?os despu¨¦s. Chow ense?a los dientecitos diminutos entre sus labios sin labio, estira las mangas azules de su ch¨¢ndal estadounidense, y se decide. "He aprendido que no hay mejor manera de ser feliz que ayudar a otros a cumplir su sue?o". ?Vaya con su perfecto ingl¨¦s con acento del mediooeste! ?No era ¨¦ste el hombre que lleg¨® a Iowa en 1991 con una beca, un trabajo de entrenador en la Universidad, y sin saber ni papa de ingl¨¦s?
A los diez a?os, Chow hab¨ªa sido obligado a dejar su casa y no sab¨ªa nada de Estados Unidos. Su mundo se reduc¨ªa a las paredes de un gimnasio pequin¨¦s, donde todo, desde la comida gratis a la cama, estaba puesto al servicio de su ¨¦xito. Con esa edad se proclam¨® campe¨®n de China. En 1989 ayud¨® a su pa¨ªs a conseguir el bronce mundial. Y hoy vuelve a Pek¨ªn para reencontrarse con su familia -"He visto a mis abuelos y sus hermanos 15 a?os despu¨¦s; fue incre¨ªblemente emocionante"- y lograr que su pupila gane el oro para Estados Unidos. Extra?o. O no. "Yo amo Des Moines", dice de la ciudad en la que vive. "Lo amo porque es un lugar sencillo y una comunidad ¨²nica".
Esa misma comunidad es la que le est¨¢ ayudando a pagar la reconstrucci¨®n de su gimnasio, arrollado e inundado por la crecida del Raccoon a pocas semanas de que su pupila se jugara la plaza ol¨ªmpica. Hubo que rodearlo de sacos de arena. Ahora hay que rehacerlo entero. "Recuperar el gimnasio est¨¢ obligando a invertir mucho dinero", cuenta Chow. "La superficie en la que nos ejercitamos es la que m¨¢s da?os sufri¨®. Hab¨ªa mucha agua dentro", a?ade. Y sonr¨ªe. Chow es un entrenador duro. Su fr¨ªa mirada ha alcanzado fama. Tambi¨¦n, sin embargo, le distinguen los cortos entrenamientos -unas 26 horas a la semana- y que nunca se mueve solo. Su sombra se llama Li Zhuang y es su mujer. Su fama de estricta entrenadora tambi¨¦n resuena en el mundo de la gimnasia. Chow lo niega. ?C¨®mo consigui¨® formar a la mejor del mundo? "Nunca la empujamos. Nunca le pusimos presi¨®n", contesta.
De esas manos ha salido Johnson. A los 16 a?os, la chica lee a Faulkner, escribe poemas, y sabe algo de chino. Ambos celebraron entre cuchicheos su primer triunfo cuando la gimnasta ten¨ªa 12 a?os. Las palabras de entonces resultaron incomprensibles para la mayor¨ªa del p¨²blico. El viernes, si triunfan en Pek¨ªn, en tierra de grandes gimnastas, no necesitar¨¢n traductor.
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