Estambul, 'mon amour'
Una Europa que dejara a la ciudad de Turqu¨ªa fuera de sus fronteras rechazar¨ªa una parte importante de su patrimonio hist¨®rico y cultural. La megal¨®poli turca ser¨¢ capital cultural europea en 2010
Estambul ser¨¢ capital cultural de Europa en 2010, lo cual podr¨ªa parecer parad¨®jico para la capital de los sultanes otomanos, pero tambi¨¦n para la ciudad de Pierre Loti, el cantor de Estambul, que proyect¨® sus propios fantasmas sobre una Turqu¨ªa que ¨¦l deseaba oriental. Estambul hizo so?ar tanto a los europeos a finales del siglo XIX, como la Puerta de Oriente o la Sublime Puerta -nombres que se le daban en la ¨¦poca-, que hoy nos resulta dif¨ªcil concebirla fuera de su mito. Sin embargo, a caballo entre los dos continentes y las dos orillas del B¨®sforo, esta megal¨®polis de casi 15 millones de habitantes, que no deja de extenderse y desarrollarse y ha sido golpeada de nuevo en los atentados de julio, reclama su lugar entre las ciudades europeas.
La UE y Turqu¨ªa se aman y, a la vez, se rechazan y se desgarran. Es una relaci¨®n pasional
Europa acaba de integrar a Bulgaria y Rumania, dos pa¨ªses cuya historia ha estado unida a la turca
C¨®mo evocar en unas cuantas palabras mi ciudad bien amada, que me ha seguido por todas partes y cuyo recuerdo est¨¢ grabado para siempre, como un hierro al rojo vivo, en mi memoria. Estambul, que se llam¨® tambi¨¦n Lygos, Bizancio, la Nueva Roma, la Puerta de la Felicidad, la Mansi¨®n del Califato, la Sublime Puerta, "viuda a¨²n virgen tras mil esponsales" seg¨²n Tevfik Fikret -un poeta airado turco de principios del siglo XX-, la ciudad por excelencia que no he dejado de cantar en mis libros. En Par¨ªs, al despertarme de un sue?o, a la luz de mi l¨¢mpara que ca¨ªa sobre las hojas en blanco, o en otros lugares, durante mis interminables viajes por todo el mundo, me he encontrado a menudo con Estambul. No era un recuerdo punzante que me rondaba, ni un pesar, sino una ciudad real en la que hab¨ªa "destruido mi vida", como dice Kavafis, el poeta griego de Alejandr¨ªa cuya familia proced¨ªa de la ciudad turca: "Lugares nuevos / no encontrar¨¢s, / ni otros mares; / la ciudad te seguir¨¢".
Y la ciudad me sigui¨®. Ahora que tengo otra vez la posibilidad de volver a ella tras a?os de exilio, rozar sus tres mares y los remolinos del Cuerno de Oro, acariciar sus torres, sus c¨²pulas, sus minaretes, frotar mi rostro contra sus murallas, sus muros ennegrecidos, besar las dos orillas del B¨®sforo en forma de labios entreabiertos, escalar sus colinas y sus torreones, descansar a la sombra de sus pl¨¢tanos tras todos esos retozos amorosos, ahora que puedo poseerla y penetrarla otra vez tras una ausencia tan larga, ?qu¨¦ puedo decir de ella sino el deseo insatisfecho que siento por esa "viuda a¨²n virgen tras mil esponsales"?
Es curioso que esta met¨¢fora adquiera todo su sentido en otro escritor, franc¨¦s por a?adidura, que no canta como Pierre Loti a la ciudad oriental, sino que la describe como una cantante "cubierta de gloria": "He aqu¨ª, pues, esta ciudad, con la que so?aba a los 19 a?os a trav¨¦s de los numerosos escritores franceses, con Nerval a la cabeza, que la describen. He aqu¨ª, pues, a esta vieja cantante cubierta de gloria y joyas, a la que veo desde mi ventana. Otra m¨¢s que se niega a que le hablen de su edad y su pasado. Es totalmente joven. Ha cambiado de nombre. Est¨¢ empezando".
En efecto, Estambul est¨¢ hoy empezando en su traje nuevo de estrella europea. Y la met¨¢fora de la "vieja cantante", tambi¨¦n es apropiada para la Europa que se va construyendo ("llen¨¢ndose de aire e hinch¨¢ndose", deber¨ªa decir) mientras se ampl¨ªa. Tal vez sea todav¨ªa virgen tras mil esponsales y se prepare, con Turqu¨ªa, para el mil¨¦simo primero. Pero las cosas no son como en los cuentos de Las mil y una noches, y las dos partes (la Uni¨®n Europea con sus 27 Estados miembros, de un lado, y del otro Turqu¨ªa, con sus defectos y sus cualidades) se aman y, al mismo tiempo, se rechazan y se desgarran. No se trata de galanter¨ªas, sino de una verdadera relaci¨®n pasional cuyo final es a¨²n incierto.
Para regresar a la ciudad, dir¨¦ que yo tambi¨¦n, como Jean Cocteau, la he contemplado a menudo desde mi ventana y me he sentido deslumbrado por su famosa silueta de minaretes y c¨²pulas de color ceniza. Sin embargo, cuando llegu¨¦ de Anatolia a los 12 a?os para estudiar en el instituto de Galatasaray, no vi esa silueta, el perfil de c¨²pulas y minaretes sobre el horizonte que hizo decir a Jean Th¨¦venot que "era la situaci¨®n m¨¢s bella del mundo" y que Chateaubriand, Lamartine, Nerval y Gautier ya describieron antes que Loti. Lo que yo vi, mientras el barco se acercaba al puerto, fue una masa oscura en la bruma que adoptaba la forma de un monstruo surgido de la mar. Entonces cerr¨¦ los ojos para no ver el rostro inmenso de aquella bestia de colmillos acerados ni el resplandor de las temibles llamas que sal¨ªan de su gaznate. Luego, la ciudad me engull¨® durante mis a?os de adolescencia, de los que habl¨¦ largo y tendido en una novela, La Premi¨¨re femme, para cuya edici¨®n espa?ola escribi¨® un prefacio mi amigo Juan Goytisolo.
Pasaron los a?os. Y antes de escribir Le roman du conqu¨¦rant, yo no sab¨ªa nada sobre las peripecias de la ca¨ªda de Constantinopla ni los incontables combates que hubo que librar para que la ciudad se rindiera. Ignoraba que, a principios de siglo, el temible ca?¨®n fundido por Orban fue arrastrado con gran esfuerzo por 50 pares de bueyes y 400 artilleros hasta la puerta de Kaligaria, y all¨ª estall¨®, volatilizando a quienes se encontraban alrededor, despu¨¦s de haber lanzado varios disparos que abrieron profundas brechas en las murallas.
Tampoco hab¨ªa o¨ªdo hablar de las noches desesperadas de Mehmet II, de sus pesadillas -?s¨ª, sus pesadillas!-, de la tenacidad de Zaganos Pach¨¢, que permiti¨® la prolongaci¨®n del asedio, del diluvio de flechas, balas y piedras que se abati¨® sobre el ej¨¦rcito otomano, de los cad¨¢veres de los jen¨ªzaros amontonados en los fosos al pie de las murallas. ?C¨®mo pod¨ªa saber algo acerca de la enorme cadena de varias toneladas que los sitiados tendieron entre las dos orillas del Cuerno de Oro, a la altura de Galata, para rechazar a la flota otomana, ni el apoyo que dieron a Bizancio genoveses y venecianos, ni el misterioso fuego griego que incendiaba hasta las olas!
S¨®lo a?os despu¨¦s, lejos de Estambul, pude por fin conocer la historia de mi ciudad, gracias a los libros que devor¨¦ en la biblioteca de la Sorbona, y escribir esa novela. Y si hablo hoy de su conquista, de su historia reciente en relaci¨®n con el reino milenario de Bizancio, es para denunciar ese mito fundador que todav¨ªa revindican algunos nacionalistas.
?stos, frente al rechazo de Turqu¨ªa por parte de la mayor¨ªa de los europeos, son por desgracia cada vez m¨¢s numerosos. Estambul ser¨¢ pronto la capital cultural de Europa, y ser¨ªa una paradoja, incluso una incongruencia, prepararse para la ocasi¨®n en un esp¨ªritu de conquista y orgullo nacional.
?Qu¨¦ ser¨ªa hoy de Europa sin Estambul, cuando acaba de integrar a Bulgaria y Rumania, dos pa¨ªses cuyo destino ha estado tanto tiempo unido al de Turqu¨ªa? Convertida en la ciudad m¨¢s poblada del continente, construida en la encrucijada de dos mares y dos civilizaciones, a caballo entre Oriente y Occidente, la antigua capital de los sultanes sigue atrayendo, como en la ¨¦poca gloriosa del imperio otomano, a las poblaciones de los pa¨ªses vecinos, mientras otras ciudades europeas pierden habitantes y resultan aburridas en comparaci¨®n. Despu¨¦s de haber visitado todas las capitales europeas, entre ellas, las de los pa¨ªses b¨¢lticos, no puedo dejar de pensar en el futuro de una Europa que deje a Estambul fuera de sus fronteras. Eso significar¨ªa rechazar una parte importante de su patrimonio hist¨®rico y cultural. Sin esta megal¨®polis efervescente que no deja de desarrollarse y europeizarse y, al mismo tiempo, conserva el legado de su pasado imperial, la vida ciudadana ser¨ªa muy triste en una Europa envejecida.
(CNRS) en Par¨ªs. Autor de La primera mujer, Ediciones Mart¨ªnez Roca, 1988, y La novela del conquistador, Alianza Editorial, 2007.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Nedim G¨¹rsel es escritor turco y director de investigaciones en el Centro Nacional de Investigaciones Cient¨ªficas
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