El fiasco del a?o
Algunos la calificaron como la corrida del siglo, pero fue el fiasco del a?o. Ohhhh.... Qu¨¦ decepci¨®n... Todo preparado para el triunfo: los toreros m¨¢s interesantes, una plaza de tradici¨®n centenaria, aficionados llegados desde todos los rincones taurinos... Pero hubo un fallo: nadie les pregunt¨® a los toros. Nadie lo reuni¨® y les dijo aquello de "se?ores, a ver si nos comportamos, que vienen a triunfar Tom¨¢s y Morante y hay que embestir". Nadie se acord¨® de la arenga antes de salir al ruedo y pas¨® lo que pas¨®.
Pues pas¨® que los toros salieron sin motivaci¨®n, creyendo que la corrida no ten¨ªa importancia, y as¨ª, uno manse¨® en exceso, como el primero; otros muy blandos, como segundo y cuarto, y todos con el defecto general de un molesto y deslucido cabeceo que impidi¨® el lucimiento de los toreros. La tarde fue decayendo poco a poco, y, al final, la tristeza se apoder¨® de todos. Fue infinitamente m¨¢s bonito el deseo que la realidad. Fue de esas corridas de proleg¨®menos tan emocionantes que mejor ser¨ªa que no se hubiera celebrado. Eso pasa por no hablar con los toros...
Del Cuvillo / Tom¨¢s y Morante.
Toros de N¨²?ez del Cuvillo, correctos de presencia, mansos, sosos y deslucidos. Jos¨¦ Tom¨¢s: estocada (ovaci¨®n); media baja -aviso- y siete descabellos (silencio); estocada y un descabello (ovaci¨®n). Morante de la Puebla: media baja (ovaci¨®n); pinchazo, estocada que asoma y cuatro descabellos (ovaci¨®n); dos pinchazos y media (silencio).
Plaza de El Puerto de Santa Mar¨ªa. 10 de agosto. Lleno de 'no hay billetes'.
Tom¨¢s sufri¨® dos cornadas de pron¨®stico grave y fue intervenido
Todo preparado para el triunfo, pero hubo un fallo: nadie les pregunt¨® a los toros
Por si fuera poco, Morante entr¨® en la enfermer¨ªa durante la lidia del quinto toro y se anunci¨® por megafon¨ªa que estaba siendo tratado de un problema respiratorio y que el festejo se reanudar¨ªa en quince minutos. El descanso fue aprovechado por el cantaor Manuel Orta para cantar un fandango y amenizar al respetable, que se lo pas¨® en grande. S¨®lo falt¨® que sacaran a hombros al cantante. Aqu¨ª, el que no se divierte es porque no quiere. Y a Morante poni¨¦ndole Urbas¨®n... Decididamente, el hombre propone y el toro dispone.
Que lo pregunten, si no, a Jos¨¦ Tom¨¢s, a quien se esperaba con toda la ilusi¨®n del mundo, y pas¨® por El Puerto con m¨¢s, pero con mucha m¨¢s, pena que gloria. Bien es cierto que sus tres toros no le ofrecieron claras posibilidades de triunfo; es verdad que lo intent¨® de verdad en ocasiones, pero no le sali¨® casi nada. La muleta y el capote resultaron enganchados muchas, cientos de veces, y toda la quietud y verticalidad del torero la deslucieron los cabezazos y tornillazos de sus oponentes. Pero tampoco se le vio a Tom¨¢s con claridad de ideas, con la alegr¨ªa de un torero dominador y en saz¨®n. Quit¨® a su primero con chicuelinas ajustadas y atropelladas, y s¨®lo pudo dibujar una tanda de derechazos templados. No pudo o no supo cogerle al aire, y fue el toro el que lo cogi¨® a ¨¦l y le propin¨® una cornada en el gl¨²teo y otra en la axila. Por gaoneras apretadas y sin limpieza capote¨® al tercero, un toro muy brusco y violento que lo hundi¨® en la desesperaci¨®n. Y tampoco pudo sacarse la espina en el quinto, al que recibi¨® con unas garbosas ver¨®nicas a pies juntos, y comenz¨® la faena de muleta con unos estatuarios ajustad¨ªsimos. El animal se vino abajo, lo desarm¨® en dos ocasiones y todo qued¨® trist¨ªsimo.
A pesar de su natural cara de abatimiento, Morante apareci¨® en El Puerto con una decisi¨®n encomiable. Quer¨ªa triunfar y a fe que hizo un gran esfuerzo por superar las adversas circunstancias de su lote, noblote pero tan inservible como el resto. Lo quieren con aut¨¦ntica locura en esta plaza y lo jalean en cuanto abre los enga?os. Morante se siente motivado y trata de corresponder al cari?o que recibe. As¨ª, le arranc¨® naturales muy meritorios al segundo; le falt¨® al torero confianza y en s¨ª mismo y largura en los muletazos, pero le sobr¨® una voluntad que quiz¨¢ no merec¨ªa el toro. Un inv¨¢lido fue el cuarto, al que Morante recibi¨® con unas ver¨®nicas forzadas, pero muy cantadas por los tendidos. Se rebos¨®, despu¨¦s, en una tanda preciosa de derechazos, con el ment¨®n hundido en el pecho, y el toro se raj¨®. Cuando Morante se dispon¨ªa a montar la espada, -la plaza en silencio-, surgi¨® una voz del tendido -la del ya citado Manuel Orta- y le dedic¨® un fandango que estremeci¨® a todos y tambi¨¦n al torero. Tanto es as¨ª, que Morante dibuj¨® una apasionada y desgarrada tanda de muletazos, pura inspiraci¨®n.
Despu¨¦s, llegar¨ªa el episodio del problema respiratorio, otro fandango, y Morante que, por fin, sali¨® a matar al sexto. Ver¨®nicas que suenan a otra cosa, unas chicuelinas con las manos bajas que hacen presagiar lo que, al final, no pudo ser. El toro se vino abajo, como todos, y la ilusi¨®n se perdi¨® poco a poco hasta desaparecer.
Que nadie se rasgue las vestiduras. As¨ª es esta fiesta. Una sorpresa permanente, donde, casi siempre, se pasa mejor so?ando que viendo. La corrida del siglo ha sido un ¨¦xito sin precedentes en la imaginaci¨®n de todos -se supone que tambi¨¦n en los bolsillos de los toreros-, y un fracaso sonado en la realidad. Pues, qued¨¦monos con los proleg¨®menos y olvidemos este festejo triste e infumable.
Ah, y otra vez no olviden hablar con los toros: "se?ores, que vienen Tom¨¢s y Morante y hay que embestir, que todos nos jugamos mucho". Tantos veedores como tienen las figuras y a ninguno se le ocurri¨®. Qu¨¦ fallo...
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