Echemos una carrera
Peder Dalhberg fue un excelente bracista. En 1971, junto con Mark Spitz y otros dos compa?eros, particip¨® en el relevo que bati¨® el r¨¦cord mundial de 4x100 metros estilos con Estados Unidos. Vivi¨® en Barcelona unos a?os y un d¨ªa nos fuimos a esquiar a Andorra. Recuerdo que nunca en su vida se hab¨ªa puesto unas tablas. Cuando se las puso, ya sobre la nieve, me mir¨® y me dijo: "Let's race", "echemos una carrera". Sin pens¨¢rselo. Sin considerar que se habr¨ªa podido dar un buen golpe. Su invitaci¨®n fue el reflejo del car¨¢cter americano y de su especial modo de entender la vida y el deporte. Es un t¨®pico, pero es cierto. A ellos les gusta la competencia. El equipo de relevos que gan¨® el oro ayer expresa esa forma de ser. Phelps, Weber-Gale, Jones y Lezak hicieron una carrera espeluznante.
Dentro de 100 a?os, cuando los almanaques deportivos conmemoren los diez mejores momentos de los Juegos en el siglo XXI, entre los primeros de la lista estar¨¢ el relevo de Pek¨ªn de 4x100 libre. La marca fue asombrosa, pero el esp¨ªritu ganador de los estadounidenses fue lo m¨¢s importante para conseguirla. No hay m¨¢s que ver las fotos que comenzaron a circular de Michael Phelps celebrando el triunfo. En ellas grita como si le fuera la vida en ello. Hay carreras que las gana el que m¨¢s desea la victoria. Los estadounidenses se quedaron expuestos a la derrota en la tercera posta, cuando Bousquet cubri¨® los 100 metros en 46,63s. Lezak debi¨® remontar un segundo en los ¨²ltimos 100. Un metro y medio. Eso frente a Alain Bernard, que, hasta ayer, era el hombre m¨¢s r¨¢pido del planeta. Bernard perdi¨® el duelo y se sentir¨¢ culpable. ?Pero qu¨¦ m¨¢s se le puede pedir cuando hizo un parcial de 46,73s, la tercera mejor posta de la historia?
La prensa estadounidense, encandilada por el golpe de mano de Lezak, se olvid¨® de Phelps. S¨®lo dir¨¦ dos cosas: primero, que Phelps, durante la prueba, estableci¨® el r¨¦cord estadounidense de 100 libre y ya ostenta el 40% de los de su pa¨ªs, la cantera m¨¢s grande del mundo. Segundo, yo nad¨¦ con Spitz y recuerdo que ¨¦l no era tan buen relevista. Ahora que Phelps vive acosado por el recuerdo de Spitz, es un buen momento para apuntar este detalle. A diferencia de su predecesor, Phelps no habita un mundo en el que Estados Unidos era la hegemon¨ªa de la nataci¨®n. Entre 1964 y 2000 nadie derrot¨® a los estadounidenses en el relevo r¨¢pido. Spitz hizo historia ganando con soltura a equipos inferiores. Phelps no tiene esa suerte. Adem¨¢s, nada los relevos como las pruebas individuales. Sin ahorrarse nada, entreg¨¢ndose al esp¨ªritu colectivo del relevo, una prueba que rompe con la rutina solitaria de los nadadores. Spitz nunca logr¨® el r¨¦cord de Estados Unidos en un relevo. No lo necesit¨®.
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