El G-5 de la m¨²sica se reuni¨® en Zaragoza
El cumplea?os del m¨²sico africano Toumani Diabat¨¦ se convierte en una cumbre de talento llegado de todas partes del mundo
Pasaban las tres de la madrugada del lunes cuando Toumani Diabat¨¦ recib¨ªa, por fin, su tarta de cumplea?os. El pr¨ªncipe de la kora cumpl¨ªa 43 a?os y los cantantes de su banda, La Symmetric Orchestra, 20 m¨²sicos procedentes de Mal¨ª, Senegal, Burkina Faso, Mauritania y Guinea-Conakry, improvisaban canciones en su honor en el bar de su hotel en Zaragoza. A un lado, Damon Albarn tocaba el piano a cuatro manos con un m¨²sico africano. El cubano Eliades Ochoa y Jos¨¦ Soto Sorderita, fundador de Ketama, observaban la escena. Despu¨¦s, habr¨ªa baile hasta que cerr¨® el bar. Y, claro, una fiesta sin bar...
Era el final de un d¨ªa intenso. Hab¨ªa alcanzado su c¨¦nit horas antes con el concierto en el anfiteatro de la Expo Zaragoza 2008. Un directo en el que la tradici¨®n musical de ?frica occidental, representada por Diabat¨¦, el pop, la m¨²sica de vanguardia, el flamenco y el son cubano se dieron la mano en una ocasi¨®n ¨²nica.
"ah¨ª donde lo ves tenemso mucho en com¨²n. Toumani es puro arte", explicaba Sorderita
"Tengo que agradecer a mis amigos que hayan venido a tocar", dec¨ªa agotado Diabat¨¦ despu¨¦s del concierto. Menudo y sonriente, la dorada t¨²nica africana que le cubr¨ªa ocultaba una pierna deformada por la poliomielitis. Es un griot, un narrador de cuentos. El guardi¨¢n de su tradici¨®n. "Yo soy un archivo viviente. La m¨²sica tiene una geograf¨ªa y una historia. En el fondo, la nuestra es la base de la occidental. Por eso puedo tocar con todos esos grandes m¨²sicos. Y la kora es el pasaporte de la cultura mandinga", dice sobre ese arpa de 21 cuerdas con cuerpo de calabaza del que es el gran virtuoso. "Es el Paco de Luc¨ªa de la kora", afirmaba Sorderita. "He o¨ªdo a muchos, pero ninguno es como ¨¦l", abundaba el cantaor flamenco. Gracias a esa maestr¨ªa se ha hecho una reputaci¨®n en el mundo. Y es por ello que es uno de los grandes m¨²sicos africanos. Un embajador de la cultura de Mal¨ª.
En la celebraci¨®n de los amigos que le hab¨ªan acompa?ado sobre el escenario s¨®lo faltaba Bj?rk. La islandesa hac¨ªa horas que hab¨ªa partido en un avi¨®n privado que la trajo desde Almer¨ªa, donde ha alquilado una casa para pasar unos d¨ªas de descanso antes de su concierto en el Ola Festival el pr¨®ximo s¨¢bado.
Apareci¨® en el backstage cuando el sol ya bajaba. A un lado, su marido, el artista Matthew Barney. La consigna era: nada de prensa. Que no vea una c¨¢mara, ni una grabadora, ni siquiera libretas o bol¨ªgrafos. Ella no era el domingo la protagonista. "Siempre le ha dicho a Toumani: 'Si quieres algo de m¨ª, no tienes m¨¢s que pedirlo'. Bj?rk siempre repite que despu¨¦s de todo lo que ¨¦l ha hecho por ella es lo m¨ªnimo", explicaba Isabel S¨¢nchez, de la oficina de Diabat¨¦.
Corr¨ªa el oto?o de 2005 cuando en sus oficinas se recibi¨® un e-mail del manager de Bj?rk. La artista islandesa estaba preparando Volta, su ¨²ltimo disco, y quer¨ªa concertar un encuentro con el pr¨ªncipe de la kora. En su ambiente. En junio de 2006 aterriz¨® en Bamako, capital de Mal¨ª, la ciudad de Diabat¨¦. ?l hab¨ªa preparado un estudio para ella. Seg¨²n cuentan, la conexi¨®n fue inmediata. Le sirvi¨® de cicerone y le ense?¨® la vida en ?frica. "Me gust¨® mucho. Especialmente el mercado y la gente. Me gustaba pasear", record¨® Bj?rk en Zaragoza.
De aquella semana que la diva del pop de vanguardia pas¨® en la tierra del heredero de una tradici¨®n musical que se remonta a 71 generaciones salieron tres canciones. Dos se incluyeron en Volta; la tercera, un regalo de Bj?rk a Diabat¨¦, contin¨²a in¨¦dita. Pero, sobre todo, surgi¨® una relaci¨®n que se mantiene hasta hoy. La primera vez que actuaron juntos fue el a?o pasado en Glastonbury.
Aquello era un mar de gente y Toumani estaba en una nube, relatan. Luego vino un festival portugu¨¦s y finalmente Zaragoza. Nada m¨¢s llegar, Diabat¨¦ la acompa?¨® al centro del escenario y le ense?¨® los ritmos que iban a tocar. Bj?rk escuchaba embelesada. Despu¨¦s se encerrar¨ªa en su camerino a garabatear letras sobre unas hojas para colocar al pie del micr¨®fono. Cuando le lleg¨® el turno, la islandesa, vestida con una especie de t¨²nica espacial rosa y plata de inspiraci¨®n africana, simplemente se dej¨® llevar, en un duelo entre su voz y la kora.
El resto de los invitados hab¨ªa llegado un d¨ªa antes para ensayar en un centro c¨ªvico cedido por el Ayuntamiento. All¨ª estaba Damon Albarn, el inquieto m¨²sico de Blur y Gorillaz, que se sum¨® a ¨²ltima hora. Coincidi¨® con Diabat¨¦ en julio en un concierto que el ingl¨¦s mont¨® para celebrar el cumplea?os de Honest Jons, su sello de m¨²sica africana. "Toumani me pidi¨® en el backstage que viniera", dijo un Albarn que hace todo lo posible por ser invisible. Repite que es el gran d¨ªa de Toumani y ¨¦l ha de tener todo el protagonismo. Cuando sale al escenario se sienta respetuosamente a sus pies con una mel¨®dica, ese instrumento que parece un juguete y que fue el que llev¨® a Mal¨ª en 2002. "Eran las seis de la ma?ana y recuerdo estar en su antigua casa en Bamako, con aquellos confortables sillones; Toumani se puso a tocar y yo intent¨¦ unirme con mi mel¨®dica, pero soy un m¨²sico tan limitado que sonaba disonante. Ahora al menos puedo tocar en armon¨ªa".
All¨ª, bajo la supervisi¨®n del africano, grabaron las 40 horas de musica que m¨¢s tarde se convertir¨ªan en Mali music, disco en solitario de Albarn, y una de las aproximaciones m¨¢s sinceras de un europeo al esp¨ªritu milenario de la m¨²sica tradicional del continente negro. Porque Albarn se pone nervioso s¨®lo con escuchar t¨¦rminos como "fusi¨®n". "No intento fusionar nada. No se trata de imponerse, es cuesti¨®n de escuchar y aprender. En Occidente corremos el riesgo de que nuestra m¨²sica pierda el alma por el dinero. La m¨²sica africana nos la devuelve".
Con el cubano Eliades Ochoa la conexi¨®n viene del celeb¨¦rrimo Buenavista Social Club, el disco que descubri¨® a los anglosajones la existencia de algo llamado son cubano. El proyecto inicial era reunir a m¨²sicos cubanos con africanos, pero la dificultad de conseguir visados para estos ¨²ltimos hizo mudar el resultado. "Me hablaron de ¨¦l durante a?os y finalmente en una gira coincidimos en un hotel. Toumani estaba en el vest¨ªbulo. Saqu¨¦ mi guitarra y tocamos juntos hasta que nos dijeron que par¨¢semos; aquello se estaba llenando de gente". Desde entonces, han hablado de colaborar y planean un disco conjunto para invierno. "En la m¨²sica hay gente que puede pasarse la vida estudiando. Son doctores. Pero Toumani naci¨® para ser Toumani, lo lleva en la sangre".
"Para tocar como toca hay que ser buena persona", retoma Sorderita, para cerrar este ins¨®lito pent¨¢gono del talento. En 1986, en el transcurso de una fiesta en Londres, Diabat¨¦ y Ketama, j¨®venes gitanos espa?oles que presentaban su primer disco, coincidieron en una fiesta. Como el ¨²nico idioma en com¨²n era la m¨²sica, se pusieron a tocar. Ah¨ª naci¨® Shongai, hito de la world music. "Nadie me ha impresionado tanto", explic¨® el domingo Soto, que no ve¨ªa a Diabat¨¦ desde 1994. "Ah¨ª donde le ves tenemos mucho en com¨²n. Es un andaluz y un gitano", concluye. "Toumani es puro arte".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.