Sanciones contra Ir¨¢n
La UE endurece su postura tras la respuesta de Teher¨¢n a la ¨²ltima oferta negociadora
La Uni¨®n Europea decidi¨® la semana pasada aplicar el tercer paquete de sanciones contra Ir¨¢n por sus actividades nucleares, aprobado en marzo por la resoluci¨®n 1.803 de Naciones Unidas. Este paso es consecuencia de la calculada ambig¨¹edad de la respuesta de Teher¨¢n a la oferta negociadora del Alto Representante de la UE, Javier Solana, en nombre del grupo de grandes potencias compuesto por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad m¨¢s Alemania. El nuevo paquete incrementa los controles y restringe el apoyo financiero al comercio con Ir¨¢n, adem¨¢s de prohibir la entrada en el territorio de los Veintisiete a las personas vinculadas con el desarrollo del programa nuclear.
El r¨¦gimen iran¨ª no quiere interrumpir el di¨¢logo sobre el enriquecimiento de uranio, pero tampoco acepta detenerlo. Desde el punto de vista jur¨ªdico, Ir¨¢n alega estar en su derecho de acuerdo con el Tratado de No Proliferaci¨®n, del que es firmante. Por otra parte, estima que la situaci¨®n internacional juega a su favor, puesto que las guerras de Irak y Afganist¨¢n siguen requiriendo una atenci¨®n constante y una r¨¢pida respuesta por parte de las potencias m¨¢s interesadas en que detenga su programa. La inesperada crisis del C¨¢ucaso ha reafirmado a Teher¨¢n en su estrategia, sobre todo porque Rusia, su principal aliada, ha salido reforzada y esto aleja la posibilidad de un ataque contra los sitios nucleares. Mosc¨² no lo aceptar¨ªa, y su opini¨®n cuenta m¨¢s hoy que antes de la guerra con Georgia.
La oferta de Solana al Gobierno iran¨ª se basaba en la "doble congelaci¨®n" -ni nuevas actividades de enriquecimiento ni nuevas sanciones- como f¨®rmula para facilitar ulteriores negociaciones que deber¨ªan concluir, en cualquier caso, en el abandono del programa. La respuesta de Teher¨¢n tiene que ver, seguramente, con su deseo de plantear el eventual acuerdo en otros t¨¦rminos. No se tratar¨ªa, as¨ª, de negociar sobre la existencia del programa nuclear, sino sobre el punto en el que Ir¨¢n estar¨ªa dispuesto a detenerlo. Si las grandes potencias aceptan este marco, Ir¨¢n s¨®lo llegar¨ªa hasta el enriquecimiento para usos civiles. Si no lo aceptan, se sentir¨¢ libre para continuar hasta donde juzgue conveniente.
El problema no reside, pues, en encontrar f¨®rmulas atractivas dentro del marco negociador de cada parte, sino en saber si ambos marcos son compatibles.
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