Madonna ya tiene 50 ...?y qu¨¦?
La cantante cumple ma?ana medio siglo como la ¨²ltima reina del pop
Ocurri¨® hace unos meses, cuando Madonna fue elegida para ingresar en el Rock and Roll Hall of Fame. Aunque se trate del mayor honor otorgado por la industria estadounidense a sus creadores de m¨²sica popular, ella no se sinti¨® impresionada: "?Qu¨¦ es eso?, ?el sitio donde ponen a los dinosaurios musicales?". No le emocionaba compartir escenario con Leonard Cohen, un caballero de 73 a?os. L¨®gico: cuesta imaginar a Madonna escuchando un disco de Leonard Cohen.
Al final, lograron convencerla de que aquello constitu¨ªa un reconocimiento, no una orden de alejamiento de los escenarios. Acudi¨® a la ceremonia y se desahog¨® a gusto con los profesionales que, hace 25 a?os, no daban un duro por su futuro comercial. Resulta comprensible ese antiguo escepticismo: puede que Madonna sea descrita rutinariamente como cantante, pero ciertamente no se trata de una musiquera. Ni vive para la m¨²sica ni tiene gran cultura musical. Ni siquiera los dioses han sido generosos con ella.
Se deb¨ªa de notar ya entonces, en sus inicios, y se nota ahora, cuando agarra la guitarra ac¨²stica y se pone a cantar Imagine, la m¨¢s embarazosa de las composiciones de John Lennon. Lo hace con el deslumbramiento de alguien que acaba de quedarse fascinado por esa canci¨®n tramposa. Imagine interpretada por una garganta millonaria siempre suena incongruente, pero en el caso de Madonna llega a lo ofensivo.
No pasa nada: las vedettes tienen licencia para delirar y soltar simplezas. Y as¨ª debemos considerar a Madonna. Ella lleg¨® a Nueva York dispuesta a convertirse en bailarina profesional, pero, ay, descubri¨® que no era lo bastante buena. Adem¨¢s, ?cu¨¢nto dura la carrera de una bailarina? ?Hay alguna que haya llegado a millonaria en ese trabajo? Mejor dedicarse a la canci¨®n: los est¨¢ndares no son tan exigentes, y los trucos tecnol¨®gicos permiten dar el pego.
Eso no quita grandeza a su haza?a. A pesar de sus escasas dotes musicales, Madonna ha sabido cabalgar sobre sucesivas olas, con su olfato para intuir por d¨®nde acercarse al p¨²blico masivo. Adivinar las tendencias adecuadas es la menor de sus habilidades: el secreto de su longevidad como artista est¨¢ en la astuta selecci¨®n de coautores y productores, de Nile Rodgers a Stuart Price. Madonna prefiere tipos laboriosos y con el ego controlado, aunque sean caros. Y lo mismo se aplica a la largu¨ªsima n¨®mina de colaboradores: fot¨®grafos, portadistas, realizadores de v¨ªdeo, dise?adores de vestuario, bailarines, t¨¦cnicos...
Todos ellos son conscientes de que ella ejerce de jefa dura, pero tambi¨¦n conocen su predisposici¨®n a cambiar, su ansia por no pasar inadvertida, sus ganas de divertirse tras el trabajo bien hecho. Subirse al tren de Madonna supone una experiencia vertiginosa, que transforma a los viajeros. No siempre para bien: ah¨ª est¨¢ el rabioso libro de su hermano, el decorador Christopher Ciccone, una recopilaci¨®n de peque?as miserias m¨¢s la denuncia de la homofobia del marido de la artista, el cineasta Guy Ritchie. Algo odiosa para el hermanito, ya que Madonna conserva gran predicamento entre el sector gay.
A la postre, lo de Christopher son piedrecitas inofensivas. A Madonna le permitimos todo. La hipocres¨ªa de alardear de prohibir la televisi¨®n en su casa -para que los ni?os no se contaminen, entiendan- cuando ella misma es una astuta proveedora de esa misma maquinaria, con sus calculados videoclips. La arrogancia imperial de viajar a Malaui dispuesta a seleccionar un ni?o para adoptar, ignorando las regulaciones y el hecho de que la criatura tuviera padre. Convertir sus bodas en pulsos personales con los paparazzi. El pat¨¦tico reciclaje en dama de la alta sociedad brit¨¢nica. La rapidez con que se envain¨® las cr¨ªticas a George W. Bush cuando sinti¨® la furia de los comentaristas de la cadena Fox.
Todav¨ªa sigue siendo un modelo, un icono posfeminista. No s¨®lo es adorada por las cantantes que han llegado detr¨¢s; millones de mujeres se identifican con su trayectoria, con su habilidad para lograr lo que desea usando su sexualidad y sin esconder su inteligencia. Un eficaz equipo de promoci¨®n se encarga de difundir sus triunfos en el mundo de los negocios, desde el contrato de asociaci¨®n con la discogr¨¢fica Warner, al acuerdo "de 360 grados" con la promotora Live Nation.
Ese ¨²ltimo pacto redefine la orientaci¨®n comercial de la actual Madonna: el elemento discogr¨¢fico queda minimizado por otras fuentes de ingresos, que abarcan desde los patrocinios a los directos, pasando por los productos sat¨¦lite (libros, documentales, l¨ªnea de ropa...). La m¨²sica sirve de combustible pero, como ocurre con todas las vedettes, posee una importancia relativa.
En realidad, el producto que vende Madonna es ella misma. M¨¢s all¨¢ de su imagen de ejecutiva agresiva y genio de la mercadotecnia, ofrece su cuerpo como creaci¨®n suprema, nuevo paradigma de la capacidad humana para combatir los estragos de la edad. De cerca, ella resulta hasta intimidante. No pienso ¨²nicamente en la tensi¨®n con que se enfrenta al periodista, sino en sus m¨²sculos esculpidos y esas venas saltonas. Sin embargo, debe reconocerse que ha moldeado una prodigiosa anatom¨ªa que le permite realizar llamativas sesiones fotogr¨¢ficas, v¨ªdeos impactantes y coreograf¨ªas prodigiosas para alguien que (se supone) est¨¢ cantando simult¨¢neamente.
De manera silenciosa, Madonna compite con el mundo entero: Yo puedo hacerlo, yo he domado mi cuerpo, yo soy una madre deseable. Parece coherente que muchas de las paradas europeas de su pr¨®xima Sticky & Sweet Tour se desarrollen en estadios ol¨ªmpicos y otros recintos deportivos: ella es una atleta que domina su especialidad. Finalmente, lo que hace Madonna es pop bailable, con el ojo puesto en las pistas de discotecas para el gran p¨²blico.
Pero ninguna disco girl ha llegado tan alto, y ninguna supo mantenerse tanto tiempo. Y s¨®lo ella es capaz, en medio de una actuaci¨®n promocional en Par¨ªs, de preguntar a sus fans: "?A qui¨¦n quer¨¦is m¨¢s, a m¨ª o a los Rolling Stones?". Tan mayor y todav¨ªa jugando al "espejito, espejito".
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