Una cent¨¦sima para la eternidad
Phelps iguala los siete oros de Spitz al rebasar en el ¨²ltimo instante a Cavic en los 100 metros mariposa dando media brazada m¨¢s
El surfero Aaron Peirsol ha perdido su abundante melena dorada. Pero sigue siendo el mejor espaldista de todos los tiempos. El jueves, despu¨¦s de quedar segundo en la final de 200 metros, hizo un esfuerzo por no mostrar su desolaci¨®n cuando alguien le pidi¨® que explicara sus sentimientos. Abri¨® un peque?o hueco en la comisura de los labios y, sin separar los dientes, articul¨® una de esas frases que le han dado fama, de idiota o de m¨ªstico: "Hasta donde yo s¨¦, este deporte trata de carreras. Todos los d¨ªas".
Peirsol sabe que hay carreras que se ganan con los pulmones y hay carreras que se ganan con el coraz¨®n. Las primeras tienen una explicaci¨®n fisiol¨®gica. Las segundas no tienen explicaci¨®n. Michael Phelps gan¨® los 100 metros mariposa despu¨¦s de ir perdiendo durante 99,9 metros. Despu¨¦s de acumular 3.299,9 metros de competici¨®n a lo largo de los Juegos. Cuando su fuerza se agotaba y Milorad Cavic le adelantaba extendiendo sus brazos y poniendo la yema de sus dedos a diez cent¨ªmetros de la placa sensible que registra la llegada. A Phelps le qued¨® medio segundo para cambiar su destino. Hab¨ªa nadado la mariposa m¨¢s r¨¢pida de su vida y la carrera era de Cavic. Al menos, hasta los ¨²ltimos diez cent¨ªmetros. El serbio toc¨® la pared pensando en el festejo: 50,59 segundos despu¨¦s de saltar al agua. Phelps lo hizo 0,01 segundos antes. En 50,58s. El p¨²blico profiri¨® un grito de incredulidad. El estadounidense acababa de conseguir la segunda mejor marca de la historia, su s¨¦ptimo oro en Pek¨ªn. El que iguala el n¨²mero m¨¢gico de Mark Spitz. El que le convierte en una leyenda.
"Lo hizo de forma instintiva y acert¨®", explica Bowman, su entrenador
Fue un gesto forzado. Casi un pu?etazo. Un deseo invencible de perdurar
Bob Bowman, el entrenador de Phelps, lo vio desde la grada con horror: "Cuando lleg¨® a las banderas
[a 15 metros de la meta], s¨®lo hab¨ªan dos posibilidades. O que Cavic llegara antes al muro o que Michael lo hiciera con la brazada cambiada. No dir¨ªa que se equivoc¨®. Tuvo que elegir entre el peor de dos males. O deslizarse hacia adelante estir¨¢ndose todo lo posible, aprovechando el impulso que tra¨ªa, o dar media brazada m¨¢s. Dio media brazada. Lo hizo instintivamente y acert¨®".
Bowman y Phelps dise?aron un plan para ganar la carrera. Consist¨ªa en llegar al primer parcial por debajo de 24 segundos. "Si no lo hac¨ªa, sus posibilidades ser¨ªan casi nulas", dijo Bowman. Phelps no es un velocista puro. Carece de la fuerza explosiva necesaria. Esto condiciona sus primeros 50 metros, precisamente el tramo que sus rivales m¨¢s perfeccionaron en el ¨²ltimo a?o. En Pek¨ªn, Cavic, Crocker y Lauterstein s¨®lo se prepararon para nadar los 100 mariposa. Mientras Phelps compet¨ªa en 14 carreras, ellos permanecieron ocultos. Reservaron fuerzas. Le esperaron. A sabiendas de su debilidad, se entrenaron para adelantarle un metro y medio en la primera piscina. Su t¨¢ctica era simple: dejarlo suficientemente atr¨¢s para que no pudiera regresar. En las carreras de mariposa, los rezagados sufren el doble. Por un lado, la angustia que asalta a todos los nadadores retrasados. Por otro, el oleaje propio del estilo.
Phelps lo sab¨ªa y procur¨® hacer los primeros 50 m¨¢s r¨¢pidos de su vida. No lo consigui¨®. Los nervios le fallaron. Le pes¨® el cansancio acumulado despu¨¦s de una semana de marat¨®n acu¨¢tico. En la ida, dio 16 brazadas. Esto es demasiado gasto energ¨¦tico para alguien acostumbrado a 14. Un s¨ªntoma de desequilibrio. Toc¨® la primera pared despu¨¦s de 24,04 segundos. Siete nadadores lo hicieron antes que ¨¦l, Cavic al frente.
Debi¨® improvisar. S¨®lo le quedaban dos armas. Su nado subacu¨¢tico y su resistencia al ¨¢cido l¨¢ctico. Mientras que la mayor¨ªa producen esta sustancia 20 segundos despu¨¦s de realizar el esfuerzo m¨¢ximo, Phelps retarda su aparici¨®n. Con ello soporta mejor el calambre que, poco a poco, paraliza al cuerpo. Nad¨® la vuelta casi un segundo m¨¢s r¨¢pido que Cavic. No parec¨ªa suficiente. A falta de medio metro, apur¨® una brazada m¨¢s. Fue un gesto forzado que debi¨® de consumirle hasta la ¨²ltima gota de la reserva. Casi un pu?etazo. Un golpe contra la pared. Un deseo invencible de perdurar.
Spitz: "Inspiraci¨®n y ¨¦pica"
"La palabra que me viene a la mente es ¨¦pica", respondi¨® Mark Spitz desde Detroit, donde asiste a un torneo de baloncesto
en el que participa su hijo, cuando la cadena NBC le pregunt¨® por sus sensaciones despu¨¦s de que su compatriota Michael Phelps igualara su r¨¦cord de siete medallas de oro conseguido en los Juegos de M¨²nich 1972.
"El trabajo de Phelps servir¨¢ de inspiraci¨®n para los j¨®venes de todo el mundo", dijo. Y a?adi¨®: "Siempre me pregunt¨¦ qu¨¦ iba a decir
en el momento en que pasara lo que ha pasado y, por supuesto, ya sab¨ªa desde hace tiempo lo que le dir¨ªa a Michael Phelps".
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