Las vidas misteriosas de Cravan

?sta es la historia de un hombre que se cre¨ªa hijo de Oscar Wilde y un d¨ªa desapareci¨® para siempre dentro de una barca de vela. Entre esa fantas¨ªa de su origen y ese misterio de su final trascurrieron 31 a?os de viajes y aventuras, en los que las ciudades y los seres fueron para nuestro hombre algo m¨¢s que personajes o decorados de una tragicomedia. Fueron sus juguetes, aunque ¨¦l, en lugar de romperlos despu¨¦s de usarlos, prefiri¨® jugar a destruirse a s¨ª mismo, en el acto tal vez m¨¢s travieso de su vida.

Contaremos su historia en varias novelas cortas, y saltando de g¨¦neros, pues Arthur Cravan protagoniz¨® densos dramas burgueses, vodeviles ligeros, comedias de amor loco, gestas deportivas, road movies, cuentos sobrenaturales y varios episodios de novela negra. Antes, y a modo de corto previo a esta pel¨ªcula de suspense, es justo se?alar el gran poder de seducci¨®n que una figura tan marginal, tan estrafalaria y tanto tiempo olvidada ha ejercido en los ¨²ltimos treinta o cuarenta a?os dentro de Espa?a: fascinaci¨®n sobre Eduardo Arroyo, que le pint¨® y le sigui¨® la pista dentro y fuera del ring; sobre la cr¨ªtica y escritora de arte Maria Llu?sa Borr¨¤s, autora de una muy documentada biograf¨ªa de Cravan y una exposici¨®n-homenaje en el Retiro madrile?o en 1993; sobre los dos Enriques catalanes que vieron su sombra, el poeta de Sabadell Enric Casassas y el novelista de Barcelona Enrique Vila-Matas; sobre Gonzalo Armero, que dio cabida en el a?o 1992 a un excelente dossier sobre el autor en la revista Poes¨ªa; sobre el cineasta Isaki Lacuesta, autor del tan interesante falso documental de 2002 Cravan versus Cravan; sobre el poeta Antonio Mart¨ªnez Sarri¨®n, que le dedica un ep¨ªgrafe muy agudo en su reciente libro Sue?os que no compra el dinero, y, dicho con una mezcla de modestia y orgullo, sobre el autor de estas p¨¢ginas, que siendo un joven licenciado de viaje en Par¨ªs compr¨®, ley¨®, subray¨® y conserv¨® hasta hoy un librito estrecho y largo publicado aquel mismo a?o, 1971, cuyo autor, Arthur Cravan, le era totalmente desconocido. Amante de los t¨ªtulos bizarros y estricto no-fumador, aquel joven licenciado en filosof¨ªa se enamor¨® del que llevaba el librito: J'etais cigare (Yo era cigarro).

El primer cap¨ªtulo de la novela de Cravan empieza en Lausana, donde naci¨® (el 22 de mayo de 1887), dentro de una familia de clase alta progresivamente inclinada, de generaci¨®n en generaci¨®n, a la excentricidad. Este cap¨ªtulo inicial tiene un motivo de suma importancia para el resto del libro incompleto que vamos a contar: el dinero. El dinero y Suiza son almas gemelas, pero conviene aqu¨ª resaltarlo porque a lo largo de su agitada y corta vida, en sus escritos y sobre todo en sus cartas, este guapo y corpulento dandi se pasa el d¨ªa pidiendo dinero. Lo necesita no s¨®lo para viajar (viaja a menudo de balde o modestamente) o para subsistir, sino para d¨¢rselo a la poes¨ªa, que es como tirarlo por un balc¨®n que en su caso daba a la Europa a punto de entrar en la I Guerra Mundial. Una Europa en desgarro de la que resultar¨ªa, junto al dolor, los millones de muertos y la partici¨®n de pa¨ªses posterior al fin de la contienda, un esp¨ªritu burl¨®n y despiadado, dad¨¢. El movimiento artiart¨ªstico de dad¨¢ fue el ¨²nico grupo de supervivientes que, asqueados de la paz de los cementerios, siguieron haciendo la guerra a las buenas y malas conciencias. Arthur Cravan fue el m¨¢s puro dada¨ªsta de la historia.

Pero volvamos al apacible trasfondo burgu¨¦s: un tatarabuelo banquero y heredero de un t¨ªtulo nobiliario, un abuelo jurista y consejero de la reina de Inglaterra y, en esa l¨ªnea de decadencia y fin de raza que tan bien reflejan algunas novelas de Thomas Mann, un Otho Holland, padre del futuro Cravan, ya alejado de los centros de poder para entregarse a sus aficiones (el estudio del griego cl¨¢sico, la genealog¨ªa) y sus, dig¨¢moslo as¨ª, vicios, como el de la bigamia. Otho Holland abandon¨® en Lausana a su esposa, Nelly, y al hermano mayor de Cravan, Otho, pocos d¨ªas despu¨¦s de nacer el segundo hijo, fug¨¢ndose con su nueva mujer, Mary Winter, a Florencia y a Londres, donde Mary y ¨¦l se casan y tienen una hija juntos; al cabo de unos meses, esta nueva familia creada por Otho Holland se instala, nada lejos de Lausana, en una villa campestre pr¨®xima a Neuch?tel. Nelly, la esposa abandonada, pronto encuentra una compa?¨ªa, el doctor Henri Grandjean, que acabar¨¢ siendo su segundo esposo y el ben¨¦volo padre adoptivo de sus dos ni?os.

Todo este trasiego familiar introduce en nuestro relato el g¨¦nero del drama ed¨ªpico, otro factor presente en la vida (ya es hora de decirlo) de Fabian Avenarius Lloyd, el novelesco nombre de pila que le pusieron sus padres al futuro Cravan. En tanto que Fabian Avenarius, el chico va creciendo en Lausana y mostrando rasgos tempranos de genio (toca muy bien el viol¨ªn a los nueve a?os), pero tambi¨¦n de mal genio, pues es expulsado del colegio cantonal al que acud¨ªa, teniendo que acabar sus estudios de primaria como interno en un severo y exclusivo instituto de St. Gallen. All¨ª aparece por primera vez el deportista: Fabian se hace nadador y destaca en el equipo de f¨²tbol del instituto.

En 1903 empieza la primera larga fase de vagabundeo de quien a¨²n sigue siendo Fabian Avenarius Lloyd. Acaba sus estudios secundarios en Inglaterra, donde ten¨ªa familia, sin abandonar la gimnasia, pero abandon¨¢ndose a s¨ª mismo: vuelve a tener problemas en la escuela; duerme dos semanas bajo un puente de Londres; viaja, sufragado por su siempre quejosa madre, a Estados Unidos, a Italia y, en un viaje significativo, a Berl¨ªn, donde frecuenta los bares homosexuales, se inicia en las drogas y, seg¨²n el testimonio de un contempor¨¢neo, "ten¨ªa la costumbre de pasearse con cuatro prostitutas subidas a sus espaldas". Expulsado de la capital alemana por las autoridades locales, Fabian vuelve a Lausana sin apaciguarse: no s¨®lo se declara antisocial y cultiva con nuevas estratagemas el amor-odio que madre e hijo sintieron rec¨ªprocamente siempre, sino que alardea ante los amigos de sus robos, entre otros el robo violento en una joyer¨ªa de su ciudad natal. Tambi¨¦n empieza a escribir en serio, con las habituales pretensiones grandilocuentes de la adolescencia: "Quiero crear nuevas im¨¢genes y no copiar servilmente o incluso variar ligeramente los pensamientos brillantes de ciertos autores".

En el verano de 1904, dom¨¦stico pero de ning¨²n modo domesticado, se produce un acontecimiento importante para ¨¦l: conoce a su primo Vyvyan Holland, quien, tras el apellido materno que lleva, esconde (¨¦l por la fuerza del qu¨¦ dir¨¢n, no por dada¨ªsmo) su paternidad vergonzosa. Vyvyan era el segundo hijo de Oscar Wilde y de su esposa, Constance, hermana de Otho Holland y, por tanto, t¨ªa en primer grado de Fabian Avenarius. Aunque los dos hermanos Holland tuvieron buenas relaciones y curiosos paralelismos (ella se cas¨® con Wilde en mayo de 1884; Otho, con Nelly al mes siguiente), la ca¨ªda en desgracia del escritor irland¨¦s; su proceso y condena por sodom¨ªa; su huida, al salir de la prisi¨®n de Reading, a Par¨ªs, y su muerte temprana, reci¨¦n cumplidos los 46, en 1900, dos a?os despu¨¦s de la de su esposa, Constance, a los 40, convirti¨® a esa rama de la familia en poco menos que un tab¨². Justo lo que necesitaba entonces Fabian Avenarius como t¨®tem personal. Su encuentro veraniego con el primo Vyvyan, seis meses mayor que ¨¦l, introduce en nuestra novela el "romance familiar" freudiano. Nada m¨¢s conocer la verdadera personalidad de Vyvyan y las penalidades de su difunto t¨ªo Oscar, Fabian se desea hijo de Wilde. Veremos despu¨¦s c¨®mo desarrolla con el autor de El pr¨ªncipe feliz sus fantas¨ªas de ultratumba.

Fogonero en un buque de carga, le?ador, poeta en Florencia, bello oficial -"?es m¨¢s guapo que Modigliani!", se dir¨ªa en Montparnasse-, el cap¨ªtulo m¨¢s literario de la vida de Fabian se inicia en 1908, cuando, despu¨¦s de recibir un dinero en herencia familiar, se instala en Par¨ªs, primero en un hotel y despu¨¦s en un piso del 67 de la Rue Saint-Jacques, ambos en el centro del Barrio Latino. Mudado a su domicilio m¨¢s duradero del 29 de la avenida del Observatorio, en el distrito XIV, nace entonces Arthur Cravan, enterrando definitivamente a Fabian Avenarius. Su personalidad escindida tambi¨¦n se bifurca en los caminos a seguir: Cravan confiesa que le duele estar en el Par¨ªs de los cosmopolitas existiendo en otros lugares lejanos leones y jirafas.

"Querr¨ªa estar en Viena y en Calcuta, / Tomar todos los trenes y todos los nav¨ªos, / Fornicar con todas las mujeres y atracarme de todos los platos".

Son unas l¨ªneas de la declaraci¨®n po¨¦tica de principios que Cravan public¨® en el n¨²mero 2 de la revista Maintenant (Ahora), que ¨¦l solo escrib¨ªa, editaba, anunciaba y vend¨ªa por las calles de Par¨ªs en un carrito de mano. "Mi funesta pluralidad", fing¨ªa lamentar Cravan en ese mismo poema, Hie! Es f¨¢cil, sin embargo, darse cuenta de lo orgulloso que estaba de sus distintas personas o recreaciones:

"Mundano, qu¨ªmico, puta, borracho, m¨²sico, obrero, pintor, acr¨®bata, actor; / Viejo, ni?o, estafador, granuja, ¨¢ngel y juerguista, millonario, burgu¨¦s, cactus, jirafa o cuervo; / Cobarde, h¨¦roe, negro, mono, donju¨¢n, rufi¨¢n, lord, campesino, cazador, industrial; / Fauna y flora: / ?Soy todas las cosas, todos los hombres y todos los animales!".

El inventario de sus baladronadas (pens¨® durante un tiempo autoproclamarse rey bajo el nombre de Arthur I), de sus genialidades literarias dentro de una escritura torrencial a veces empantanada, de sus hirientes provocaciones en las conferencias p¨²blicas que da en esos a?os parisienses, alguna de ellas acabada con la intervenci¨®n de la fuerza p¨²blica, alcanza la altura m¨¢s sublime y demente en la enso?aci¨®n o cuento de fantasmas que difunde en el n¨²mero 3 de la citada revista Maintenant (correspondiente al oto?o de 1913), bajo el t¨ªtulo ?Oscar Wilde est¨¢ vivo! Se relata en ese texto, con todas las pretensiones de la verosimilitud, una supuesta visita que el escritor le hace, 13 a?os despu¨¦s de su muerte, al sobrino, y en el curso de la cual opina sobre literatura, le da consejos, le cuenta sucesos que le hab¨ªan acaecido ¨²ltimamente y le anuncia estar escribiendo poes¨ªa y tener ya acabadas cuatro obras de teatro para Sarah Bernhardt. Wilde, que comparece bajo el nombre de S¨¦bastien Melmoth (el que adopt¨® al instalarse en Par¨ªs en 1897, tras salir de la c¨¢rcel), es descrito con crueldad como un anciano de barba y cabellos blancos, labios exang¨¹es y dentadura podrida y escrufulosa; no para de re¨ªr en toda la entrevista, con una risa, escribe Cravan, "en el absoluto".

De repente Wilde / Melmoth le pregunta de modo convencional a Fabian (as¨ª le llama) por Nelly, cu?ada suya y madre del joven. La pregunta le produce a Cravan una rara emoci¨®n f¨ªsica, no pareci¨¦ndole apropiada; ¨¦l ha cre¨ªdo siempre, por ciertas insinuaciones familiares, que su aut¨¦ntico padre no era el b¨ªgamo Otho, sino el famoso escritor perseguido de la Inglaterra victoriana. El parentesco no se aclara, y la velada termina con la proposici¨®n de que el anciano se vaya de farra con Arthur, a lo que aqu¨¦l se niega: "Os lo suplico, no pong¨¢is m¨¢s a prueba a un coraz¨®n tentado", desvaneci¨¦ndose a continuaci¨®n como una sombra. Fabian / Cravan sale tras ¨¦l gritando su nombre por todo Par¨ªs, pero no le encuentra. "Errando por las calles, volv¨ª a casa lentamente, sin dejar de fijar mis ojos en la Luna, caritativa como un co?o".

Cravan reaparece, con la fama de boxeador profesional que en 1910 hab¨ªa llegado a ser campe¨®n de Francia en la categor¨ªa de semi-pesados (su adversario no se present¨® al combate), en la Barcelona de 1916. Ha huido de Francia, tras recuperar su nacionalidad brit¨¢nica, para no ser movilizado, y el d¨ªa de la declaraci¨®n de guerra su amigo Blaise Cendrars dice haberle visto franquear "la amplia desembocadura del Bidasoa, con marea baja, pero arenas movedizas". En Barcelona, donde se instala y vivir¨¢ casi un a?o por la zona de Gracia y Vallcarca, sigue pasando alternativamente por sobrino o hijo de Oscar Wilde, busca dinero bajo las piedras, frecuenta los gimnasios y las playas de Tossa de Mar, y ama de modo intenso a Ren¨¦e, la mujer que conoci¨® en Par¨ªs y le acompa?a a Espa?a. La impostura y las mujeres fueron sus leitmotivs, y a veces, lamentablemente, confundidos: ama mucho o finge amar mucho, y se jacta: "Nunca he podido imaginar que un hombre haya podido ser m¨¢s hombre que yo". M¨¢s que de machismo habr¨ªa que hablar en ¨¦l de funambulismo: su virilidad es un modo de propaganda, y sus dotes pugil¨ªsticas, tan dudosas, la carnaza de un showman.

El episodio capital del a?o catal¨¢n de Arthur es su combate con el campe¨®n del mundo Jack Johnson en la plaza de toros Monumental. Es la parte m¨¢s c¨®mica de la vida de Cravan, y en ella se dan los ingredientes de la farsa, la astracanada y el sainete de costumbres barcelonesas. Johnson paseaba por Europa su fama y una notable gordura sobrevenida, limit¨¢ndose muchas veces en sus comparecencias a exhibirse m¨¢s que a pelear. Una cr¨®nica de El Mundo Deportivo publicada en marzo de 1916 lo pone sin florituras en letras de molde: "Tan escaso fue el combate que casi hubimos de contentarnos con una contemplaci¨®n pasiva, escultural, de la enorme corpulencia y f¨¦rrea musculatura del terrible negrazo". Cravan le desaf¨ªa, y Johnson acepta; La Il.lustraci¨® Catalana se refiere crudamente al desaf¨ªo de Arthur: "Hay una pasta de 50.000 francos por los que vale la pena dejarse hacer una cara nueva".

No se lleg¨® a tanto estropicio. El acontecimiento, muy publicitado en los medios de la ¨¦poca, qued¨® algo deslucido, ya que el d¨ªa elegido, el 23 de abril, "no era muy a prop¨®sito para la celebraci¨®n del combate, puesto que en la misma tarde se jugaba un interesante partido de f¨²tbol y adem¨¢s medio [sic] Barcelona se hab¨ªa ido al campo a celebrar la tradicional Fiesta de Pascua" (seg¨²n el relato de El Mundo Deportivo). Anunciado en veinte rounds de tres minutos cada uno, Cravan, a pesar de haber estado entrenando duramente (bajo los flashes de los fot¨®grafos de prensa), cay¨® sobre la lona en el quinto y qued¨® KO en el sexto; cuentan los cronistas que el campe¨®n americano alarg¨® sin sa?a una pelea que podr¨ªa haber resuelto con el primer pu?etazo m¨¢s por contrataci¨®n (se estaba filmando) que por compasi¨®n, encontr¨¢ndose frente a s¨ª a "un ente inofensivo, m¨¢s cargado de miedo que de otra cosa".

?Fue Cravan, adem¨¢s de un fantasma, un calavera? La descripci¨®n que de ¨¦l hizo Le¨®n Trotski en Mi vida no es muy halag¨¹e?a. Pasando revista a la "poco atractiva" galer¨ªa de pasajeros embarcados el 16 de diciembre de 1916 en el puerto de Barcelona a bordo del paquebote Montserrat con destino a Nueva York, el dirigente pol¨ªtico habla de "un boxeador y literato ocasional, primo [sic] de Oscar Wilde, [que] confesaba francamente que prefer¨ªa demoler la mand¨ªbula de los se?ores yankis, en un deporte noble, a dejarse hacer pedazos por un alem¨¢n". El buque no sufri¨® ning¨²n ataque de los submarinos germanos, y tanto Trotski como Cravan llegaron sanos a Nueva York, presumiblemente sin cruzar muchas palabras. M¨¢s expresivo que Trotski se mostr¨® su amigo de Par¨ªs y de Catalu?a Francis Picabia, que un mes despu¨¦s de zarpar el Montserrat escribi¨® que Cravan, el desertor de varios pa¨ªses, iba a Estados Unidos a dar conferencias: "?Ir¨¢ vestido de hombre de mundo o de cowboy? En el momento de la partida, ¨¦l se inclinaba por el segundo atuendo y ten¨ªa el prop¨®sito de hacer una impresionante entrada en escena: montado a caballo y disparando a las ara?as del techo con su rev¨®lver".

El escritor ocasional se hace enseguida notar entre los c¨ªrculos de vanguardia neoyorquinos, poblados entonces de una primera oleada de emigrantes europeos, y alguno de ellos recelosos del reci¨¦n llegado. Cravan, mientras no deja de escribir cartas de amor encendido a Ren¨¦e, que sigue en Espa?a, conoce y se enamora de la sugestiva poeta y pintora de origen ingl¨¦s Mina Loy. Es el arranque del episodio final: la novela de misterio.

El ¨²ltimo a?o de la vida conocida de Cravan, el que va desde septiembre de 1917 hasta comienzos del oto?o de 1918, es trepidante. Viaja por todo el este de Estados Unidos, vistiendo a veces ropas de soldado; pasa a Canad¨¢, en este caso disfrazado de mujer y trabajando en granjas; se enrola en un barco pesquero dan¨¦s y llega a M¨¦xico, donde, seg¨²n Blaise Cendras, otro gran fantasista, Arthur cruz¨® a nado la frontera del r¨ªo Grande y se puso a buscar unas minas de plata de las que le hab¨ªan hablado. Desde distintos lugares de M¨¦xico, Cravan desarrolla por carta su pasi¨®n, muy correspondida, por Mina Loy. Unas veces se muestra depresivo: "Soy el hombre de los extremos y del suicidio"; otras, exultante de amor: "Despu¨¦s de haberte conocido, ninguna mujer puede tener para m¨ª sabor sobre todo desde el punto de vista moral, y t¨² sabes que el resto me importa muy poco". Le escribe sin parar, en el mes de diciembre de 1917 casi a diario, en franc¨¦s siempre, y un d¨ªa, 30, tres cartas. Lamenta que Mina no sepa espa?ol, pues "s¨®lo en esa lengua puedo expresar realmente mis sentimientos". El ¨²ltimo d¨ªa del a?o le manda a Mina la ¨²ltima carta que se conserva de ¨¦l, y que acaba as¨ª: "La vida es atroz".

El desenlace tardar¨ªa casi diez meses en producirse. Unos d¨ªas despu¨¦s de la petici¨®n que Arthur le hace por carta a Mina -"env¨ªa un bucle de tu cabello o m¨¢s bien ven con todos tus cabellos"-, llega ella a M¨¦xico, cas¨¢ndose all¨ª la pareja a los pocos d¨ªas. Siguen viajando, en un frenes¨ª que parecer¨ªa desde fuera, y desde nuestro tiempo, plenamente feliz. Arthur la tiene a su lado, hace con ella lo que m¨¢s le gusta, moverse de un lugar a otro, y Mina est¨¢ profundamente enamorada del que llamaba Colossus. Asustada cuando le conoci¨® en Nueva York -hab¨ªa o¨ªdo que ¨¦l pod¨ªa matar a un hombre con la presi¨®n de dos dedos, y que "era capaz de derribar un edificio por una simple contrariedad"-, la artista fue siendo seducida irresistiblemente, aceptando los t¨¦rminos de la peculiar relaci¨®n con "un fantasma que s¨®lo tomaba forma en las horas en que deb¨ªa manifestarse". Muchos a?os despu¨¦s de la desaparici¨®n de Arthur, Mina a¨²n contestaba a la pregunta de un cuestionario de The Little Review sobre el momento m¨¢s feliz de su vida con estas palabras: "Todos los momentos pasados con Arthur Cravan", siendo, a?ad¨ªa, el m¨¢s desgraciado "el resto de mi vida".

Los reci¨¦n casados hacen planes, siendo el peor suicidarse juntos por la miseria en que viven ahora. Lo descartan. Cravan vuelve al boxeo, dando clases y peleando (con poco ¨¦xito); su nombre aparece en revistas deportivas mexicanas, y a veces, cuando viajan por el interior del pa¨ªs, sacan unos pesos actuando al aire libre. Mina hab¨ªa sido actriz, y bastante buena, se dec¨ªa. En septiembre de 1918 deciden viajar a Buenos Aires con una pareja amiga y establecerse all¨ª. Por motivos seguramente econ¨®micos har¨¢n el viaje por separado: ella y la amiga, en una embarcaci¨®n sanitaria con bandera japonesa; Arthur y el amigo, en el medio de transporte que encuentren. Mina llega a Buenos Aires y empieza a esperar a su marido. Est¨¢ embarazada.

Nunca m¨¢s se supo de ¨¦l, y las versiones sobre ese final abierto siguen tambi¨¦n abiertas. Una de las ¨²ltimas, la de Philippe Dagen en su reciente novela Arthur Cravan n'est pas mort noy¨¦ (Arthur Cravan no muri¨® ahogado), le devuelve a Par¨ªs, donde otros aseguraron haberle visto muchos a?os despu¨¦s de 1918 vendiendo por los bulevares las obras completas de Oscar Wilde. Se tienen indicios de que Arthur y su amigo tomaron una peque?a barca en Veracruz e iniciaron la traves¨ªa del tormentoso golfo de M¨¦xico. Hay quienes prefieren darle por muerto en una reyerta de cantina en la frontera con Estados Unidos. En abril de 1919, Mina, que esper¨® meses en Buenos Aires haciendo in¨²tiles pesquisas policiales antes de regresar a Inglaterra, da a luz en el condado de Surrey a Fabienne, la hija engendrada por su marido.

En sus d¨ªas m¨¢s dada¨ªstas de Par¨ªs, Arthur Cravan, desaparecido a los 31 a?os, escribi¨® la siguiente frase, que, si fu¨¦ramos tan atrevidos como ¨¦l, podr¨ªamos poner en una l¨¢pida de su tumba sin cuerpo: "Ten¨ªa 34 a?os y era cigarro".