Fuego ruso, a ratos, electrizante
Chaikovski es un cl¨¢sico popular que no falla en taquilla, cuesti¨®n vital en un festival como el de Torroella de Montgr¨ª para compensar los riesgos que corren con propuestas minoritarias. Y no fallaron las previsiones, porque el concierto del director ruso Thomas Sanderling y la Orquesta Sinf¨®nica Nacional de Ucrania, consagrado todo al gran compositor, llen¨® anteayer la plaza de Torroella.
Para caldear el ambiente, abrieron el programa con la introducci¨®n de la obertura del ballet La bella durmiente, pieza de poderosos contrastes que son¨® dura y algo desangelada. El fuego y la pasi¨®n llegaron pronto con la electrizante actuaci¨®n de la pianista rusa Olga Kern en el Concierto n¨²m. 1 en si bemol menor, op. 23, joya del gran pianismo rom¨¢ntico.
Kern, que hace siete a?os salt¨® a la fama tras ganar el prestigioso concurso Van Cliburn, revel¨® poderosas armas forjadas en la f¨¦rrea disciplina de la escuela rusa: sonido potente, dedos de acero, gran virtuosismo y una especial sensibilidad para plasmar el lirismo m¨¢s intenso sin concesiones sentimentales. El escrupuloso y profesional acompa?amiento de Thomas Sanderling, hijo de uno de los mejores int¨¦rpretes del repertorio ruso del siglo XX, Kurt Sanderling, allan¨® no pocas dificultades y brind¨® en bandeja de plata varias oportunidades de lucimiento a la fogosa solista. Kern no desperdici¨® ninguna, desde el arrebato virtuoso a los m¨¢s delicados acentos en un movimiento lento de alto vuelo po¨¦tico.
La orquesta ucraniana mostr¨® virtudes a lo largo del concierto, pero tambi¨¦n limitaciones. Es un conjunto solvente y disciplinado, de sonido compacto y algo duro, no especialmente refinado, pero de contundente pegada. El list¨®n subi¨® muchos enteros, a pesar de ciertos desajustes y algunas pifias de los metales, en la obra que cerr¨® la velada, la Sinfon¨ªa n¨²m. 4, op. 36, un volc¨¢n de emociones, angustias y dramatismo.
Al igual que en el concierto para piano, Chaikovski cierra la Cuarta sinfon¨ªa con un movimiento final que lleva la misma indicaci¨®n, Allegro con fuoco, a la que hace justicia desatando la caja de los truenos. El director se emple¨® a fondo en el juego de contrastes y tensiones que agitan la obra, pero, una vez apagado el fuego, no concedi¨® ni una propina para responder a los calurosos aplausos.
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