El modelo vietnamita
Hace unas semanas, el flamante Emerging Markets Forum, dirigido por Harinder Kohli y The Centennial Group, una especie de Davos de los mercados emergentes, organiz¨® una reuni¨®n de alto nivel en Hanoi, despu¨¦s de haber hecho lo mismo en Espa?a, en Uruguay y en Marruecos. Dicha reuni¨®n permiti¨® a varios participantes, incluyendo al que escribe, formarse una idea, sin duda inicial y superficial, pero no por ello menos fascinante, del "modelo vietnamita". Se trata, como es bien sabido, de la combinaci¨®n de un f¨¦rreo r¨¦gimen de partido ¨²nico, en el cl¨¢sico estilo socialista (que va desde el mausoleo de Ho Chi Minh, id¨¦ntico a los de Lenin y Mao, hasta una prensa acr¨ªtica, oficial, y propagandista) con una econom¨ªa de mercado casi salvaje, apenas regulada, pero tan boyante que le ha brindado al pa¨ªs casi 15 a?os de un crecimiento anual del 8%, y m¨¢s de 18.000 millones d¨®lares de inversi¨®n extranjera el a?o pasado, uno de los montos m¨¢s altos del mundo con relaci¨®n al PIB.
A Cuba puede salirle mal combinar un r¨¦gimen de partido ¨²nico con una econom¨ªa de mercado
Ra¨²l Castro ha sido quien ha mantenido la estrecha relaci¨®n entre Hanoi y Cuba
Es cierto que actualmente la econom¨ªa de Vietnam atraviesa por zonas de turbulencia -un repunte inflacionario, quiz¨¢ un cierto aletargamiento- pero, de todas maneras, su desempe?o a lo largo de los ¨²ltimos 15 a?os es impresionante. A ello se debe que, junto con la perpetuaci¨®n en el poder del Partido Comunista, el pa¨ªs sea percibido por varias otras naciones que hoy se encuentran en una situaci¨®n semejante a la de Vietnam hace 20 a?os, como un modelo digno de emular. Huelga decir que la naci¨®n m¨¢s tentada por este esquema es Cuba.
Se ha mencionado repetidamente a lo largo de los ¨²ltimos a?os que quien condujo siempre la antigua y estrecha relaci¨®n de la isla con Hanoi fue Ra¨²l Castro. Se sabe tambi¨¦n que volvi¨® muy entusiasmado con lo que vio, en Vietnam, durante su viaje a aquel pa¨ªs para asistir en abril de 2005 a los festejos conmemorativos del 30? aniversario de la toma de Saig¨®n por los tanques del general Giap y los guerrilleros del Vietcong. Entusiasmo, por cierto, que contrasta con la reacci¨®n del hermano mayor de Ra¨²l, quien supuestamente lament¨® que los vietnamitas se hubieran vuelto revisionistas y partidarios del capitalismo. Y sobre todo es casi una perogrullada afirmar que Vietnam constituye un ejemplo mucho m¨¢s adecuado y viable para Cuba que China -una analog¨ªa imposible- para salir del atolladero en el que se encuentra.
Pero el esquema vietnamita representa igualmente una opci¨®n atractiva para aquellos Gobiernos que buscan hacer negocios con La Habana y normalizar sus relaciones con ella, sin correr los riesgos que podr¨ªan implicar una exigencia de democratizaci¨®n: un ¨¦xodo migratorio masivo o un enfrentamiento directo. As¨ª, reformas econ¨®micas con altos niveles de crecimiento en el horizonte, aunado a un control pol¨ªtico total del poder y de la estabilidad por parte de las Fuerzas Armadas y del Partido Comunista, parecer¨ªa ser la mezcla ideal anhelada por Ra¨²l Castro y muchos de sus amigos y aliados, hipot¨¦ticos o reales, para la isla: he all¨ª la tentaci¨®n vietnamita.
Por desgracia, incluso un sobrevuelo breve y distante de la experiencia de Vietnam sugiere que la emulaci¨®n cubana consiste probablemente en un sue?o guajiro. Habr¨ªa muchos factores que explicaran por qu¨¦, pero como prenda basten tres botones. En primer lugar, la sociedad vietnamita constituye un conglomerado mucho m¨¢s jerarquizado, homog¨¦neo y aislado del resto del mundo que la cubana; el pa¨ªs ha derrotado lo que denomina cinco ataques imperiales a lo largo de los siglos (los mongoles, los Han, de China, Francia, Estados Unidos, y de nuevo, los chinos de la Rep¨²blica Popular), gracias a su disciplina y su sentido de sacrificio absolutamente inveros¨ªmiles.
Contrario senso, y quiz¨¢ para bien, la sociedad cubana reviste exactamente los rasgos opuestos: la diversidad, el caos, el calor humano y la hospitalidad, la pr¨¢ctica perenne de "resolver", y su coexistencia m¨¢s o menos pac¨ªfica, durante mucho m¨¢s tiempo que sus vecinos, con tres manifestaciones de dominio externo, a saber: Espa?a durante el siglo XIX, EE UU hasta 1959, y la URSS durante los siguientes 30 a?os. Todo ello nos conduce al segundo factor.
En Vietnam se ha consolidado la propiedad privada a lo largo y ancho de la econom¨ªa. Abarca la tierra, la vivienda, los negocios peque?os y grandes, los millones de motonetas, y las decenas de millones de tel¨¦fonos celulares; en Cuba pr¨¢cticamente no existe. Debido a los rasgos culturales anteriormente descritos, el pueblo vietnamita parece haber aceptado un intercambio que otros pueblos no tolerar¨ªan: el libre acceso a la propiedad privada, a m¨²ltiples bienes de consumo, y a una prosperidad relativa, sin ning¨²n acceso a ninguna libertad de ning¨²n tipo. A algunos cubanos quiz¨¢ tambi¨¦n les agradar¨ªa este quid pro quo, pero a muchos m¨¢s tal vez no, raz¨®n por la cual, por lo menos a lo largo de los ¨²ltimos dos a?os, Ra¨²l Castro no se ha atrevido a permitir la propiedad privada de casi nada, por temor a perder el control del proceso sucesorio. Acaba de ofrecerle a los cubanos la oportunidad de volver al campo y recibir peque?as extensiones de tierra en usufructo por 10 a?os; tierras que no pueden poseer, vender, alquilar o hipotecar. Veremos si esto seduce a alguien. S¨ª seducir¨ªa a muchos la plena propiedad de su casa, peque?os negocios, tierras, o un acceso generalizado a las comunicaciones, ya que tal vez decidir¨ªan conversar interminablemente con otros cubanos y venderles sus bienes a otros cubanos, tambi¨¦n: los que residen del otro lado del estrecho de Florida.
Se trata, por supuesto, del tercer factor, y no es despreciable. La poblaci¨®n de Vietnam alcanza 85 millones de habitantes; dos millones y medio de vietnamitas se hallan fuera de su pa¨ªs, muchos en EE UU, pero muchos otros repartidos por todo el mundo. Algunos quieren volver, otros no; a algunos se les permite la adquisici¨®n de propiedades en su patria anterior, a otros no; pero no representan un elemento significativo de la ecuaci¨®n econ¨®mica, pol¨ªtica o internacional de su pa¨ªs.
En cambio, existe aproximadamente un mill¨®n y medio de cubanos en el exilio, casi todos ellos concentrados en Miami, a 150 kil¨®metros de La Habana; representan casi el 15% de la poblaci¨®n cubana total, y mantienen v¨ªnculos notablemente cercanos con sus familiares en la isla, a pesar de medio siglo de dificultades y obst¨¢culos en materia de viajes, remesas y comunicaciones.
Este exilio cubano jam¨¢s obtendr¨¢ la satisfacci¨®n de haber derrocado a Fidel Castro, pero muy posiblemente pueda disfrutar de la oportunidad de comprar un tajo considerable de su legado. Imped¨ªrselo por la fuerza probablemente resulte imposible; convencerlo por las buenas de que desista de hacerlo, o persuadir a los cubanos de la isla de no vender sus propiedades hipot¨¦ticamente reci¨¦n adquiridas, tambi¨¦n se antoja improbable. Por tanto, si Cuba persiste en seguir el camino de Vietnam, cambiando para seguir igual, quiz¨¢ acabe en el peor de todos los mundos posibles: sin una verdadera econom¨ªa de mercado nacional, y sin un sistema pol¨ªtico democr¨¢tico.
Jorge Casta?eda, ex secretario de Relaciones Exteriores de M¨¦xico, es profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York.
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