Ley electoral
Una ley electoral que permite la presentaci¨®n de listas cerradas y proporcionalidades contra natura es tanto como desvirtuar los resultados de cuantas elecciones se celebran en nuestra ?democracia? Y lo curioso de semejante "coladero" legal es que la mayor¨ªa de los partidos, desde el PSOE hasta el ¨²ltimo de la clase, se muestren conformes con f¨®rmulas que representan todo menos la representatividad real. Y los resultados, como es de suyo, se prestan a toda suerte de maniobras y entresijos que conllevan a su irremediable descr¨¦dito.
Que PSC o PNV tengan pr¨¢cticamente la llave de la gobernabilidad del pa¨ªs, con un respaldo social menos que minoritario, es algo que suena a todo, y nada bueno, menos a democracia. En otros pa¨ªses, verdaderamente democr¨¢ticos, con legislaciones apropiadas y segundas vueltas en caso necesario, lo que sale de las urnas es lo m¨¢s representativo de la realidad social de un pa¨ªs. En Espa?a, por el contrario, lo que sale de las urnas no es m¨¢s que el fruto de unos supuestos artificiales, trucados por la misma ley que deber¨ªa regularlos.
En Espa?a, durante las etapas de la transici¨®n, se dieron importantes pasos para hacer de nuestra sociedad una sociedad verdaderamente democr¨¢tica; sin embargo, las leyes posteriores que acompa?aron tal prop¨®sito se quedaron a medio camino entre la equidad y la "conveniencia", y muy lejos del de los fines y el esp¨ªritu de sus prometedores comienzos. Qu¨¦ raz¨®n ten¨ªa Montesquieu al afirmar que "las leyes in¨²tiles debilitan a las necesarias", y qu¨¦ penoso olvido hacen de esta gran verdad los pol¨ªticos que, legislatura tras legislatura, tenemos que soportar y padecer.
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