H¨¦roes de guerra
En Pek¨ªn compiten deportistas que se entrenan bajo las balas, pagan por salvar su vida o lloran por los compa?eros asesinados
El afgano Rohullah Nikpai abre sus ojos oscuros y confiesa su meta. "Insha Allah, si Al¨¢ lo quiere, ganar¨¦ una medalla". Habla Nikpai con rapidez, antes de ganar la primera medalla de la historia de Afganist¨¢n (bronce contra el espa?ol Juan Antonio Ramos), y nada altera su rostro cincelado por los rigores del taekwondo. Tiene otras cosas en las que pensar. "La semana pasada, uno de nuestros chicos iba conduciendo por la carretera entre Kabul y Kandahar", cuenta con gesto triste Ghulam Rabani Rabani, presidente de la federaci¨®n afgana. "Le dispararon y muri¨®. Ten¨ªa 27 a?os. Estas cosas pasan en Afganist¨¢n. Si sales a la calle, no hay garant¨ªas de seguridad. Hay tiradores, suicidas con bombas... no es un lugar seguro", cierra. Los deportistas afganos no son los ¨²nicos con problemas. En Pek¨ªn compite gente que se ha entrenado bajo las balas; velocistas que pagan sobornos para salvar la vida; y remeros que palean recordando al compa?ero asesinado. La iraqu¨ª Dana Abdulrazak, por ejemplo.
"Mientras me entrenaba en Bagdad, abrieron fuego sobre m¨ª", cuenta Abdulrazak
"No hay instalaciones. Nos entrenamos en clubes privados", dice el afgano Rabani
"Lo importante no era ser primera, sino representar a Irak", dijo Abdulrazak tras ser eliminada en los 100 metros. "Una vez, mientras me estaba entrenando en Bagdad, un francotirador abri¨® fuego sobre m¨ª. Treinta minutos despu¨¦s volv¨ª al mismo lugar para entrenarme", contin¨²a. "Hay muchas bombas. Cuando voy al estadio no s¨¦ qu¨¦ va a ocurrirme. Por eso es muy dif¨ªcil entrenarse en Irak, y por eso estoy orgullosa de estar en unos Juegos".
Nada puede detener a Abdulrazak, que es la mitad del equipo ol¨ªmpico iraqu¨ª. "Sobornamos a los milicianos chi¨ªes y a la insurgencia sun¨ª para que yo pueda ir a su casa y recogerla", dice Yussif Abdul-Rahman, t¨¦cnico y prometido de la velocista iraqu¨ª, que ha tenido que dejar de entrenarse en el estadio Shaab para hacerlo en la pista de mortero de la Universidad de Bagdad. De nuevo, la precariedad. "Nosotros tampoco tenemos buenas instalaciones ni equipos", se lamenta el afgano Rabani con su ingl¨¦s sin acento y sus finas gafas de dise?o. "Usamos clubes privados para eso. No hay estadios. Son 30 a?os de guerra. Competimos a cielo abierto, bajo el sol. Es duro. Todos los pa¨ªses tienen lo mejor. Nosotros, nada".
El caso iraqu¨ª es especialmente dram¨¢tico: 12 de los 20 deportistas que componen su equipo paral¨ªmpico son veteranos de guerra con lesiones. El drama de la muerte, sin embargo, tambi¨¦n se vive en occidente. Alastair Heathcote, oficial del ej¨¦rcito brit¨¢nico que ha servido en Bosnia e Irak, compite en remo. Heathcote, el rifle y el chaleco antibalas siempre cerca, se entrenaba a las tres de la ma?ana en una m¨¢quina de remo mientras serv¨ªa en Basora, Irak. Cuando volvi¨® a Inglaterra, form¨® pareja con Robin Bourne-Taylor. La actividad del d¨²o tiene vocaci¨®n de eleg¨ªa. Meses despu¨¦s de su uni¨®n competitiva y justo d¨ªas antes de las pruebas de selecci¨®n para los Juegos, eran dos hombres destruidos: Jo Dyer, novia de Robin y tambi¨¦n oficial brit¨¢nica, hab¨ªa sido asesinada con una bomba en Irak. El domingo, Heathcote gan¨® la plata con el equipo brit¨¢nico de a ocho.
Ese mismo tipo de tensi¨®n, el competir bajo los efectos de la muerte de un amigo, han experimentado estos d¨ªas los atletas georgianos, pendientes de lo que pasaba con la invasi¨®n rusa de Georgia. Lo sabe bien el palestino Nader AlMassri, que empez¨® a preparar los 5.000 metros en el campo de refugiados de Beit Hanoun, en la franja de Gaza. Su presencia en Pek¨ªn es un milagro. Su casa fue golpeada por un misil Qassam. Se entren¨® en carreteras llenas de cr¨¢teres. Su ciudad fue sometida al toque de queda por una disputa entre clanes, lo que le oblig¨® a entrenarse durante d¨ªas en un pasillo de 200 metros. Y tuvo que esperar hasta principios de 2008 pare obtener el preceptivo permiso israel¨ª con el que abandonar Gaza.
Al Massri compiti¨® ayer en el impresionante estadio de El Nido de Pek¨ªn, donde sigui¨® a lo lejos la primera exhibici¨®n de Kenenisa Bekele, el rey del fondo. Probablemente, no le import¨® llegar en el vag¨®n de cola. El sue?o ol¨ªmpico puede con todo. Hasta con las balas.
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