Un conflicto inacabado
Exterior noche. Silencio espeso y ruido de cigarras. Las aguas quietas de un r¨ªo. Se oyen unos lejanos murmullos, luego pasos. Un grupo de soldados transporta una barcaza. Ya en la orilla, el golpe de la proa al entrar en contacto con el agua produce unas cuantas ondas que se diluyen conforme avanzan. Nadie habla, de vez en cuando alguno de los soldados refuerza con un gesto la precisa coreograf¨ªa con que sus compa?eros ejecutan la maniobra. Suben a la barcaza, acomodan como pueden sus pertrechos, buscan su sitio. Algunos fusiles apuntan a la noche, alertas ante cualquier sorpresa. Los que vigilan son los que dan el ¨²ltimo empuj¨®n, y los brazos de sus compa?eros los arrancan de la orilla para incorporarlos junto a los dem¨¢s que les hacen sitio. S¨®lo entonces bajan los remos, que rompen la quietud de la corriente y empiezan a moverse. La batalla del Ebro acaba de empezar.
"Es impensable encontrar apoyos para rodar el cerco de Madrid, la batalla de Teruel", afirma Manuel Matji
"En realidad se han hecho muy pocas pel¨ªculas que traten espec¨ªficamente la guerra", dice D¨ªaz Yanes
Luego vendr¨¢n otras barcazas, m¨¢s combatientes, el r¨ªo se poblar¨¢ de miles de siluetas que avanzan furtivas para sorprender al enemigo. Quiz¨¢ la c¨¢mara se traslade a otro lugar del Ebro, y a otro, y a otro, para revelar que son muchos los lugares elegidos y que son varias las divisiones que se han embarcado en el desaf¨ªo de superar la barrera del r¨ªo. Es posible que enfoque despu¨¦s a uno de los soldados que van en la proa de una de las balsas: un golpe de corriente, cae al agua, grita. Disparos, alarma, heridas, sangre. Las cosas se han complicado, se inician las escaramuzas. Podr¨ªa ser, sin embargo, que el gui¨®n apuntara un cambio de escenario y que la acci¨®n se trasladara al cuartel general de los militares responsables de la maniobra, justo en el momento en que reciben la confirmaci¨®n de que las cosas han salido moderadamente bien. Que salvo en algunos de los lugares elegidos, el objetivo de cruzar el r¨ªo se ha cumplido.
El pr¨®ximo viernes se estrena la nueva pel¨ªcula de Jos¨¦ Luis Cuerda. En Los girasoles ciegos no hay ning¨²n r¨ªo, ni hay soldados republicanos, ni sangre, ni escaramuzas. Se desarrolla en Orense, en la posguerra. As¨ª que no hay tiros, s¨®lo el sordo y obsesivo rumor de la derrota. Y el miedo y la represi¨®n, y el olor inconfundible de las sotanas. No es una pel¨ªcula que recoja exactamente la Guerra Civil, pero esa guerra lo llena todo. Est¨¢ metida en la cabeza y en el coraz¨®n y en el sexo de cada uno de los personajes.
Para muchos ser¨¢ una pel¨ªcula m¨¢s de una larga serie que vuelve de nuevo a revivir el viejo conflicto. Otros entender¨¢n que es casi una excepci¨®n en una filmograf¨ªa que peca de pacata a la hora de recuperar la historia. El realizador Agust¨ªn D¨ªaz Yanes, que seguramente a¨²n no ha renunciado a la remota posibilidad de rodar la heroica defensa de Madrid, cuenta que los productores se niegan en redondo a colaborar en "otra pel¨ªcula m¨¢s sobre la guerra". Para ellos ha habido ya demasiadas. "Y tienen un miedo terrible a que sea aburrida".
Tambi¨¦n abunda en la misma idea el guionista Manuel Matji, que se convirti¨® en director para hacer La guerra de los locos, que aborda tambi¨¦n las pesadillas de aquella ¨¦poca. "Filmar las batallas es muy caro, es algo inalcanzable para la industria de hoy", explica refiri¨¦ndose concretamente al cine b¨¦lico. "Lo quiso hacer Vicente Aranda en Libertarias con el frente de Arag¨®n. Y tambi¨¦n lo intent¨® Pedro Lazaga en La fiel infanter¨ªa en tiempos del franquismo, y con m¨¢s apoyos para hacer un cine b¨¦lico que exaltara su causa. Pero es impensable encontrar apoyos para contar el asedio de Madrid, la batalla de Teruel. Est¨¢ totalmente fuera de nuestras posibilidades. Adem¨¢s, el cine espa?ol -bueno, lo que queda del cine espa?ol, que es m¨¢s bien poco- es un cine cag¨®n, un cine de cobardes. Hay poco riesgo".
Vicente S¨¢nchez-Biosca, profesor en la Universidad de Valencia y autor de Cine y Guerra Civil espa?ola. Del mito a la memoria (Alianza, 2006), introduce un factor temporal para proponer una reflexi¨®n. "Toda ficci¨®n (pero tambi¨¦n el documental) es anacr¨®nica, es decir, incorpora los problemas de su tiempo en la reflexi¨®n sobre el pasado", explica. "A veces lo hace de manera muy expl¨ªcita; otras, m¨¢s encubierta". Y entonces comenta que podr¨ªa decirse que durante los a?os cuarenta casi todas las pel¨ªculas hablan de la Guerra Civil, incluso cuando no tienen nada que ver con ella. "Siempre hay alg¨²n personaje que naci¨® entonces, que luch¨® entonces, que parti¨® despu¨¦s de entonces... Dos ejemplos: Los ¨²ltimos de Filipinas (1945) nada tiene que ver con la guerra y, con todo, el numantinismo que segrega es incomprensible sin el aislamiento al que est¨¢ sometido el franquismo en esas fechas. Tampoco se entiende El esp¨ªritu de la colmena sin tener presente la guerra: el sepulcral silencio de los personajes, el terror, la fantas¨ªa que relaciona a Frankenstein con la pesadilla del maquis...".
?C¨®mo ha sido, pues, la relaci¨®n del cine espa?ol con la Guerra Civil? ?Ha ocurrido que la guerra simplemente se ha colado en las pel¨ªculas porque estaba ah¨ª, y ha proyectado sus sombras en historias que se estaban ocupando en realidad de otra cosa? ?O ha sido materia de discursos propagand¨ªsticos para justificar a uno y otro bando? ?C¨®mo ha trabajado el cine con la verdad hist¨®rica? ?La ha torcido demasiado, la ha tergiversado, la ha silenciado? ?C¨®mo se ha manejado la ficci¨®n con los datos reales? ?Ha sabido alguien trasladar a la pantalla el desaf¨ªo del Ej¨¦rcito Popular, que se fue inventando sobre la marcha para frenar el avance de un enemigo superior? ?C¨®mo se ha contado la victoria, de qu¨¦ manera se han atrapado los m¨²ltiples hilos de la derrota?
"En realidad se han hecho muy pocas pel¨ªculas que traten espec¨ªficamente de la Guerra Civil", dice Agust¨ªn D¨ªaz Yanes, e invita a repasar mentalmente la inmensa cantidad de ellas que se han rodado sobre la II Guerra Mundial. "Para que pueda haber dos o tres grandes pel¨ªculas tienen que haberse rodado muchas, y no creo que sea el caso". "Hemos hablado poco de la guerra, y lo hemos hecho con susto en el cuerpo", comenta Matji. "Incapaces de ir m¨¢s all¨¢ y de mirar la guerra como lo que es, un espejo de lo que vivimos. La mayor¨ªa de las pel¨ªculas que se han hecho sobre el conflicto han tenido una mirada apaciguadora. Hablan de la guerra como si perteneciera al pasado, y no est¨¢ tan claro que esto sea as¨ª. Y me refiero no s¨®lo a la Guerra Civil, sino tambi¨¦n a otras guerras, que han terminado por generar en este pa¨ªs una tradici¨®n de humillados y ofendidos".
En Los girasoles ciegos -escrita por Cuerda y Rafael Azcona a partir del libro de relatos de Alberto M¨¦ndez que Anagrama public¨® con el mismo t¨ªtulo- se cuentan, entre otras, las historias de un di¨¢cono que luch¨® durante la guerra en las filas franquistas y la de un maestro que se esconde de los ganadores por temor a las represalias. Otra pel¨ªcula reciente es El honor de las injurias, un documental. Carlos Garc¨ªa-Alix reconstruye ah¨ª la vida de Felipe Sandoval, alias Doctor Mu?iz, un tipo de cuidado. En la primera no hay im¨¢genes del conflicto, es una ficci¨®n que sucede despu¨¦s; la segunda, en cambio, se alimenta de fotograf¨ªas y filmes de entonces (la relaci¨®n de t¨ªtulos que se incluye al final muestra la cantidad de material rodado durante los a?os del conflicto) y aborda las cuitas de una persona real.
Felipe Sandoval naci¨® en 1896 en una barriada humilde y no tard¨® en conocer a la crema y nata del mundo del hampa. No le fue demasiado mal en sus fechor¨ªas iniciales a juzgar por la exquisita presencia con la que se present¨® en Par¨ªs en 1914. Fue all¨ª donde dej¨® colgada a su prometida rob¨¢ndole todos sus ahorros, y desapareciendo del mapa. Con el tiempo lo pillaron y termin¨® en la c¨¢rcel de Barcelona, donde se junt¨® con gente de la CNT e hizo del anarquismo su causa. Eran ¨¦pocas duras para la clase obrera y Sandoval ya mostr¨® entonces una clara disposici¨®n para la acci¨®n directa. Durante la Rep¨²blica, ya era conocido como el enemigo p¨²blico n¨²mero 1 y la guerra lo sorprendi¨® como un preso com¨²n m¨¢s de la c¨¢rcel Modelo de Madrid. "Vividor, p¨ªcaro, aventurero": as¨ª lo definieron entonces. Qued¨® libre poco despu¨¦s del golpe de Estado de Franco y los militares rebeldes. Fue cuando volvi¨® a la CNT, quer¨ªa hacer la revoluci¨®n, se convirti¨® en uno de los asesinos m¨¢s sanguinarios de aquellos terribles d¨ªas.
La pel¨ªcula de Carlos Garc¨ªa-Alix termina poniendo los pelos de punta por su extrema sobriedad. Caen uno detr¨¢s de otro los datos desnudos, y de tanto en tanto estalla en la pantalla el rostro fr¨ªo y distante del asesino. El discurso revolucionario resuena como la c¨¢scara que esconde el feroz nihilismo del desheredado. Y la guerra se presenta como ese inmenso lodazal en el que se desataron las peores pasiones.
Son s¨®lo dos pel¨ªculas recientes pero sirven para acercarse a las maneras con que el cine ha tratado la guerra. Muestran c¨®mo la trata ahora, en estos tiempos de recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica. "Cada vez quedan menos de los que participaron en la guerra, o que simplemente la vivieron", comenta D¨ªaz Yanes. "Ahora llegan nuevas generaciones y vienen con otra distancia para mirar las cosas". "Hubo una ¨¦poca, despu¨¦s de los tres a?os de guerra y de lo que ocurri¨® antes y sobre todo de lo que ocurri¨® despu¨¦s, en que lo que importaba era cuidarse y hacerse mimos y en la que los espa?oles ten¨ªan que reencontrarse unos con otros", observa Matji. Ya no es el caso y ahora hay, pues, un margen mayor para aplicar el bistur¨ª, sacar el veneno fuera, cerrar las heridas. Y Garc¨ªa-Alix se ha acercado en este momento a lo peor de la retaguardia republicana para mostrar, con extrema finura, el tipo de matones que se escudaban detr¨¢s de la revoluci¨®n que reclamaban los anarquistas para realizar su utop¨ªa.
"La memoria de la Guerra Civil se ha confundido con la memoria de la represi¨®n franquista y ello ha mistificado mucho las cosas", dice S¨¢nchez-Biosca. Luego se?ala que le parece "contraproducente esta omnipresencia de la memoria", y explica: "La memoria es un instrumento, una herramienta m¨¢s, de la historia. Necesaria, pero no aut¨®noma. Y, adem¨¢s, s¨®lo funciona porque lo hace el olvido. Darle todo el poder significa sumirse en la irracionalidad, en lo pasional
..., y no lleva a ninguna parte". Recuerda que durante el franquismo no se hizo mucha historia de la guerra. "?Saben ustedes lo que se hac¨ªa? Memoria: recuerdo -sesgado- de las represiones, de los rojos, etc¨¦tera".
Los mitos y la verdad. La memoria y la historia. En su libro, S¨¢nchez-Biosca ilustra muy bien sobre la complejidad de contar una guerra y va recuperando pel¨ªculas donde las pasiones partidistas de uno y otro bando se impon¨ªan a cualquier otra consideraci¨®n. "Son ellos, los que sienten en el fondo de su esp¨ªritu la semilla superior de la raza, los elegidos para la gran empresa de devolver a Espa?a su destino", se escuchaba en Raza, la pel¨ªcula de Jos¨¦ Luis S¨¢enz de Heredia que exaltaba las gestas de los franquistas. En el documental Reportaje del movimiento revolucionario en Barcelona, que elabor¨® Mateo Santos como pieza propagand¨ªstica de los anarquistas, y que se aliment¨® de las im¨¢genes que operadores improvisados filmaron de la resistencia obrera al golpe en la ciudad catalana, se defiende la quema de iglesias en estos t¨¦rminos: "Todos esos lugares revestidos de santidad cayeron bajo el empuje de las masas encendidas de coraje y alumbraron con sus llamas el alba roja de que estaba ti?¨¦ndose el horizonte espa?ol".
La raza y el alba roja. Si hiciera falta un cine de la guerra, lo que s¨ª que es seguro es que no tendr¨ªa que elaborarse con esos materiales. La versi¨®n de los vencedores. Las versiones de las facciones que perdieron en el bando ganador, que fueron calladas o ninguneadas. Las m¨²ltiples versiones de los perdedores, cada una de ellas justificando el comportamiento de sus respectivas huestes. De todo ello ha habido ya. El cine tiene esa capacidad de atrapar en sus redes al espectador con la fuerza hipn¨®tica de sus im¨¢genes, y fue utilizada por ambos bandos desde el inicio de los enfrentamientos. Lo que ocurre ahora es distinto. ?Hace falta un cine con vocaci¨®n de verdad hist¨®rica? ?O cuando se trata de darle lustre a una narraci¨®n ¨¦pica lo cierto es que importa poco lo que pas¨® en realidad? ?No ha ocurrido demasiadas veces precisamente eso, que se han querido inyectar en los episodios de la guerra las convicciones de nuestro presente, sus ritos, su est¨¦tica, incluso sus modas y prejuicios? ?No hay en muchos filmes recientes demasiado manique¨ªsmo, no se come el dise?o de vestuario el olor que desprende el miedo a morir? ?Hay, por tanto, una batalla pendiente?
Cierto que desde hace no mucho la guerra es el motivo central que anima muchas filmaciones. Se est¨¢n rodando por todos los rincones de Espa?a los testimonios de los que a¨²n viven, de los que tuvieron que callar durante la dictadura, de los que a¨²n necesitan contar lo que les pas¨®. Y proliferan documentales para recuperar las andanzas del maquis o para reconstruir algunos episodios b¨¦licos. La c¨¢mara se ha convertido ah¨ª, la mayor¨ªa de las veces, en un instrumento m¨¢s del historiador. El culto a la memoria, lo dec¨ªa S¨¢nchez-Biosca, es de todas formas peligroso. "Es un mal camino salirse de la reflexi¨®n", insiste. Pero matiza: "Otra cosa es entrevistar a quienes vivieron la guerra, escuchar sus voces y documentar lo que los libros y los documentos oficiales no cuentan. Pero al servicio de la comprensi¨®n".
La cuesti¨®n fundamental seguramente es ¨¦sa, si se hace cine para comprender. Si las pel¨ªculas podr¨ªan servir tambi¨¦n para ara?ar la verdad esquiva de aquel terrible conflicto, y llegar as¨ª a un p¨²blico m¨¢s amplio. Pero no hay dinero, y los productores temen arriesgarse en productos que igual aburren. "Hay que olvidar la idea de que la Guerra Civil espa?ola necesita una gran pel¨ªcula", afirma rotundamente S¨¢nchez-Biosca. "?Por qu¨¦? Es una tragedia relativamente cercana y ser¨¢ vivero de ficciones y objeto de documentales porque, adem¨¢s, se posee un material gr¨¢fico y cinematogr¨¢fico abundante. De lo que estoy seguro es de lo que no hace falta: la pel¨ªcula que quiera decir todo sobre la guerra, la pel¨ªcula de conjunto".
?Entonces? A Agust¨ªn D¨ªaz Yanes, que como profesor tuvo que contar muchas veces la Guerra Civil, le sigue apasionando la idea de contar la defensa de Madrid. "Lo que ocurri¨® ah¨ª fue extraordinario", dice. Matji rechaza la actitud que ha defendido la derecha durante los ¨²ltimos a?os, cuando sosten¨ªa que volver a contar la guerra era desafiar la democracia. "Justamente se trata de eso: de enfrentarse a lo que pas¨®, de encararse con sus conflictos, de tratar de aquello con normalidad. Lo que no tiene sentido es ocultar la guerra, hacer como si no hubiera existido".
"Es dif¨ªcil hacerse una idea cierta de lo que ocurri¨® en el 36, demasiadas contradicciones, memorias borradas, cortocircuitos, intereses pol¨ªticos de ocultaci¨®n a uno y otro lado", observa Matji, y recuerda que en La guerra de los locos lo que quiso fue contar la guerra como se la hab¨ªan contado durante tantos a?os, pero cambiando la perspectiva: "Con la mirada de un ni?o asombrado ante el humor hiperb¨®lico y el horror desnudo con que los militares -tambi¨¦n algunos curas- recordaban sus vivencias".
As¨ª que todav¨ªa est¨¢ por hacer la pel¨ªcula que cuente lo que pas¨® en Madrid cuando la ciudad convirti¨® el "no pasar¨¢n" en una consigna imprescindible para defender la libertad. "Quedan por filmar las vidas de la Pasionaria y de Jos¨¦ Antonio, la retirada de las tropas republicanas y su entrada en Francia en los campos de concentraci¨®n, el tema del espionaje en los dos bandos...", sugiere D¨ªaz Yanes. S¨¢nchez-Biosca considera que ser¨ªa "muy interesante apartarse de los frentes, e incluso de las retaguardias bombardeadas, y analizar los movimientos de la poblaci¨®n civil que circulaban seg¨²n cambiaban esos frentes". Para Matji, lo que el cine espa?ol no ha contado bien hasta ahora son las relaciones entre la Iglesia y el Estado franquista. "En mi opini¨®n, la actitud de la Iglesia durante la guerra fue ignominiosa".
As¨ª est¨¢n las cosas, pues. Demasiados episodios a¨²n por rodar, demasiadas historias en las que rastrear. Durante aquella noche del 25 de julio de 1938, aquellos soldados que remaban silenciosos para cruzar el Ebro ten¨ªan miedo. Todav¨ªa habr¨¢ que esperar, qui¨¦n sabe cu¨¢nto, para ver sus rostros asustados en la gran pantalla.
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