El sobresalto
Lo peor de la tele y de los medios es que te acostumbran al sobresalto. Hasta que ¨¦ste te ata?e y el resorte de la localidad te pone alerta. Las cat¨¢strofes lejanas son cu?as en nuestra preocupaci¨®n, pero los terremotos pr¨®ximos te hacen saltar de la monoton¨ªa de las im¨¢genes y de los d¨ªas y te ponen ante la pantalla como si se hubiera suspendido el aliento. Jos¨¦ Hierro lo dec¨ªa: "Antes, cuando mor¨ªa un espa?ol, se mutilaba el universo". Y ahora: cuando muere alguien cercano, el universo propio se tambalea, y los informativos calman, por decirlo as¨ª, la ansiedad que genera cualquier desastre. La ansiedad generada estos d¨ªas ha tenido en algunos sitios la respuesta sobresaltada y, en otros, el apresuramiento de la culpabilizaci¨®n. "No se culpe a nadie", dec¨ªa Julio Cort¨¢zar; sobre todo, no se culpe a nadie hasta que no haya causantes de la culpa.
En medio del sobresalto todo es posible, menos que se manipule el sobresalto, y se ha manipulado, vaya que s¨ª. Las im¨¢genes fueron al principio difusas, esas columnas de humo, una blanca y otra negra, presagiando, desde la televisi¨®n, que esa tragedia no tendr¨ªa pausa, hasta la fatal comprobaci¨®n de que las primeras noticias eran las pen¨²ltimas noticias que daba la muerte antes de mostrarse al acecho y negra.
El sobresalto. A veces uno deja pasar el sobresalto, te parece normal ser sobresaltado. Por ejemplo, hace casi un mes, en una televisi¨®n de Miami, un tronante locutor espa?ol, entrevistado por un tronante escritor peruano, respondi¨® a una pregunta sobre qui¨¦n de una serie de l¨ªderes pol¨ªticos hispanoamericanos deseaba que muriera antes. Deseaba que murieran antes, y por este orden, Castro, Ch¨¢vez y Correa. Para Evo Morales y para Rodr¨ªguez Zapatero dese¨® una enfermedad. Eso dijo, y risas. Hubo sobresalto, y luego silencio. La tele nos pone a descansar a veces hasta cuando nos sobresalta.
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