Complejo de inferioridad
En muchos sectores de la sociedad gallega, igual que en el resto de la sociedad espa?ola, se mira a Catalu?a con un complejo de inferioridad que se manifiesta con sentimientos freudianos de admiraci¨®n-odio. Muchas de las apreciaciones que se hacen sobre Catalu?a coinciden en Galicia con las del resto de Espa?a, pero hay diferencias y matices importantes. La derecha espa?ola siempre ha mostrado una reticencia hacia Catalu?a, mezcla de envidia y de conservadurismo, con resistencia al avance social y a la innovaci¨®n que muchas veces han sido anticipados por Catalu?a. En tiempos de la dictadura era frecuente escuchar expresiones como la de rojo y catal¨¢n, que pretend¨ªan resumir el colmo de males que pod¨ªa reunir una persona. Es curioso que entonces no se dec¨ªa rojo y vasco, quiz¨¢s porque el nacionalismo espa?ol s¨®lo ve¨ªa superiores a los catalanes.
Galicia debe mirar con simpat¨ªa hacia Catalu?a huyendo de algunos mimetismos simplistas
En los ¨²ltimos a?os se ha producido un renacimiento de la animadversi¨®n hacia lo catal¨¢n con motivo del Estatuto, del que la derecha descalific¨® art¨ªculos y p¨¢rrafos, rasg¨¢ndose las vestiduras para despu¨¦s aprobar unos similares o incluso textualmente iguales en Andaluc¨ªa, Baleares y la Comunidad Valenciana. Indirectamente, esta actitud irresponsable se alimentaba con manifestaciones verbales desafortunadas de una parte del nacionalismo catal¨¢n, que tuvieron respuesta en forma de severo correctivo del electorado catal¨¢n en las elecciones generales.
Uno de los puntos m¨¢s criticados es el compromiso de que el Estado dedique durante ocho a?os un 18% del total de las inversiones a Catalu?a, porcentaje similar a la contribuci¨®n catalana al producto interior bruto de Espa?a. Sin embargo, no hubo cr¨ªticas a que se destinase en el per¨ªodo 1997-2004 del Gobierno Aznar un porcentaje del 21% a la Comunidad de Madrid, mientras Catalu?a no llegaba al 12%, a pesar que Pujol sostuvo en los primeros cuatro a?os al Gobierno del Partido Popular.
En Galicia, esa antipat¨ªa hacia Catalu?a de la derecha se complementa con una admiraci¨®n compulsiva por parte de sectores pr¨®ximos al nacionalismo. Seg¨²n estos sectores, cualquier suceso o actuaci¨®n que creen negativa, lo achacan a que no se act¨²a con conciencia de pa¨ªs como se hace en Catalu?a. Las cosas menos positivas de Catalu?a, como no se puede aplicar el anterior razonamiento, se olvidan o se ignoran. As¨ª, se dice que el sector financiero gallego no es lo suficientemente fuerte por no actuar en clave de pa¨ªs, olvidando el fracaso hist¨®rico del nacionalismo catal¨¢n con el intento artificial de crear un banco catal¨¢n industrial, Banca Catalana. Se olvida tambi¨¦n que la calificaci¨®n de algunas cajas catalanas ha sido rebajada recientemente. No es la clave de pa¨ªs la que determina la evoluci¨®n de una empresa, sino el c¨®mo se gestionan. Por la misma raz¨®n, los mismos sectores que critican que la existencia de tres universidades en Galicia es consecuencia del localismo en lugar de pensar en la globalidad de Galicia. No piensan que no existe una universidad puntera en el mundo con m¨¢s de 50.000 estudiantes e ignoran que Catalu?a aparte de las universidades privadas tiene siete p¨²blicas. Quiz¨¢s consideran que las siete universidades son una muestra del dinamismo de la sociedad civil catalana. El dinamismo y pujanza de ciertos sectores gallegos como el textil o el naval, por el contrario, s¨®lo les parece ser fruto de las individualidades o de la coyuntura econ¨®mica.
Durante los setenta y los ochenta, Catalu?a fue pionera de avances sociales e introdujo en el resto de Espa?a muchas innovaciones beneficiosas. La visualizaci¨®n de su progreso en todo el mundo, imagen tambi¨¦n del progreso de toda Espa?a, se hizo en los juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona 92. Ahora Catalu?a tiene problemas, algunos provenientes de una falta de inversiones y acaso de no proyectarse lo suficiente hacia fuera de s¨ª misma. Ser¨ªa muy positivo que los superase, y no s¨®lo por el bien de los catalanes sino de todos los espa?oles
Galicia debe mirar con simpat¨ªa hacia Catalu?a, huyendo de algunos mimetismos simplistas que consideran que todo lo catal¨¢n es perfecto. Galicia tiene su propia personalidad con diferentes caracter¨ªsticas que Catalu?a en todos los aspectos y sectores de la vida socioecon¨®mica. Se debe estar abierto a aprender en todos los terrenos. En cualquier caso, las estrategias, t¨¢cticas y alianzas que se elaboren en Galicia para cualquier actuaci¨®n tienen que ser propias y sin prejuicios preconcebidos. La negociaci¨®n del Estatuto por parte del Gobierno gallego debe tener en cuenta estas consideraciones. Los intereses de Galicia no siempre coinciden con los de Catalu?a.
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